El exjefe del Gobierno español, José María Aznar, no ocultó su molestia ante la posición del presidente Andrés Manuel López Obrador sobre que España debe pedir perdón por los abusos cometidos durante la Conquista.
«Doscientos años del aniversario de la independencia de México, enhorabuena. Y ahora me cambia usted todas las cosas y dice que España tiene que pedir perdón: ‘¿Y usted cómo se llama? Yo me llamo Andrés Manuel López Obrador. Andrés por los aztecas; Manuel por parte de los mayas; López es una mezcla», ironizó en una reunión del Partido Popular (PP), la principal fuerza opositora española.
Hace unos días, el mandatario mexicano acusó a España de «soberbia» por no el atender su petición de ofrecer disculpas a los pueblos indígenas del país por los abusos cometidos durante la conquista y la colonia.
«En esta época en la que se pide perdón por todo yo no voy a engrosar las filas de los que piden perdón, no lo voy a hacer», dijo Aznar en alusión al papel histórico de España en América.
«Por defender la importancia histórica de la nación española, la historia de España -con sus claros y con sus oscuros, con sus aciertos y con sus errores- estoy dispuesto a sentirme muy orgulloso, pero no voy a pedir perdón», recalcó el antiguo gobernante.
Según Aznar, «el nuevo comunismo de allí (Latinoamérica) se llama indigenismo» y advirtió de que «sólo puede ir contra España, no contra Estados Unidos». Agregó que los indígenas fueron «protegidos» por las leyes españolas de Indias.
«La hispanidad nos tiene que enorgullecer a pesar de esa leyenda negra de la cultura de la cancelación, de esa estupidez actual con el revisionismo histórico», indicó, a su vez, el presidente del PP y líder de la oposición, Pablo Casado.
España es, aseguró, «después de Grecia y Roma la nación más importante de la historia en cuanto a la contribución a todos los demás países».
Aznar y Casado se expresaron así después de la carta enviada recientemente por el papa Francisco al presidente de México en el contexto del bicentenario de su independencia, en la que reconoció y pidió perdón por «errores» de la Iglesia católica.