En las colinas de la península de Yucatán, el bosque se detiene abruptamente y decenas de árboles jóvenes crecen esparcidos alrededor de troncos de árboles carbonizados.
Las plántulas responden al amplio programa de reforestación del Gobierno conocido como ‘Sembrando Vida’, pero también las áreas quemadas. En esta parte del país, el proyecto está relacionado simultáneamente con la destrucción generalizada y la regeneración.
Bajo el Gobierno previo, al propietario se le pagaba por cuidar de la selva dentro de su territorio, pero cuando Andrés Manuel López Obrador asumió la presidencia en 2018, recortaron el presupuesto del programa.
El reemplazo del mismo paga a las y los campesinos por sembrar árboles para la producción de frutas y madera, con el objetivo de crear una industria en zonas rurales desfavorecidas durante las próximas décadas.
Pero un viaje a fines de febrero a Yucatán y Campeche reveló que las fallas en la creación misma del proyecto podrían poner en riesgo sus buenas intenciones.
“Esto es lo que hace Sembrando Vida”, dijo José, un campesino local, pateando un tronco negro. Pidió no revelar su apellido por temor a perder los fondos del Gobierno por criticar el programa.
‘Sembrando Vida’ es el proyecto ambiental insignia del mandatario Andrés Manuel López Obrador, un plan de siembra de árboles de 3 mil 400 millones de dólares para ayudar a alcanzar los objetivos climáticos y a la vez cumplir con su finalidad general de combatir la pobreza y la desigualdad desenfrenadas en México.
Los lugareños indican que el sistema incentiva a los campesinos a arrasar con terreno del bosque para prepararlo para la siembra. La incertidumbre también abunda sobre el estado legal de las parcelas replantadas, lo que significa que no hay garantía de que los agricultores puedan cosecharlas, por lo que para algunos hay poca motivación para cuidar de estas nuevas siembras.
“En muchos lugares la gente se fue a decir: ‘Bueno, yo tenía mi hectárea de selva, pero viene el programa pues tiro la selva, los árboles me sirven para mi casa o para vender la madera o para lo que sea y cuando venga el nuevo programa vuelvo a sembrar’”, precisa Sergio López Mendoza, profesor de ecología y conservación de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas.
La Oficina de la Presidencia declinó hacer comentarios sobre esta nota. La Secretaría de Bienestar, a cargo de ‘Sembrando Vida’, no entregó respuesta a preguntas detalladas sobre el programa.
‘Sembrando Vida’ paga actualmente a cerca de 420 mil agricultores una suma de 4 mil 500 pesos al mes por plantar árboles, según el Gobierno. El objetivo es reforestar un poco más de un millón de hectáreas de terrenos deteriorados en todo México y cultivar más de mil millones de plantas para finales de 2021. El Gobierno asegura que está en camino de cumplir dicho objetivo.
Ese éxito puede haber tenido su costo, según el Instituto de Recursos Mundiales (WRI, por sus siglas en inglés), una organización ambiental sin ánimo de lucro que ha trabajado con el Gobierno mexicano para monitorear los resultados del proyecto.
El WRI, con sede en Washington, estima que el programa pudo haber causado la pérdida de casi 73 mil hectáreas de cobertura forestal en 2019, su primer año completo, según un estudio basado en imágenes satelitales que fue compartido con Bloomberg News.
Esto sería un área casi del tamaño de la ciudad de Nueva York. También es casi la mitad de la cantidad anual promedio de cobertura forestal que se pierde debido a cambios en el uso de la tierra y la tala ilegal en la misma región, según cálculos del WRI.
Algunas y algunos in situ piensan que la devastación podría ser aún peor. Juan Manuel Herrera, un ingeniero forestal de Campeche, comenta que el estado habría tenido potencialmente pérdidas mucho más altas que aquellas estimadas por el WRI.
Los pagos mensuales son un salvavidas fundamental para algunas de las comunidades más pobres de un país azotado por la pandemia —las zonas rurales que forman la base del presidente.
La economía de México se desplomó 8.2 por ciento en 2020, mientras que el empleo formal cayó en enero en comparación con el año anterior en todas las áreas fuera de los estados industriales fronterizos del norte.
Los programas sociales son fundamentales para el apoyo a Morena, el partido del presidente, antes de los comicios de junio, y encuestas muestran que los votantes consideran que estas iniciativas son de los mejores logros del Gobierno.
Sin embargo, a nivel local, el daño ambiental amenaza con superar los beneficios. En solo una aldea de Campeche, más de dos tercios de los participantes del programa habían talado el bosque para poder obtener el beneficio, según un participante.
Antonio, quien pidió ser identificado solo por su nombre por temor a las repercusiones, mostró dónde él y sus familiares habían despejado una densa zona de árboles que incluía tzalám, o nogal caribeño, y chacá roja, comúnmente conocida como gumbo-limbo, para tener derecho a los pagos.
Un representante de ‘Sembrando Vida’ en la aldea negó que las personas hubieran talado árboles para ingresar al programa en el área, diciendo que habían usado tierras de pastoreo de ganado.
Antonio, por su parte, asegura que no habían tocado el terreno de pastoreo porque su ganado lo necesitaba. Quería mantener el bosque intacto y talar algunos árboles pequeños para ayudar a los demás a crecer, destaca, pero los representantes del programa solo buscaban terrenos despejados, y él necesitaba el dinero del Gobierno.
