*Son los Dueños de Conciencias, Vidas y Propiedades en la República
*Actualmente hay 32,000 Ejidos Distribuidos en Todos los Estados
*Las Comunidades Agrarias son 2,354 en tan Sólo 29 Entidades
*Playas que fueron Ejidales hoy en Manos de Consorcios
*Hay Reclamos, Pero las Voces de los Campesinos no se Escuchan
*En 2021 el Campo fue uno de los Rubros más Sacrificados
Por Jesús Michel Narváez
“El Ejido languidece”, dice fijando la mirada en lontananza –el recuerdo del pasado lo alcanza- Augusto Gómez Villanueva, primer secretario de Reforma Agraria en el año 1970.
La forma de la tenencia de la tierra; comunal, ejidal, pequeña propiedad vive uno de los peores momentos de su historia. Sin subsidios al combustible y a la energía eléctrica y con la presencia de las trasnacionales agroalimentarias, la producción de quienes labraron la tierra durante centurias, crearon una estructura familiar, sembraron para el autoconsumo y después intentaron comercializar sus cosechas, viven otro severo problema: la presencia del crimen organizado que compra los terrenos antes de la Nación y hoy propiedad de los campesinos debido a la reforma al artículo 27 constitucional de 1998, en la que se autoriza la escrituración de la tierra, incluida la dotación de agua.
Y el crimen no para. La reapertura de decenas de minas de oro es otro de sus negocios.
Con 32 mil ejidos “sobreviviendo” (en todos los estados de la República), dice el que fuera líder de la entonces poderosa Confederación Nacional Campesina (CNC), mientras toma un trago de café y charla con el periodista sin cortapisa alguna. Señala que los ejidatarios venden sus tierras mediante un “enganche” mínimo y parten a Estados Unidos, en donde aspiran a ganar lo suficiente para enviar las remesas. “Dejan a la familia. El abuelo, el padre, la esposa, los hijos. Se pierde la mística ancestral de cultivar la tierra heredada”.
Advierte que los sembradíos de marihuana y amapola se multiplican a lo largo y ancho del país y sobre todo en las zonas altas, alejadas de las poblaciones y los militares y marinos no entran a ellas porque ahí están los que fueron dueños de la tierra y hoy son empleados de los narcotraficantes. Hoy las comunidades agrarias suman 2,354, en 29 estados del país.
LAS ZONAS URBANAS SE COMEN LOS EJIDOS
Cuando Carlos Salinas de Gortari publicó las reformas que permitieron a los ejidatarios vender sus tierras, también modificó la Ley General de Aguas y los predios se volvieron apetitosos para las inmobiliarias.
Construir en zonas urbanas que se expanden ha sido el negocio redondo. Y en éste también participan los criminales, quienes han encontrado en la compra de tierras con agua, minas de oro cerradas por conflictos sindicales, predios que se comieron las ciudades y destrozaron los ejidos, grandes negocios. Estos permiten a los narcotraficantes e integrantes del crimen organizado “dominar vastas extensiones, miles de hectáreas” y les otorga el poder para controlar municipios y ordenar quién es candidato y alcalde y los síndicos de seguridad, obras públicas y ahora hasta de salud.
(El pasado 4 de marzo la secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez reconoció en la conferencia matutina presidencial que en los estados de Morelos, Guerrero, Michoacán, Oaxaca, Veracruz, Sinaloa y Jalisco existe un mayor riesgo de que candidatos sean cooptados por el crimen organizado. En algunas regiones, el crimen designa, hoy está intentando designar candidatos de áreas completas de los municipios tomando el control de las finanzas También extorsionan y piden moches, diezmos tanto al gobierno como a proveedores. “En otros estados bloquean a candidatos o partidos políticos que no responden a sus intereses”, dijo).
Augusto Gómez Villanueva precisa que los ejidos son devorados por los intereses inmobiliarios gracias a que la propiedad de la tierra es ahora de los campesinos.
Alerta sobre la forma en que se realizan las operaciones. Recuerda que antes de la reforma si alguien pretendía ceder un espacio de la tierra que usufructuaba por concesión del Estado –situación que desapareció y el Estado ha perdido miles de hectáreas bajo su tutela-, se reunía la comuna y el dirigente agrario convocaba a una asamblea en la que se informaba de la intención de equis “compañero” y se aprobaba o rechazaba. Ahora no hay asamblea. El comprador –criminal- negocia directamente con el líder y recibe dinero y apoyo para sus siembras y cosecha sin convocar a la comunidad.
