Pensar en Acapulco es pensar, inevitablemente, en el Baby’O, una de las discotecas más importantes y emblemáticas, no sólo del Puerto, sino del país entero. Tristemente, este miércoles se reportó que el lugar fue consumido por un incendio del que no se han dado a conocer las causas.
Para encontrar el origen del emblemático lugar del Pacífico mexicano hay que volver 40 años en el pasado hasta dos jóvenes que pasaban sus veranos en Acapulco: Eduardo Césarman y Rafael Villafañe.
En 1976 abrió sus puertas el centro nocturno predilecto de los políticos, artistas, deportistas y la élite de la sociedad mexicana, entre ellos Luis Miguel, que catapultó la fama del lugar al pasar ahí gran parte de sus noches de juventud.
La discoteca, que debe su nombre a una canción de Dean Martin, con aspecto de cueva, se convirtió en la joya de la corona de la vida nocturna de Acapulco en su época dorada.
Al igual que el Studio 51 en Nueva York, el icónico antro mexicano buscaba ofrecer a las 700 personas que entraban en sus instalaciones una noche de ensueño, y lo consiguió con tanto éxito que, aunque su rival en Manhattan cerró en los años 80, «La Cueva» de la Costera de Acapulco llegó a los 45 años de existencia.
Una de las tradiciones que más dieron a conocer la discoteca fue que, a partir de cierto momento de la noche, nadie salía del lugar hasta las 6 de la mañana. Este fue uno de los motivos por los que el Baby’O se convirtió en uno de los clubes más exclusivos de México, donde los más acaudalados hacían alarde de su billetera y derramaban ríos de alcohol en sus instalaciones.
La lista de personalidades que pasaron por el bar es interminable: Michael Jordan, Sylvester Stallone, Elizabeth Taylor, Bono, Belinda, Cristian Castro, Angelique Boyer, Eiza González, Estefanía de Mónaco; incluso el yerno de Carlos Slim, Arturo Elías Ayub; o el heredero de Televisa, Emilio Azcárraga Jean, y claro, el de casa, Luis Miguel.
El lema del lugar, «Baby’O, donde ves y te ven», parecía un premonitorio del éxito que alcanzaría.