La 4T y la Nostalgia; es Mitad Zorro y Mitad León

*La Sociedad Debe Hacer Política y no Encogerse de Hombros

*Se Abre la Puerta Para el Abuso del Poder Ante la Resignación

*Centralismo no es el Hilo Conductor de la Transición al Futuro

*Epicúreos, Escépticos y Estoicos no Derribaron las Tiranías de Ayer

Por Ezequiel Gaytán

En el siglo II AC en Grecia surgieron tres corrientes de pensamiento que consideraron que la actividad política era un estorbo y, en términos de una placidez inconmovible e impasible, cayeron en el conformismo. La primera de ellas estaba conformada por los epicúreos que llevaban una vida alejada de los vaivenes y ajetreos de la política, a grado tal que preferían la tiranía que a involucrarse en los asuntos públicos. La segunda fue la de los escépticos que, ante la falta de asumir una actitud y una postura firme, se declaraban incapaces de debatir, discernir y posesionarse acerca de la mejor forma de gobierno; aceptaban al gobierno en turno sin cuestionamientos, pues dudaban de todo y no se comprometían a nada. La tercera fue la de los estoicos que aceptaban al régimen político existente con resignación, un conformismo apático e indolente que nada aportó al mundo de las ideas.

Por su parte, los gobernantes, sabedores que esas formas de pasividad e indiferencia les favorecían, las inculcaban y fomentaban, pues eso les permitía gobernar sin críticas, ni contrapesos, ni cuestionamientos. Aún más, desarrollaron formas encubiertas que disfrazaban el debate público mediante manipulaciones y lograban la legitimidad deseada. Todo ello les permitió actuar con cinismo, impunidad y corrupción. Tristemente la lección es que si la población no se involucra en la política, los políticos la van a monopolizar e incentivarán la resignación política como forma de vida.

En una democracia, donde no se pierde siempre, ni se gana siempre, las actitudes apolíticas son, paradójicamente, las peores enemigas de ésta, pues rehúyen al debate creativo, al consenso deliberativo y al desarrollo plural. En otras palabras, cuando se gana lo importante es hacer un gobierno, realizar los compromisos de campaña, ejecutar el programa de trabajo del partido político y otorgar a la población los bienes y servicios que la Constitución Política establece, tales como educación, salud y trabajo. Por su parte, los perdedores (partidos políticos y votantes) deben fortalecer la vida democrática y, por ningún motivo, encogerse de hombros, pues de hacerlo, lo que sucederá es que pasivamente se hundirán en la insignificancia. En sentido contrario, si aceptan su derrota electoral, pero la asumen con gallardía, tratarán de recuperarse lo más rápido posible, buscarán nuevas perspectivas de lucha, promoverán la defensa del Estado de Derecho y aprenderán de sus errores. En pocas palabras, harán política

No es lo mismo pasividad que resignación y mucho menos plegarse a las tres corrientes arriba señaladas, pues ya demostraron históricamente su fracaso. No hacer política es lo peor que le puede pasar a una sociedad. A partir de la resignación política social, los gobiernos pueden ir más allá de sus funciones legales; por ejemplo, allanar domicilios sin orden judicial y los vecinos dirán, como forma de cobardía encubierta, “algo habrá hecho”. Entonces la política estará desahuciada y la democracia será simplemente electoral, pero ya no participativa. De ahí que hacer política cotidiana requiere calidad y ver hacia adelante. Lo cual incumbe a todos.

LA 4T Y LA NOSTALIA DEL PASADO, SU BANDERA

Infortunadamente el actual gobierno ve con nostalgia al pasado, aquel del presidencialismo fuerte, del monopartidismo totalizante, que no totalitario, de acallar a algunos opositores con la fórmula “comprar, cooptar o corromper” y de engendrar apatía a fin de que la sociedad no se involucrase en política a menos que fuera en el partido oficial y su proyecto aglutinador. Ese México ya se fue y ya no es deseable que la vida política sea homogénea y plana en torno a un proyecto que, en efecto tiene rubros plausibles como el combate a la corrupción, pero otros cuestionables como el retorno al oficialismo.

Los pueblos del mundo estamos viviendo una serie de crisis derivadas de la pandemia y algunas soluciones, más allá de la vacunación, estarán en las sociedades participativas y en el quehacer de la política, tales como promover la cultura y la pluralidad. Es más, si repasamos la historia de algunos países y su transición a la modernidad del siglo XIX al XX, encontramos, por ejemplo, que el Reino Unido lo logró porque su hilo conductor fue la Corona y la vida política en torno a ella. Por su parte Francia se quedó estancada en la Bella Época y al no transitar políticamente, tuvo que pagar el alto costo de las primera y segunda guerras mundiales y fue hasta la quinta República que, gracias a su lengua y su civilización, lograron transitar políticamente a la modernidad. Italia tampoco pudo dar el paso y pagó el alto costo del fascismo. Por su parte, los Estados Unidos son una nación que nació moderna y democrática. Por lo que respecta a nuestro país, el Porfirismo asfixió la política y tuvieron que morir un millón de mexicanos para lograr transitar a una sociedad moderna que poco a poco fue absorbida en un solo partido y arrinconó los espacios políticos de deliberación, hasta que a fines de los años sesenta, después de una terrible represión, la politización resurgió y diez años después se institucionalizó con la Reforma política de Jesús Reyes Heroles. En otras palabras, hacer política es crear el hilo conductor hacia el futuro. No hacerla es una regresión.

Así, para el caso mexicano, la solución no está dejar en manos del gobierno toda la responsabilidad. Ante las actuales crisis sanitarias, económica e institucional debemos alejarnos de los simulacros y cinismos asambleístas y participar en la orientación de la toma de decisiones. Sobre todo, porque la actual gestión insiste en la centralización y la concentración de facultades extraordinarias en una sola figura. Lo cual, ya lo vimos no es un hilo conductor de transición, sino un embudo patológico de concentración de poder y de monopolización de decisiones enmascaradas ante el pretexto de las emergencias sanitaria y económica. La fórmula autocrática es vieja y algunos de sus componentes son, en buena medida, el fomento de actitudes epicúreas, escépticas y estoicas.

Que el gobierno actual manifieste que el pueblo participa en las decisiones gubernamentales mediante el asambleísmo disfrazado de democracia es creer que somos párvulos y que ignoramos que el príncipe es mitad zorro y mitad león. Sabemos que su faceta de zorro es la más conocida y reconocida, pero de que sabe dar zarpazos dirigidos con la astucia del zorro también lo sabemos.

Precisamente en eso consisten los zarpazos con las argucias del zorro, en que no lo dice, pero el gobierno fomenta la apatía y la resignación política como lo hicieron algunos gobernantes griegos hace veintidós siglos o lo intentó, entre otros, Porfirio Díaz con resultados muy costosos.

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