La tierra ya no es de quién la trabajó durante decenios y dejó la vida bajo la aridez de la parcela.
El cambio no tiene reversa. Ahora las trasnacionales y el crimen organizado junto con los narcotraficantes dominan la “pradera”, el “bosque”, la “montaña”.
Y la pelea por las tierras no solo es solamente en suelo firme. Está en las zonas turísticas. En las playas que fueron ejidales por dotaciones presidenciales y ahora están en manos de consorcios hoteleros, muchos de ellos, con participación de criminales de cuello blanco, aunque no aparecen en las escrituras.
Son miles de kilómetros de playas que se han apropiado los hoteles de firmas trasnacionales o locales, violentado el espíritu de la Constitución que prohíbe la venta de las mismas.
(Rosa Icela Rodríguez estableció el 4 marzo que “sabemos que el nivel de gobierno más vulnerable es el municipal, más aún cuando están en zona de influencia del crimen organizado, de cuello blanco, por ello es necesario actuar con una guía clara”).
En época electoral, el Gobierno federal ha detectado la presencia de los criminales en zonas focalizadas: Oaxaca, Guanajuato, Veracruz, Guerrero, Morelos, Baja California y Jalisco. Es en donde se registra el mayor número de homicidios, la siembra de marihuana y amapola se ha incrementado y la “base social” con que cuentan los cárteles impide que las autoridades federales ingresen a las zonas “prohibidas”.
Zonas como las de Aguascalientes, Zacatecas y parte de Guanajuato son controladas por los Zetas, quienes observan ranchos cuyos propietarios no están presentes y encargan los ranchos a los veladores su cuidado para tomarlos a cambio de pequeñas sumas. Los dueños no pueden hacer nada. Sus empleados les dicen: “Jefe, mejor no meterse con ellos… son gente mala”.
Y cientos de propiedades están en manos de los criminales sin que los propietarios logren su devolución. Impera la ley de “plata o plomo”.
LA DIVERSIDAD DE ACCIONES
Estudios realizados por especialistas en la materia revelan que los criminales han diversificado sus acciones y ahora participan activamente en las labores de campo, no como pizcadores ni sembradores sino como dueños de conciencias y vidas.
Han incursionado en la siembra de trigo, sorgo, frijol, soya, tabaco, café y hasta aguacate y hortalizas. Controlan vastas zonas en el noreste y sureste del país. Escogen las áreas de “oportunidad” y tienen conocimiento del estado económico de los propietarios.
Las víctimas comunes: los ejidatarios.
La educación deficiente, el abandono gubernamental para otorgarles apoyos, la carencia de maquinaria, la escasez de fertilizante, el alto costo del diésel y la energía eléctrica los convierte en blancos para vender sus parcelas o rentarlas en sumas miserables.
A pesar de los reclamos, las voces de los campesinos, de los labriegos, de los que con sus manos entierran las semillas y levantan las cosechas, no se escuchan.
Durante el actual gobierno el campo ha sido uno de los rubros más sacrificados. En el presupuesto de 2021 se redujo en 20 mil millones de pesos la asignación para la producción que generan los ejidatarios y los comuneros.
Y CUANDO LOS SUEÑOS MUEREN
Para millones de campesinos que poseen tierras ejidales y se encuentran en 31 873 ejidos y comunidades distribuidos en todas las entidades federativas y se localizan en 90.4 % de los municipios que conforman el país; los ejidos son 29 519 y las comunidades ascienden a 2354, el sueño de producir, de ser rico, de tener su parcela, de saber que habrá cosecha mañana, está muriendo.
El despertar es la pesadilla. Mirar al pasado solo produce tristeza. Las fértiles tierras, en las que se cultivaba el maíz y pastaba el ganado bovino y el ovino, es ahora un yermo.
Y la pesadilla no desaparece. Por el contrario: quita el sueño, el buen sueño con el que se alimenta la esperanza de que todo vuelva a la fertilidad.
Sí, como dice Augusto Gómez Villanueva: el ejido languidece… también otras formas de propiedad.