Por Jesús Michel Narváez
Desde 1999 controla a la potencia que tiene por nombre actual Federación Rusa. Un breve intervalo y regresó en 2012 y, como el whisky, sigue tan campante que logró convencer a la Duma de su necesaria presencia al frente del país que ha sido el enemigo del imperialismo yanqui.
Y consiguió que reformaran la nueva Constitución aprobada el primer de julio mediante un plebiscito.
Vladimir Putin ahora podrá reelegirse hasta por dos ocasiones más y podría permanecer en el poder hasta 2035. Si la edad se lo permite. En 2030 habrá cumplido 84 años.
Lósif Stalin, permaneció como secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética entre 1922 y 1952, y presidente del Consejo de Ministros de la Unión Soviética entre 1941 y 1953. La friolera de 30 años ejerciendo la dura dictadura que tenía como prisión central el Archipiélago Gulag, del que pocos regresaron con vida. Durante su gestión unos 25 millones de soviéticos fueron “eliminados”.
Putin, cuya experiencia como director de la KGB en tiempos de la guerra fría lo posicionó ante los líderes parlamentarios, estará en el cargo, si la vida se lo permite, 36 años. Y no participó en ninguna revolución para terminar con la monarquía. Simplemente pasó de los oscuros rincones del espionaje y las acciones “extra legales en el exterior” al poder absoluto de la Federación Rusa.
Con la aprobación cameral para poder reelegirse, regresa la dictadura disfrazada de autocracia.
De completar los periodos para los que le autoriza la Constitución, Vladimir Putin tendrá todo el tiempo del mundo para que quien esté de presidente en Estados Unidos resienta la presencia del hombre llamado “asesino” por Joe Biden.
Sin duda, el mundo tendrá nuevos problemas. La alianza con China, la protección para Corea del Norte, el apoyo a Irán y de paso en América Latina a Venezuela, Nicaragua y Cuba, no es para ser ignorada.
Y Putin lo sabe y por ello actúa con soberbia.
Ojalá y en México los legisladores no hagan realidad la tentación de reformar el artículo 83 para permitir, aunque sea “por única vez” la reelección presidencial.
Los malos ejemplos cunden. Cuidado con seguirlos.
Aunque en la llamada cuatroté hay una consigna: si la Constitución lo prohíbe hay que ¡reformarla!
Y ya hay por ahí diputados y voceros oficiosos que piden a gritos ¡reelección, reelección!
Todo, según su decir, para no frenar el cambio.
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