El Presidente Boliviano Luis Arce y la Batalla de Champotón

Las Revueltas de Silvestre

Por Silvestre Villegas Revueltas

Batalla de Champotón en 1517 cuando los Mayas les ganaron a los españoles.

En los primeros días de noviembre de 2019 sucedió en la república de Bolivia un golpe de estado contra el presidente Evo Morales pues se le criticaba sus repetidas reelecciones y que la última elección tuviera, y tuvo, importantes cuestionamientos que desembocaban en la afirmación de fraude electoral.  El ejército tomo el palacio de gobierno y las principales instalaciones operativas del gobierno boliviano; se sucedieron persecuciones, hubo muertos y a su lado empoderaron a la llamada presidenta interina Jeanine Añez (güera Miss Clairol) que crucifijo en mano proclamó volvían a la presidencia el catolicismo, las buenas costumbres, la libre inversión extranjera y nada de socialismo boliviariano (doble sic). El gobierno mexicano ofreció asilo a Evo, a Luis Arce y a otros funcionarios de Bolivia. Vía la Secretaría de Relaciones Exteriores comandada por Marcelo Ebrard y su equipo de embajadores y funcionarios diplomáticos desplegó una estrategia no vista en decenios respecto a América Latina, pues el subcontinente es un mosaico diferenciado de variopintas y algunas veces opuestas posturas políticas, siempre vigiladas por el gobierno de los Estados Unidos. La Secretaría de la Defensa puso un avión ejecutivo que voló por la inmensa Sudamérica cuyos gobiernos abrían o cerraban su espacio aéreo al transporte mexicano de Evo, pues algunos se habían solidarizado con los golpistas, otras administraciones mantuvieron una actitud indiferente y los menos aceptaron las gestiones mexicanas. En este espacio quiero subrayar que el gobierno de AMLO, ya, debería entregar el avión 787 presidencial a la FAM. Lo pintan de negro, le quitan y venden los lujosos interiores y lo convierten, como sucede con los Jumbos de KLM, en mitad pasajeros que ahora serían soldados y la otra mitad para carga, agregándose a la flota militar mexicana un estupendo avión con muchísimas ventajas para el país.

Pero volvamos a Bolivia y al presidente Arce. Para aquellos días y me consta, la comentocracia académica pintó de los más negros colores el experimento socio-económico liderado por Morales y aplaudieron al impresentable Almagro de la OEA. Desde que en Bolivia se realizaron elecciones y ganó de nueva cuenta el MAS, dichos individuos de la academia mexicana que se dicen liberales pero que en el contexto de la evolución de las ideologías políticas en América Latina resultan tener una postura conservadora y defensora del statu quo, han optado por mantener un silencio ominoso. ¿Por qué ganó Arce la presidencia? Porque en aquellos días de noviembre de 2019 le escuché una estupenda entrevista donde Arce explicó largo y en detalle el camino trazado de un proyecto económico que se sintetiza en: el estado de Bolivia como dueño de las riquezas naturales del país, los inversionistas privados como operadores de tales riquezas bajo la implementación de contratos soberanos que benefician a las arcas públicas, a los socios de las empresas privadas y a los trabajadores que deben tener contratos de trabajo bien remunerados y condiciones laborales dignas. El fin último y que se cumplió bajo la administración de Morales: disminuir la pobreza y modernizar las condiciones de vida de los bolivianos. Semejante proyecto de gobierno que puede sonar evidente y como una propuesta de pero grullo para un suizo o australiano, en el contexto latinoamericano genera la mayor oposición de las élites sociales quienes desde el siglo XVI hasta la actualidad han operado por todas las formas, legales e ilegales, en perpetuar un régimen de señorío en plena época del capitalismo industrial-globalizado. Lo anterior nos lleva a la segunda parte temática de las presentes reflexiones.

En marzo de 1517 sucedió la llamada batalla de Champotón, mala batalla o buena batalla como ahora indican los cables noticiosos. De un lado estaban los indios mayas que habitaban desde tiempos milenarios las tierras y aguas de la llamada península de Yucatán, y por otro lado los exploradores castellanos que desde la isla Cuba, convertida en colonia esclavista de la corona castellana luego española comenzaban a explorar el litoral que hoy denominamos del Golfo de México. Ganaron los mayas pero años después fueron sucesivamente derrotados, especialmente en el episodio de la batalla de Centla, donde los soldados comandados por Hernán Cortés se hicieron de la victoria y “los indios” les proporcionaron joyas, frutas y mujeres. Se dice que entre ellas estaba la posteriormente llamada Malinche: craso error que como maldición divina siguen pagando los pueblos originarios, igual en México que en Bolivia o el frio Canadá.

Por lo que se refiere a la historia de México y al peliagudo tema, obsesión, trauma, que se ha preguntado sobre lo que es ser mexicano, desde el siglo XVIII con los criollos novohispanos que escribieron y debatieron con los españoles sobre las riquezas naturales y culturales de América y sus pobladores, hasta el siglo veinte que durante varias décadas y a partir de discusiones muy fundamentadas, unos y otros señalaron que lo mexicano comenzaba por entender que nuestra sociedad era profundamente mestiza, humana y culturalmente como el lenguaje cotidiano y los tamales. Existían dos minorías: indígenas y criollos-extranjeros pero lo esencial radicaba en la mayoría de la población mestiza, hablante del español o lengua nacional para que nadie se ofenda. Lo anterior se fundamentaba en los artículos constitucionales, pero a partir del inicio del siglo XXI y con el empoderamiento de la diversidad cultural, desde la misma Constitución se planteó una peligrosa división: unos son los mexicanos mestizos y otros son los mexicanos de raigambre india: es como regresar jurídicamente a la división legal y de castas del virreinato novohispano. Algunos han subrayado que la igualdad proclamada por el liberalismo decimonónico no solamente no acabó con las diferencias sociales sino que las ahondó. Otros señalan que enfatizar las divisiones “raciales”, de origen, tampoco resultará en una sociedad con mayor igualdad en términos de ingreso económico o pertenencia cultural. Sin duda alguna es un tema que ha dado para ríos de tinta y en la actualidad está a la par de los temas de inclusión social, de no discriminación en áreas de género, de participación política, etcétera. Es volver a la mesa de la discusión con asuntos nos resueltos, y que recientemente se creían más o menos desaparecidos por la estandarización de los valores que impone la  globalización.

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