El papa Francisco abandonó hoy el hospital Agostino Gemelli de Roma, diez días después de someterse a una delicada operación de colon, y ya se encuentra en el Vaticano para reposar en su residencia, la Casa Santa Marta.
El portavoz de la Santa Sede, Matteo Bruni, confirmó en un parco comunicado lo que ya era un secreto a voces, después de que los fotógrafos parapetados día y noche ante la clínica asistieran a su salida: “El papa ha abandonado el hospital”, informó.
Francisco, de 84 años, fue operado el 4 de julio de “una estenosis diverticular grave con signos de diverticulitis esclerosante”, en la que se le extrajo una parte del colon y que requirió anestesia general, intervención de la que ha evolucionado favorablemente.
De este modo, poco después de las 10:30 h local el pontífice abandonó el hospital y puso rumbo de vuelta a casa a bordo del Ford Focus azul que suele usar en sus traslados.
No obstante, primero se detuvo a rezar en la basílica romana de Santa María La Mayor, ante el icono bizantino de la Virgen “Salus Populi Romani”, uno de los más venerados de la capital y ante la que acude cada vez que debe realizar un viaje apostólico.
Ante la imagen, Francisco agradeció “el buen resultado” de su intervención quirúrgica y dedicó una oración especial a todos los enfermos, sobre todo por aquellos que ha conocido a lo largo de estos diez días de hospitalización.
Poco antes del mediodía, el papa llegaba a las murallas del Vaticano pero, antes de entrar por la Puerta del Perugino, decidió bajarse del coche, de su asiento de copiloto, y saludar a los agentes que hacían guardia y a los que le habían escoltado.
Francisco pone así fin a su estancia en el Gemelli, rebautizado por Juan Pablo II como el “Vaticano III” por sus numerosas hospitalizaciones. El hoy santo ironizaba sobre su “tercera casa”, después de la Santa Sede y de la villa de Castel Gandolfo, la residencia estival de los papas (que Bergoglio no usa).
Precisamente del mismo modo que Wojtyla, el domingo Bergoglio cambió la ventana del Palacio Apostólico y se asomó a un balcón del hospital para rezar el Ángelus mariano, en concreto desde su décima planta, donde los papas tienen un apartamento privado.
La expectación era máxima, cientos de fieles acudieron a las puertas del centro para escucharle, y Francisco, de buen aspecto pero aún con vendas en las muñecas, vislumbró la ocasión perfecta para reivindicar el acceso universal a la sanidad.
Y exclamó: “No debemos perder este bien tan precioso ¡Tenemos que mantenerlo! Y para ello debemos esforzarnos todos, porque sirve a todos y requiere la contribución de todos”.
En cuanto a su estado de salud actual, los escuetos boletines médicos que la Santa Sede ha divulgado cada día aseguraban que el papa evolucionaba según lo previsto y seguía con el tratamiento prescrito.
En la tarde del pasado miércoles, tres días después de pasar por el quirófano, tuvo unas décimas de fiebre, aunque enseguida pasaron, y los análisis de sangre eran satisfactorios.
El jueves pasado se sometió a una serie de pruebas rutinarias, microbiológicas y a una tomografía computarizada (TAC) de tórax y abdomen, y resultaron negativas.
Mientras se recuperaba, el papa ha podido pasear por los pasillos del hospital, ha oficiado misa en la capilla de la habitación privada y ha cenado con los colaboradores que le han asistido en todo momento, día y noche.
En la tarde del martes visitó por segunda vez a los niños de la unidad de oncología pediátrica del hospital, en la décima planta, la de su apartamento, en lo que ahora se entiende como una despedida con los pequeños, que le han escrito cartas y mandado dibujos.
En estos días también se le ha visto saludando en silla de ruedas a algunos pacientes, aunque en el Ángelus ya apareció en pie.
Y como no podría ser de otra manera, como buen aficionado al fútbol, el pontífice siguió las finales de la Copa América y de la Eurocopa, ganadas respectivamente por su país, Argentina, e Italia.
Ahora le espera el reposo, algo idóneo en este mes de julio, en el que tradicionalmente el papa reduce su agenda y no celebra por ejemplo las audiencias generales de los miércoles para evitar el calor asfixiante de Roma a los fieles.