Las inconsistencias de ‘Sembrando Vida’ se suman al historial de López Obrador en términos climáticos. El mandatario ha favorecido a Petróleos Mexicanos (Pemex), y a la empresa estatal de servicios públicos a expensas de proyectos privados de energías renovables. Ha atraído críticas de diversas ONG por construir una refinería de petróleo en un bosque de manglares y por los planes de un ferrocarril turístico que atravesaría la selva tropical.
El Gobierno de México se ha unido a Rusia y Brasil, fallando en la mejora de sus compromisos climáticos de París antes de la cumbre COP26 este otoño.
En 2019, López Obrador hizo caso omiso de los llamados para declarar una emergencia climática, aludiendo al programa ‘Sembrando Vida’ y comentando que estaba “muy satisfecho” con su historial ambiental.
“Se está haciendo todo lo posible por evitar que se destruyan los bosques”, añadió entonces. Apenas el mes pasado, se refirió al mismo tildándolo de “programa bendito” y regularmente lo aclama como el plan de reforestación más importante del mundo.
El proyecto puede citar éxitos, con unos 660 millones de plantas sembradas para finales de 2020. No obstante, los ambiciosos objetivos están lejos de ser suficientes para que el programa sea el factor principal para que México cumpla sus objetivos de París, expone Adrián Fernández Bremauntz, director ejecutivo de la Iniciativa Climática de México, una ONG centrada en el medio ambiente.
También comenta que, este tipo de programas, si no están bien diseñados, pueden generar incentivos perversos.
El sistema de pagos ha, en efecto, creado un dilema para las comunidades que han vivido en estos bosques durante siglos: talar su hábitat o no recibir ingresos que tanto necesitan.
Bernardo Chankin, líder de una aldea en la Selva Lacandona en Chiapas, comenta que menos de un tercio de las familias de su aldea pudieron acceder al programa porque la comunidad se negó a talar árboles. “Como lacandones nos dedicamos a la conservación”, declara por teléfono. Ahora los ríos y pozos en su parte de Chiapas se están secando debido a la deforestación.
Otros, como José, el agricultor de Yucatán, dicen que sus comunidades no tienen más remedio. “¿Qué podemos hacer?” dijo. “Es la oportunidad que hay”.
Al parecer, el Gobierno estaría haciendo poco para garantizar la durabilidad del proyecto. No se les pide a los agricultores que firmen contratos, solo cartas promisorias, dieron a conocer dos participantes. El Gobierno no ha registrado formalmente las áreas designadas para la madera, lo que genera incertidumbre sobre la concesión de los permisos necesarios para talar los árboles una vez que maduren.
Muchas y muchos agricultores dicen que no creen que los alentarán a seguir cuidando sus plantaciones después de 2024, cuando López Obrador dejará el cargo. Algunas y algunos deciden embolsarse los pagos del Gobierno y hacer lo mínimo para evitar salir del programa, argumentando que simplemente pueden sembrar cultivos más rentables cuando se agoten los pagos.
“Hay muchachos que dicen: ‘Ah madrina, ¿por qué lo riegas? Termine el programa, lo cortas y sigue sembrando soya’”, explica Nancy López, de 57 años, una agricultora de Yucatán, mostrando con orgullo un pequeño vivero de árboles que pronto plantará bajo el programa.
El bosque es incontenible. Donde árboles han sido talados, otros nuevos cobran vida en unos meses. Rápidamente superan las especies no nativas que el programa a menudo pide a sus participantes que planten, como el tamarindo y el cacao en Chiapas. Sin embargo, algunos participantes dicen que les obligaron a talar los nuevos árboles nativos y replantar las especies no nativas que habían muerto por falta de agua o demasiado sol.
Junto a los indomables árboles nativos brota maleza gruesa y rebelde que juega un papel importante en el ecosistema, protegiendo a los árboles jóvenes del sol y brindándoles humedad durante los períodos de sequía. Pero los administradores locales a menudo obligan a los agricultores a cortarla también para que el terreno luzca más limpio.
No todo está perdido aún. José Iván Zúñiga, gerente del equipo forestal de WRI México, aplaude la ambición del Gobierno y dice que el problema era la prisa por implementar. Si ahora se hace bien y se mantiene hasta 2030, el programa podría capturar de dos a tres veces el carbono que se perdió al principio, dijo.
Una tasa de supervivencia de las plantas del 80 por ciento mitigaría 3.4-5.5 toneladas métricas de dióxido de carbono (CO2) por año, mientras que una tasa del 40 por ciento significaría la mitad de estos valores, halló el estudio de WRI. Herrera y su equipo estiman que solo entre el 10 y 30 por ciento de los árboles plantados en algunas regiones sobrevivirán a más largo plazo.
El “potencial de ‘Sembrando Vida’ es alto, pero sí es importante que el programa resuelva todos aquellos temas que tiene pendientes”, asevera Zúñiga.
Es fundamental que registren legalmente las parcelas de tierra y garanticen que las hectáreas plantadas permanezcan en el sistema forestal durante al menos 30 años. De lo contrario, afirma, “todo se va a ir para abajo”.