El Pacto de la 4T con los Líderes Sindicales

La jubilación del líder sindical petrolero, Carlos Romero Deschamps, es una excepción y no la regla en la relación del trato entre los viejos líderes sindicales en México y la 4T.

La Cuarta Transformación simplemente no ha llegado a los sindicatos, incluso, a pesar de las nuevas reglas fijadas por el TMEC.

En algunos casos permanecen al frente de los sindicatos líderes que llevan décadas encabezando centrales y sindicatos. Y aún en casos como el de Pemex, la salida de su líder no cambió en nada la estructura sindical.

Vea usted algunos casos.

La CTM, que fue por mucho tiempo la principal central obrera de México, es dirigida desde 2016 por Carlos Aceves del Olmo, de 80 años quien hizo su carrera encabezando a los trabajadores del Distrito Federal y escaló los peldaños burocráticos de la CTM hasta encabezarla.

Uno de los campeones de la permanencia en Francisco Hernández Juárez, que dirige desde hace 44 años al sindicato de telefonistas. Víctor Flores, líder del sindicato ferrocarrilero, lleva en su posición 26 años. Isaías González Cuevas, de 80 años, lidera la CROC desde hace 15 años. Joel Ayala, lleva 21 años al frente de los trabajadores del Estado, la FSTSE. Víctor Fuentes, líder del SUTERM, es uno de lo más “nuevos” pues lleva solamente 14 años al frente de los electricistas.

Hay muchos más. La lista sería enorme, con el agregado de que la 4T ha revivido a personajes como Napoleón Gómez Urrutia, dirigente de los mineros desde hace 19 años.

¿Cuál es la razón de que no haya cambios en la estructura de las organizaciones sindicales en México? Para poder responder a esta interrogante es necesario hacer un poco de historia.

Las bases del Estado mexicano se configuraron en lo esencial durante el sexenio de Lázaro Cárdenas.

Se estableció una simbiosis entre el partido en el gobierno, entonces el PRM, y el Estado mismo.

La base de su organización fue el corporativismo. Hubo cuatro sectores que conformaban el PRM que luego se transformó en el PRI. El obrero, el campesino, el popular y el militar.

En la década de los 30, el grupo más importante ya era el sector sindical, que encabezaba principalmente la CTM, liderada entonces por el izquierdista Vicente Lombardo Toledano.

Al paso de los años, este fue desplazado por Fidel Velázquez que se convirtió en su líder histórico hasta su muerte en 1997.

Pasaron los sexenios y las organizaciones sindicales y sus líderes siguieron como una de las bases fundamentales de los gobiernos priístas.

Hubo un pacto, que consistía en que los líderes sindicales eran respaldados por el gobierno para que estos mantuvieran bajo control a los trabajadores de sus organizaciones. Una premisa era que recibían un trato privilegiado respecto a los no sindicalizados para que los líderes tuvieran legitimidad entre sus bases.

Ese Pacto permitió un aumento consistente de los salarios reales por décadas, pero también un desplome de los salarios a partir de la década de los 80 del siglo pasado, cuando estallaron las crisis económicas y financieras.

Cuando el PRI perdió la presidencia de la República en el año 2000, se pensó que habría un cambio en la organización de la estructura sindical para desmontar la estructura de poder del viejo Estado. Sin embargo, no fue así.

El gobierno de Fox tomó la decisión de mantener en lo esencial la misma estructura sindical y aliarse cercanamente con liderazgos como el de la maestra Elba Esther Gordillo.

En el gobierno de Peña, ella cayó en desgracia, pero la estructura se mantuvo intacta.

Ahora, dos años y cuatro meses después del ascenso de López Obrador al poder, todo indica que tampoco habrá cambios sustantivos pues el gobierno pretende tener el respaldo de los sindicatos.

Han regresado privilegios que por razones de carácter financiero se habían perdido en los últimos años, como las pensiones de los electricistas.

Pero, además hay una política explícita de crecimiento de los salarios reales.

Los salarios promedio de cotización al IMSS se incrementaron 15 por ciento en los últimos dos años, con una inflación de 7.6 por ciento, lo que implica un alza de 6.9 por ciento en términos reales.

En el caso del salario mínimo, el incremento (fuera de la frontera norte) es de 28.3 por ciento en términos reales.

Esto da solidez a los dirigentes sindicales, que han renovado su pacto con el gobierno, ahora de la 4T.

Si bien la estructura social mexicana es hoy ya muy diferente de la que existió en la década de los 30 del siglo pasado, cuando el Estado se conformó, López Obrador sabe que contar con el respaldo de los sindicatos puede ser clave para triunfar en procesos electorales tanto en este año como en la elección presidencial del 2024.

Además, como en las viejas épocas ya olvidadas, el sector militar está adquiriendo una importancia creciente. Hay que recordar que la mayoría de los presidentes en la era posrevolucionaria fueron generales hasta el año de 1946, cuando fue elegido Miguel Alemán.

Hoy, por el rol que se está dando al ejército y la marina, pareciera que hay la intención de regresar a esos tiempos ya olvidados.

Sin embargo, no hay que confundir, las bases del respaldo a López Obrador son diferentes a las que tuvo el viejo Estado priísta, simplemente porque la sociedad también ha cambiado.

Sin embargo las estrategias y mecanismos para generar dicho respaldo parecen replicarse.

Los programas sociales que, de acuerdo con el Inegi, alcanzan un 25 por ciento de los hogares mexicanos, o un 70 por ciento de acuerdo con los datos del gobierno, son una de las bases fundamentales de este respaldo.

La combinación de un amplio sector de informales o marginados que reciben apoyos directos del gobierno; militares con nuevos privilegios, y sindicatos fortalecidos, parece ser la apuesta del gobierno de la 4T para asegurar su permanencia por muchos años en el poder.

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