Por Jesús Michel Narváez
¿Cinismo?… ¿Desparpajo?… ¿Irresponsabilidad?
Podría seguir con los adjetivos pero hay uno indiscutible: burla.
Eso es lo que hizo el vocero sanitario y consentido del gobierno federal al “tomarse unos días” para “visitar a unos familiares” y comer en un restaurante allá en las playas de Zipolite bajo el argumento de que “en la Ciudad de México todos están cerrados”.
Y su acción provocó una reacción inesperada de parte de la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum. Textualmente dijo: “Estando la situación de la Ciudad de México como está pues nosotros no podríamos tomarnos algún descanso, hay que estar permanentemente atendiendo una situación de emergencia como la que está viviendo la ciudad, pero yo le tengo todo el respeto al doctor Gatell (Hugo López-Gatell Ramírez) y pues él tiene que informar a la ciudadanía”.
Ya lo hizo en su peculiar forma de evadir la responsabilidad.
Más allá de lo anecdótico que podría resultar hablar del tema en el futuro, la acción demuestra que en el gobierno federal hay más de dos caras.
No solamente en tratándose de la pandemia que ya cobró 130 mil vidas y tiene en riesgo a millón y medio, sino en el respeto a la legalidad, en obedecer lo que marca la Constitución, en defender el Estado de Derecho y no destruirlo.
Obcecado que es el titular del Poder Ejecutivo federal no tiene medida para nada. Estar en su despacho en Palacio Nacional y leer un mensaje de fin de año en el que afirma que habrá vacuna para “120 mil mexicanos” y repetir la cifra, evidencia que no sabe de matemáticas… ¡Tampoco!
En su segundo tercio de gobierno, que es cuando se expone sin cortapisas lo que se quiere hacer justamente por el proceso electoral que marca el desarrollo de los mandatos constitucionales, parece que al astado no le ha sido suficiente la pica del primer tercio. Quiere más. Bufa y embiste. Con ceguera impresionante.
Si el voz-cero sanitario es incapaz de ser leal a la “austeridad franciscana” pregonada por el obispo palaciego, y mucho menos “trabajar todos los días”, cualquiera que esté cercano o con la venia presidencial, hará lo propio. No hay castigo.
Y decir que su fin de semana en la nudista playa oaxaqueña significa una burla para los enfermos, para los que mueren porque no hay estrategia sanitaria, para las familias que perdieron a sus seres, no es ataque personal. ¿Con qué cara dirá que se use el cubrebocas cuando ni siquiera en el avión en el que viajó se lo colocó? Seguramente dirá que los Reyes Magos le dieron permiso para ausentarse y demostrar que sus pacientes son sus clientes.
¿Cuántas caras tienen la 4t y sus fanáticos?
Usted cuéntelas y se sorprenderá.
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