*Los Convencidos de Monopolizar lo Correcto y lo Incorrecto
*Son de piel muy Sensible y nos Censuran y Piden Callarnos
*En su Auto Victimización Hacen el Ridículo al Tirarse al Suelo
*Culpan al Mundo, al Pasado, al Neoliberalismo o al Clima de sus Males
*Y Están Aquellos que Desean Unidad Nacional y Trabajo productivo
*También el Crecimiento Económico, la Educación de Calidad
Por Ezequiel Gaytán
La expresión “políticamente correcto” ha evolucionado, por lo que su uso y connotaciones varía de país a país y es común encontrar que está cargada de intenciones e ideologías. De ahí que, al menos en México, tiene ocho acepciones. Algunas son positivas y otras rayan en lo cuestionable. Veamos las cinco más usuales desde el punto de vista positivo:
La primera se refiere a las decisiones con benevolencia y el cuidado de la forma y el fondo que un gobernante toma en beneficio de la mayoría, pero abre espacios con el propósito de que las minorías quepan en los proyectos. La segunda alude a la educación de un político y sus modales, con lo cual logra seducir y cautivar a favor de sus causas. La tercera se refiere a la conducta de un político en situaciones difíciles y tensas y, sin embargo, decide asertivamente, no pierde la compostura, ni se precipita, ni es grosero con sus colaboradores. La cuarta alude a no poner en situación embarazosa a ciertas personas o grupos en contextos determinados, con lo cual evita expresiones corporales y habladas y, en su caso, se tergiverse la idea central. La quinta es la acción afirmativa o de discriminación positiva con pleno respeto al multiculturalismo.
Las tres acepciones de tipo cuestionable son el abuso de eufemismos demagógicos que hacen del discurso político un galimatías ideológico que nadie acaba por entender. La segunda se vincula con la idea de auto victimizarse y la tercera es cuando algún político, por querer quedar bien con todo su auditorio recurre a utilizar la vocal “e” con el propósito de querer ser incluyente, por ejemplo: es un placer decirles que “todes” están “invitades”.
Como puede apreciarse la expresión “políticamente correcto” tiene demasiadas acepciones y no todos coincidimos en sus usos. El problema es que hay políticos que consideran ser los únicos que poseen esa cualidad y están convencidos de que tienen el “Don” de monopolizar lo correcto y lo incorrecto. Aún más, muchos de ellos nos gobiernan y son de piel tan extremadamente sensible que nos censuran y piden callarnos a fin de que ellos y los ignorantes no se ofendan. Son actitudes de políticos que en su auto victimización hacen el ridículo al tirarse al suelo para que la gente los levante y adule, patalean si alguien piensa diferente o culpan al mundo, al pasado, al neoliberalismo o al clima de sus males y son incapaces de tener el más mínimo sentido de la autocrítica.
Lo políticamente correcto, en sus acepciones positivas, hacen a los estadistas, pues entienden acerca de valores como la unidad nacional, el trabajo productivo, el crecimiento económico, la educación de calidad, el servicio público con orientación a resultados y la paz social por citar algunos ejemplos. De ahí que un político se prepara, estudia y, en la medida de lo posible, seduce con las formas y convence a sus interlocutores con el objetivo de que lo apoyemos, así como a sus causas.
Sostengo que lo políticamente correcto va más allá de la visión unilateral de que es asunto de políticos y servidores públicos. Estoy convencido de que también incluye a la sociedad, pues nuestras responsabilidades ciudadanas nos demandan cumplir con nuestros deberes y reclamar nuestros derechos. De suerte que podemos exigir al gobierno eficiencia en el manejo de los recursos, eficacia en sus resultados, congruencia jurídica y honestidad entre el discurso y en los hechos. Consecuentemente, pedir corrección política a la clase dirigente y a los partidos políticos sólo es parte del entramado. La parte ciudadana, la que nos corresponde, tiene su parte de compromiso en la conducción política y correcta de la nación, no obstante las heterogeneidades sociales, los usos, costumbres, educación y valores familiares. En otras palabras, la voluntad política ciudadana es el pleno ejercicio de elegir libremente y sin violencia a nuestros representantes a los poderes legislativo y ejecutivo. Si acaso el resultado de nuestra decisión no le gusta al ejecutivo, pues que se aguante, porque esa también es la decisión de lo que consideramos lo políticamente correcto. Es decir, pesos y contrapesos, pluralismo partidista e inclusión de las diferentes ideologías.
El problema surge cuando un político, además de creer que representa lo políticamente correcto, está convencido de que él personifica lo moralmente correcto. Lo cual es un ingrediente peligroso, pues con ese añadido descalifica, desprecia y estigmatiza con enconada violencia verbal a la otredad y a todo lo que sea diferente o no lo levante de su auto victimización. Por eso la categoría que hoy nos ocupa es, además de ambigua por sus múltiples acepciones positivas y negativas, un instrumento ideológico que, por experiencias históricas, resulta en ocasiones peligroso.