El hecho de que el presidente Andrés Manuel López Obrador se haya negado a usar el cubrebocas sí influyó en la población que lo sigue, asegura José Ángel Córdova Villalobos, exsecretario de Salud en la administración de Felipe Calderón. Y agrega que de habérselo puesto, “otra sería la historia” de la pandemia.
Cuando México acumula más de un millón 175 mil contagios y está a punto de llegar a los 110 mil fallecidos oficiales por Covid-19, el estratega de nuestro país para enfrentar la epidemia de influenza hace una década, afirma que se ha aprendido mucho ante el nuevo virus, como que el desconfinamiento tiene que ser progresivo y lento, y “que se tiene que regresar atrás o volver hasta mero atrás, es decir, volver a semáforo rojo sin que tiemble la mano” para controlar las fiestas y reuniones que generalmente se realizan en diciembre. “Sabemos el impacto económico que eso puede tener, pero si no lo hacemos, sabemos el impacto humano que va a tener en cuanto a las vidas”, dice en entrevista a El Sol de México.
A un año del surgimiento de Covid-19 en China, Córdova Villalobos hace un balance de lo hecho por la administración lopezobradorista para contener la pandemia, empezando por el Presidente de la República.
En este momento, al licenciado López Obrador todo el mundo lo ve como la figura máxima y el ejemplo a seguir, y si el ejemplo es (que) no te pongas cubrebocas pues no me pongo cubrebocas. Es una cosa tan simple como eso, seguramente si él hubiera sido el principal promotor, otra hubiera sido la historia”.
Para Córdova, “es un absurdo” adjudicar al cubrebocas un símbolo ideológico. “Esto no es algo político, es algo técnico, que se sabe que funciona, que ayuda y que evita infecciones, contagios y resguarda de todo”.
Además del cubrebocas, el exsecretario de Salud también criticó la negación del Gobierno federal a aplicar pruebas masivas de detección y su decisión de excluir a los expertos para apoyar y diseñar una estrategia frente al virus
“Era muy necesario e importante hacer mucho más pruebas, desde que estábamos en la primera etapa de la importación viral, cuando empezaron a llegar los mexicanos que andaban por Europa, por China, y en el aeropuerto estar haciendo pruebas y tamizaje a fin de dar seguimiento a los contactos para contener la difusión del virus. Finalmente se hizo a medias y empezó a haber transmisión comunitaria”.
Reconoce también cosas que se hicieron bien, como la reconversión de los hospitales, sólo que que al inicio a la gente se le decía que si tenía síntomas se tenía que quedar en casa. “La gente necesitaba un seguimiento más cercano, un profesional de la salud para decirle ‘esto no está bien, vente’, revisarlo y detener a tiempo la progresión de la enfermedad. Eso dejó una laguna ahí. Provocó que muchos llegaran muy mal a los hospitales públicos y los tenían que intubar. Por supuesto el resultado era malo y se morían”.
Bajo esas medidas “duraban en promedio tres días o cuatro (en hospitalización), la gente decía: ‘mejor no voy al hospital porque allí me van a intubar’. ¡Error! Porque es el único sitio donde lo pueden cuidar mejor a uno, pero hay que llegar temprano”.
“Muchas cosas se fueron corrigiendo para dirigir la búsqueda donde estaban los casos para poder atenderlos a tiempo, pero muchos se quedaron en sus casas y murieron en su casa”.
Para el exfuncionario uno de los estados que mejor lo ha hecho (la estrategia) es la Ciudad de México. “Ha habido mucha proactividad para tratar de contener y, además, mucha oferta de pruebas. En las alcaldías se ha facilitado el diagnóstico y qué bueno, porque el Valle de México es el sitio más peligroso por la densidad de población que tiene. En donde esto no se hizo, la verdad, (se hizo) a la buena de Dios”.
Observa que otro factor que influye en la propagación del virus es la condición económica de los mexicanos. Personas “de escasos recursos que viven al día, que si no salen a trabajar pues al día siguiente no comen. Muchos decían: ‘no sé si prefiero morir de coronavirus o de hambre’. Como no hubo un apoyo de ingreso universal básico, pues la gente tenía que salir a buscar el alimento, y a buscar cómo sostenerse y mantenerse, en esas condiciones no tenía cómo comprar un cubrebocas a cada ratito”.
Córdova entiende el temor a reprimir del Gobierno federal “porque sí es muy peligroso hacer un toque de queda. Pero muchos de los eventos secundarios, reuniones o los eventos sociales no deberían haber sido permitidos, sino tener una forma de control para que no se dieran, porque de ahí empezaron a proliferar los casos”.
El exsecretario sugiere a las actuales autoridades reconocer que ha habido cosas que no se han hecho bien. “Todos nos podemos equivocar. Era, es una enfermedad nueva, más agresiva, quizá eso es lo que más ha faltado. Sobre todo, un poquito más de humildad para lograr el apoyo de toda la gente y además de humildad, firmeza para exigir a todo el mundo, independientemente de quién se trate, que se cumplan las medidas. El cubrebocas es para todos, desde el más alto al más bajito”.