La élite social, económica y política se mantiene adoctrinando a sus cachorros en la crueldad, sostiene el mexicano Joaquín del Paso en El hoyo en la cerca, con la que compite en la sección Horizontes de Venecia.
La cinta tiene aristas de terror: un campamento exclusivo cristiano al que los ricos mandan a sus hijos para someterles a un adiestramiento físico, moral y religioso que marcará su vidas adultas, llamados todos a desempeñar cargos de mando.
El hallazgo de un orificio en la cerca que rodea al campamento desencadena acontecimientos trágicos e inquietantes, escudados en la fe, por parte de los violentos muchachos.
Del Paso (Ciudad de México, 1986) explica en entrevista que la película surge de una vivencia personal: en su adolescencia estudió en una escuela del Opus Dei.
«Me di cuenta del nivel de manipulación y de presión, la forma en que los maestros ponen a los niños en contra entre sí, cómo generan esa atmósfera violenta».
«La película habla del fundamento y del origen, de ese poder sustentado en el sentido de comunidad del privilegiado contra el enemigo, el pobre, el inmigrante, el diferente, en resumidas cuentas», explica el cineasta.
En esta estructura, a su parecer muy vigente en México, juega un rol importante la Iglesia, que describe como «el poder por el poder disfrazado de algo espiritual».
Pero, ¿qué hacer ante un régimen tan tóxico y voraz como el que plantea su película? Una pregunta de difícil respuesta, aunque un papel importante puede desempeñar un cine valiente.
¿Servirá su película para ello? «Ya veremos qué distribución tiene, ahí entran otros juegos de poder, pero yo pensaría que una película sí puede cambiar la forma de ver el mundo», sostiene.
En este sentido, se plantea el alcance que tendrá el cine «crítico y provocador en el siglo XXI», cuando, lamenta, «hay mucha represión hasta dentro de nosotros mismos», como artistas, porque rige una cultura de la cancelación, «de la división de pensamiento», que se traduce en «películas tibias para no molestar a alguien».
Por eso, expresa «mis respetos al Festival de Venecia por tener el valor de poner películas críticas en la cuna del catolicismo». El cineasta mexicano ya estuvo en el certamen como equipo de La región salvaje (2016) de Amat Escalante y de Nuestro tiempo (2018) de Carlos Reygadas.