–Que se pongan vitacilina –recomendó Obrador a sus críticos mientras hablaba con cierta rabia en su mañanera para justificar la compra de una compañía petrolera en quiebra.
El tabasqueño hablaba en su habitual lenguaje de cantina, como lo hacen los chairos que lo admiran. Todos sabemos la connotación que le dan los fans de Obrador a esa palabra. “Pónganse vitacilina porque nos los vamos a coger”, en resumen eso es lo que dijo el falso mesías. Ya antes, había dicho lo mismo uno de sus gendarmes más cercanos, Paco Ignacio Taibo II cuando se refocilaba con las trampas para hacer efectivo su nombramiento al frente del Fondo de Cultura Económica. Ante el público de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Taibo cincelaba la frase que lo inmortalizaría: “Se las metimos doblada, camaradas”.
Soez, vulgar, prosaico, Obrador es el campeón de las injurias, de los improperios, de los agravios, de los denuestos. “Poeta del insulto”, le llamó Gabriel Zaid, a quien, a su vez, el tabasqueño llama de manera despectiva, como un “sabihondo”.
La Academia Mexicana de la Lengua se iluminó con la presencia de Zaid, quien es un pilar de nuestra cultura. Miembro del Colegio Nacional, la estatura moral de Zaid está muy por encima de la investidura de Obrador.
Lectura constante desde hace más de medio siglo, Zaid enseña como nadie a escribir, a pensar, a sentir. Las críticas al poder le han provocado al poeta regiomontano algunas dosis de enemistades, en cuya prosa no hay tropiezo, ni oscuridad ni duda.
Torpe, por carecer de la capacidad intelectual para debatir, Obrador ha pretendido convertir en un pugilato su discusión con Zaid y la gran mayoría de los escritores a los que el descalifica por sus críticas al poder. A Obrador le llena el ego quien lo alaba más y mejor hasta llegar a la veneración, como lo llegó a hacer en un momento la Poniatowska con sus alharacas.
Ya sabemos que Obrador lleva pegado el odio al cuerpo y no le bastarán sus insultos para descalificar a Zaid, quien ya lo tiene harto con sus críticas.
Va estar muy cabrón “poner en su sitio”, con sus insultos y escupitajos a un intelectual con un centenar de libros, muchos de ellos magistrales. Un poeta al que una infinidad de lectores, muchos de ellos estudiantes universitarios de México y el mundo, que le rinden veneración.
Zaid ha sido contundente en sus críticas a Obrador. Al tabasqueño le irritó –tal vez necesitó un poco de vitacilina para el dolor– que el poeta y ensayista lo haya comparado con Vicente Fox.
“La nueva decepción hizo a muchos creer en López Obrador. Que resultó otro Fox: un dicharachero que no sabe que no sabe. La decepción actual crea una situación peligrosa para el país”, escribió Zaid en su artículo de opinión en el periódico Reforma.
La respuesta de Obrador ha sido la injuria. Es proclive a las ofensas y constantemente atenta contra la dignidad y el honor de las personas. A los intelectuales, a los periodistas, a los científicos, a todos descalifica. Nadie escapa a su trato injusto.
Ya sabemos de su temperamento explosivo y de los abusos contra sus subordinados, a los que invariablemente somete a su control, pero también sabemos de su trato comedido y cauteloso con sus iguales o superiores.
Cuando le preguntaron si iba a reclamar a la vicepresidenta de Estados Unidos Kamala Harris sobre el presunto financiamiento del gobierno estadounidense a organizaciones políticas mexicanas, Obrador se salió por la tangente de una manera hipócrita y cobarde. Lo mismo hizo con Trump que en vez de exigir respeto en el trato a los mexicanos indocumentados, fue a Washington a rendirle pleitesía y llenarlo de halagos, de manera servil y agachona.
Poco podemos esperar del caudillo de la cuarta transformación ahora que se den los resultados de la elección. Sí Morena pierde posiciones y baja su votación se va a poner oligofrénico. Van a llover insultos y descalificaciones.
De alguna manera, la mitad del país saldrá a votar. Cualquiera que sea el resultado, éste tendrá muchas interpretaciones. Y como siempre, ocurrirá lo mismo. Si gana, el mérito será de él y nadie más. Si pierde, la culpa de será de otros y él se lavará las manos, tratará deslindarse de los resultados negativos.
En el hipotético caso de que Morena llegara a ganar, en esa Taumaturgia, Obrador buscará erigirse como un santo, o incluso un rey frente a un país de súbditos.
Mientras tanto, Obrador seguramente estará ensayando ante el espejo su nueva catarata de insultos e injurias para descalificar a sus críticos.
Ya veremos el lunes próximo si Obrador recurre al discurso de la vitacilina.