Por Jesús Michel Narváez
Confundir a al “bloque conservador”, si es que de verdad existe de carne y hueso y no solo en la calenturienta mente del huésped temporal de Palacio Nacional, con las decisiones de los pueblos -el bueno y el malo, solamente falta el feo- al consultarlo, es otro presidencial.
Sin que el Congreso haya cumplido para elaborar la Ley Reglamentaria de Revocación de Mandato, no se puede asegurar que lo haga en el primer periodo ordinario de la LXV Legislatura que inicia en septiembre. Por tanto, las bravatas anticipadas confirman que el que cree ser “todopoderoso” salen sobrando.
Hay que reflexionar en sus intimidaciones y hacerlo entender que no sería un “bloque” sino millones de mexicanos los que podrían orillarlo a partir rumbo a Palenque para que aproveche el tiempo y produzca nuevos, imaginativos y profundos libros.
En su monólogo del martes, refirió:
“Viene la revocación de mandato en marzo y va ser interesantísimo, no nos vamos a aburrir, no vamos a estar bostezando porque el bloque conservador tiene la oportunidad de reagruparse, como lo hicieron en junio que no quería que contáramos con la mayoría en el congreso y se juntaron todos. Esto nos hacía falta, porque por eso se llegó a los extremoso de corrupción que se padeció en México durante siglos porque los gobernantes eran intocables, todopoderosos”.
(Ya no son solamente los gobiernos neoliberales sino los de Acamapichtli, Chimalpopoca, Itzcóatl, Axayácatl, Tízoc, pasando por los 2 Moctezuma hasta llegar a Cuauhtémoc. Porque habla de siglos, no de sexenios, lo que le daría la razón a Enrique Peña Nieto, cuando el 9 de septiembre de 2014 en la comida de los 300 líderes, afirmó: “Estoy convencido de que el problema que tenemos para enfrentar la corrupción parte, primero de reconocer, que es una debilidad de orden cultural).
¡Ah qué presidente tienen los mexicanos!
Seguramente tiene “otros datos” que le permiten hurgar en la historia y encontrar que los gobernantes de antes, mucho antes del neoliberalismo, eran corruptos.
El inmaculado, nacido en Tepetitán, una ranchería que forma parte del municipio de Macuspana, tiene aires de Todopoderoso. Él sí. Se considera el iluminado que tiene la capacidad de juzgar a todos. De enjuiciarlos o perdonarlos. De mostrar el pulgar y moverlo hacia arriba o hacia abajo. De ahí aprendió que las escaleras se barren de arriba para abajo.
La irritación que le produjo la escasa asistencia de sus “fanáticos” a las mesas receptoras para la Consulta Popular, no la puede ocultar, aunque de dientes para afuera se sienta satisfecho con el resultado.
Confiaba no en que el número de votos alcanzara para la vinculación, pero sí que cuando menos 20 millones de sus feligreses mostraran el “musculo” (por lo visto, se encuentra atrofiado) y los derrotó la apatía o la falta de estímulo contante y sonante para dejar la cama en domingo.
No se entiende el razonamiento de mantener una retórica divisoria. Sus palabras polarizan en enfrentan a mexicanos contra mexicanos. Quizá toma a pie juntillas la frase atribuida -no confirmado por historiador alguno- a Julio César y cuyo contenido: divide y vencerás (Divide et impera) se utiliza generalmente en batallas militares y que en la política mexicana se ha convertido en el himno de los que no saben y no quieren aprender a mandar.
Gritar que “ya no me pertenezco… le pertenezco al pueblo” -copiada de Hugo Chávez- y abandonar al pueblo a su suerte a través de dádivas que doblegan la voluntad y desaparecen la dignidad, es oro artilugio para mantener la “llama viva” de un proyecto de nación que no tiene, por lo menos hasta ahora, pies y cabeza.
Su reto a los conservadores fue innecesario. Seguramente no tenía otra cosa de qué hablar.
¡Ah qué presidente tienen los mexicanos!
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