A través de una concisa selección de obras, el Museo de Arte de Dallas (DMA) pone en relieve el lenguaje visual, la exploración de la naturaleza muerta y la vida personal de Frida Kahlo para comprender cómo la pintora se convirtió en un icono del arte mexicano y en una de las figuras mejor cotizadas en el mercado internacional.
Con el título “Frida Kahlo. Cinco obras”, la exhibición se compone de apenas cuatro óleos y un dibujo con el reto de entender la cosmovisión estética de la artista a través de este pequeño universo pictórico. Se trata de piezas realizadas en los últimos años de vida de la artista y que pertenecen a la colección privada de la Galería Arvil.
La propuesta curatorial, a cargo del doctor en Historia Mark A. Castro, es que cada pieza actúe como un detonador de reflexiones para comprender aspectos más amplios de la práctica artística de Kahlo. Desde su desarrollo de un lenguaje personal con imágenes metafóricas hasta su exploración en la pintura de la naturaleza muerta.
Al mismo tiempo, como sucede en muchas de sus obras más conocidas, estas piezas reflejan las experiencias personales y los acontecimientos de su “vida aventurera”.
Para ello las obras fueron sometidas a estudios con técnicas no invasivas como imágenes con radiografía X y fotografía infrarroja que permite mirar qué hay detrás de las pinceladas de óleo. Los exámenes fueron realizados por Laura Hartman, conservadora de pinturas del museo, en un intento por observar más allá de las lecturas ya hechas sobre la estética de Kahlo.
“En un momento en que el arte se ha convertido en una fuente fundamental de consuelo e inspiración para muchos de nosotros, esta pequeña instalación permite vislumbrar lo que está detrás de las obras de una de las artistas más admiradas en la actualidad. En el corazón de la sensacional historia de la vida de Kahlo se encuentran obras cautivadoras como estas; son viscerales en su emoción y vibrantes en su ejecución», describe en la hoja de sala el curador, quien realizó el proyecto en colaboración con Jorge Baldor, especialista en arte latinoamericano en el MDA.
Las obras expuestas son el dibujo “Vista de Nueva York” (1932), que es una captura de la vista desde la ventana de Kahlo en el Barbizon Plaza Hotel, donde ella y Diego Rivera se hospedaron durante su estadía en Estados Unidos.
Sigue el cuadro “Diego y Frida 1929–1944” (1944), que aún se conserva en el marco original cubierto de concha seleccionado por Kahlo; se trata de un recuerdo creado por la artista para conmemorar 15 años de relación con Rivera. Continúa “Sol y vida” (1947), en el que se teje una reflexión sobre el ciclo de la vida y la muerte.
Las dos obras que más llaman la atención son “Naturaleza muerta con perico y bandera” (1951) y “Naturaleza muerta” (1951) en las que Kahlo exploró el potencial de un género pictórico que dominó sus últimos años de vida: el bodegón. En ambas obras, traspasó los límites de la pintura tradicional para transformar sus autorretratos en conjuntos de frutas, símbolos nacionales y antiguos objetos mexicanos para hacer, a la vez, reflexiones sobre su propia identidad.
La pequeña instalación, de entrada gratuita, se inaugurará el 28 de febrero junto con la exposición “Devotos: Arte y espiritualidad en México y Nuevo México”, que presenta obras de la colección latinoamericana del DMA. Ambos proyectos tendrán un recorrido virtual para quienes aún no puedan asistir a las salas del museo.