La Celebración del 16 de Septiembre

Las Revueltas de Silvestre

Por Silvestre Villegas Revueltas

Desde la publicación de “Los Sentimiento de la Nación” firmados por el preclaro José María Morelos en el año de 1813 se estableció que, la nación debía celebrar el 16 de septiembre como el inicio de la lucha que el pueblo mexicano ha estado llevando a cabo por alcanzar “su libertad”, buscar su “independencia” respecto a la corona española, y reconocer en Miguel Hidalgo e Ignacio Allende a sus iniciadores, “el mérito” que ello significó y su calidad de “Héroes” trágicos de un proceso que todavía no acaba.  Lo anterior se verificó en la villa de Chilpancingo, rodeado por inteligentes letrados como Andrés Quintana Roo e Ignacio Rayón, y en medio de una cruenta guerra civil que la contemporánea historiografía neoliberal, de lo políticamente correcto, ha querido minusvalorar al grado de querer olvidarse del terrible significado de la violencia que resulta siempre de una guerra de independencia. Todo ello quiere decir que desde el establecimiento en 1824 de una república llamada Estados Unidos Mexicanos, “el dieciséis de septiembre” es la fecha de la Independencia Mexicana y no su conclusión en 1821; el mismo criterio histórico/político sucede con las celebraciones de la independencia de los Estados Unidos en 1776, la Revolución Francesa de 1789 y entre otras efemérides “la Revolución de Octubre” en la fría Rusia de 1917. El final o conclusión de dichos procesos libertarios o revolucionarios como otros tantos resulta más difícil de explicar.

Paulatinamente, en los doscientos años de vida independiente mexicana, se fue construyendo a partir de reflexiones que la apoyaban o bien la denostaban,  una visión canónica de los alcances que había tenido el movimiento libertario y, sobre todo, año con año, se recapacitó sobre los problemas que los gobiernos y pueblo mexicano experimentaba en el tiempo independiente. Hubo momentos especialmente angustiantes como el “dieciséis de septiembre” de 1847 cuando las tropas estadounidenses entraron a Palacio Nacional y en un segundo intento se izó la bandera de las barras y las estrellas (porque durante el primero, un soldado americano fue abatido de un certero balazo. Véase Gastón García Cantú). El pueblo mexicano gimió contra los invasores, algunos otros hicieron pingües negocios vendiendo vituallas al ejército americano, otros más vislumbraron como una oportunidad el que México fuera finalmente absorbido por los Estados Unidos y participáramos de su modernidad y riqueza; pero también los hubo que vieron en la derrota mexicana la amenazante realidad de que entrara el protestantismo en demérito del catolicismo y la pérdida de la nacionalidad, el fin de nuestra existencia como país independiente. Ni una ni otra pesadilla se volvieron realidad porque a los hijos de Washington les interesaba adquirir territorios y recursos naturales, pero de ninguna manera agregarse un conglomerado social compuesto de pocos güeros, muchos indios y para aquél entonces pocos mestizos, todos ellos de una cultura distinta a la “anglo mainstream”.

Hubo otras celebraciones del “dieciséis de septiembre” que se convirtieron en desengaños para el partido conservador decimonónico y para los ultras de aquellos años, los monarquistas que trajeron a Maximiliano de Habsburgo; éste les salió liberal, fue al pueblo de Dolores y homenajeó a Hidalgo y a los otros padres de la patria, para horror de aquellos pelucones que hoy en el siglo XXI siguen sin comprender la radical importancia de las dos etapas iniciales (1810-1814), programáticas y profundamente revolucionarias del proceso de independencia mexicano.

¿Qué se ha avanzado durante los últimos 200 años? Mucho. En la sociedad novohispana sustentada en una estratificación racial, un indio como Juárez y un mestizo como Felipe Calderón no hubieran podido ser presidentes; por ello la igualdad ciudadana, base para la construcción de una sociedad democrática, fue piedra angular del ideario morelense y una realidad muy difícil de conseguir.

En cuanto al trabajo, seguridad, educación, salud y construcción de un estado nacional la marcha no ha sido sencilla y de alcances desiguales; el siglo XX avanzó mucho y uno podría hacer un ejercicio de imaginación comparando un mapa de la república mexicana prácticamente a oscuras durante un siglo y posteriormente comenzó a encenderse con muchos focos; sin embargo todavía hay zonas geográficas con pocas luces encendidas que en el lenguaje contemporáneo podríamos calificarlas de “servicios públicos y privados”, léase hospitales, escuelas, tiendas de conveniencia, agua potable, etc.

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