Por Jesús Michel Narváez
Arrogantes y prepotentes. Se creen únicos, especiales, dueños y señores de una existencia maravillosa que muy lejos de la que los de demás podrían imaginarse.
Esta es parte de la conclusión que presentó Kristin Suleng en un trabajo publicado por El País el 23 de diciembre de 2018.
Para sustentar su publicación, entrevistó a médicos del Colegio de Psicólogos de Madrid, entre ellos José Elías Fernández, quien afirma que en el pequeño mundo de los narcisistas “no escuchan a los demás porque no les importan nada. La avidez de admiración les lleva a creer que todo en su vida es excepcional, no existen hechos normales, su existencia es maravillosa, está plagada de triunfos y notoriedad”.
Una de las perlas de este trabajo: La mentira es uno de los andamios de los narcisistas, pero sus historias son lejanas, difíciles de confirmar.
Quizá porque tienen otros datos.
El psicólogo Fernández explica: “La mayor parte del tiempo no viven en la realidad. Sus conceptos erróneos sobre sus capacidades los introducen en un mundo de fantasías y de poder sobre los demás. Lo único que hacen, con la esperanza de alcanzar el éxito a toda costa, es engañarse a ellos mismos y a los demás”.
¿Identifica usted a una persona así?
Algo que pintaría un maestro que enseña desde cómo tomar el pincel hasta plasmar en el lienzo la obra de arte, es el comentario: “Para conseguir no mostrar su vulnerabilidad harán todo lo que sea necesario, como hablar excesivamente, reconducir las conversaciones, menospreciar a los demás, señalar sus defectos… todo con tal de no mostrarse débiles”.
Es por los otros datos.
Esto se lo escribo y con fundamento por lo expresado en el trabajo de Suleng, porque encaja y define perfectamente al presidente López.
Solo escucha el eco de los elogios. No le gusta ser cuestionado por quien no sea parte de los “reporteros” que acuden a sus mañaneras.
Y no le gusta salir de su área de confort, que no es otra que los mítines callejeros. Es un personaje de campaña. No de gobierno.
No irá, por ejemplo, mañana a la entrega de la Medalla Belisario Domínguez, que recibirá la maestra Ifigenia Navarrete. No porque el ciudadano tenga otras actividades. No.
Simplemente porque no “quiero que me falten al respeto”.
Mencionó el nombre de quien lo irrespetaría: La senadora Lilly Téllez.
La legisladora publicó en su cuenta de Twitter: “el violador serial de la Constitución: el señor presidente López Obrador… vendrá al Senado la próxima semana; es preciso hacerle frente”.
Y que se espanta el ciudadano. Su argumento: no debe faltarle el respeto a la investidura presidencial.
¡Recórcholis!
Si por cada convocatoria que se difunde en redes sociales, el presidente deja de cumplir con su responsabilidad, preparémonos a estar abandonados.
El psicólogo clínico Jorge Barraca, citado por la escritora, a propósito de las redes sociales y el efecto que generan en los narcisistas: “Su personalidad no tolera las críticas, y al final salen de la red social porque no la aguantan”. ¿La razón? Porque no tienen el control sobre ellas.
Seguramente el señor López y sus otros datos refutarían a los expertos. Porque, como se plantea, no son de su nivel.
Tienen mucho más.
Vaya con el presidente: lo acobardó un mensaje en Twitter.
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