Donan a la Fonoteca Nacional un acervo de 7 mil piezas con algunas joyas sonoras

El audio con la voz de Thomas Alva Edison presentando a un grupo musical, la grabación del Himno Nacional Mexicano y la Marcha a Porfirio Díaz, interpretados por la Banda de Policía en la inauguración del Monumento a la Independencia en 1910, así como algunas de las primeras grabaciones comerciales de música realizadas en el país en los albores del siglo XX, son parte de las joyas de una importante colección fonográfica donada por un particular a la Fonoteca Nacional y al estado de Querétaro.

Integrado por más de 7 mil elementos, con dicho acervo se constituyó la Fonoteca regional Reynaldo Mota Molina, bautizada así en señal de agradecimiento al donante, la cual fue inaugurada el 10 de agosto en el Museo Histórico de la Sierra Gorda, en Jalpan de Serra, Querétaro, como parte de los festejos por el 30 aniversario de ese recinto.

De ese material, destacan nueve cilindros de cera realizados por Thomas Alva Edison en la última década del siglo XIX, todos de una duración de dos minutos, uno de ellos incluso contiene la voz del inventor, quien presenta a un grupo musical.

También, sobresalen 15 cilindros de cera realizados en México por la compañía L. Cortázar entre 1901 y 1903, que hasta donde se tiene conocimiento son los documentos más antiguos grabados en el país que se conservan en la fonoteca.

El donativo incluyó no sólo el material fonográfico, sino también algunos aparatos para reproducirlo. Entre ellos, un fonógrafo Edison, de 1894, para cilindro de cera, así como un fonógrafo Víctor primero, de 1904, ya para disco plano, así como un par de tocadiscos de alta fidelidad, uno monofónico y otro cuadrafónico, además de reproductores de cintas magnetofónicas, entre otros.

De 86 años, Reynaldo Mota Molina refiere en entrevista con La Jornada que decidió hacer este donativo al pueblo de México ante su preocupación por el futuro destino de su colección, la cual ha integrado a lo largo de 75 años.

“Allí está prácticamente toda mi vida. Tenía yo 11 años cuando compré mi primer disco, era de pasta y de 78 revoluciones por minuto. Cuando cumplí 85 años me pregunté sobre qué pasará con todo ese material; sería una pena que con el paso de los años se dispersara ante el desinterés de mis nietos y bisnietos, y así fue que busqué un lugar donde resguardarlo.”

Pensó como primera opción en la Radio de Querétaro, entidad donde vive, pero al no lograr concretar el trámite, unos amigos le sugirieron la Fonoteca Nacional, institución que de inmediato se interesó y la cual, tras realizar un proceso de filtración del material, hizo una selección de casi 2 mil 450 elementos, por ser documentos que no se tenían y necesitan estar en las bóvedas para inventariarse.

El convenio, según el gestor cultural y locutor, es que una vez que esa institución concluya con el proceso de conservación, catalogación y digitalización remitirá el material a la fonoteca del museo de la Sierra Gorda.

El valor económico de este acervo es un tema que don Reynaldo desconoce, aunque sabe que los aparatos para reproducir y algunas grabaciones alcanzan altos precios en el mercado. Para él, sin embargo, lo más valioso está en el contenido de las grabaciones.

En específico, menciona una serie de discos de pasta hechos por Thomas Alva Edison, quien aunque en un principio era reacio al disco plano, porque su invento eran los cilindros de cera, finalmente claudicó y fabricó material en aquel formato.

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