*Después de la Primera Ficha, Caen más en el Tablero Mundial
*“Aquí sólo mis Chicharrones Truenan”, Frase que le Robó Torrijos a JLP
*Pródigo el Continente Americano en la Nefasta Producción
*Persiste una Veintena de Autocracias en el Orbe y Habrá Elecciones
Por Nidia Marín
Uno menos, dirían aquellos que llevan la contabilidad de los autócratas que, en una veintena de países, concentran el poder y afectan tanto a los pobladores como a las naciones, cercanas o no, con las que tienen relaciones.
No hay autocracia sin autócrata, dicen y, en este caso Estados Unidos era el ejemplo más claro del culto a la personalidad, los caprichos, las maniobras y el escaso respeto a las leyes… ¿del caudillo?, ¿del autócrata?, ¿del populista?
Si bien esos tres no son sinónimos, tienen características, rasgos y ciertas similitudes, (por ejemplo, su rechazo a las leyes y a la Constitución) y, como fuere… ¡uno menos!, exclaman en muchas naciones, donde tal vez con ingenuidad, quizás con rezos para un milagro, esperan que después de la primera ficha de dominó caída con la derrota de Donald Trump, sigan las demás en otros países,. Ello sucedería si los pueblos se dan cuenta de que en el poder no está un santo, ni un profeta y tampoco un iluminado, sino alguien que se aprovecha de la ingenuidad de las personas.
También podría suceder si una mayoría ya no escucha el canto de las Sirenas reflejado en la voz del autócrata que, para darle por su lado a los votantes clama: “El pueblo bueno está feliz, feliz, feliz…”, “Abrazos y no balazos…”, “Acabaremos con los corruptos…” (siempre y cuando no sean de la casa, por supuesto).
En Perú, por lo pronto, ya mandaron al diablo al presidente. Fue del país, el que la semana pasada aprobó (el lunes por la noche la destitución del presidente Martín Vizcarra «por incapacidad moral permanente”. Acusado de corrupción y otras lindezas ya se fue a su casa. Y no hay vuelta.
La autocracia, ya se sabe, es muy similar al caudillismo y al populismo. Sus líderes abusan de los demás y como decía un populista de cepa, Omar Torrijos, de Panamá, cuando se le dijo que el presidente José López Portillo decía: “Aquí sólo mis Chicharrones Truenan”.
“¡A qué Portillo! ¡Me encantó la frase, se la voy a robar!” Y se la robó.
COPIA AL CARBON DE LOS CAUDILLOS
Señala Pedro Castro: “El siglo XX tiene también una galería nutrida de caudillos: Porfirio Díaz y Álvaro Obregón en México; José Domingo Perón, “El Conductor de Argentina”; Getulio Vargas, fundador del Estado Novo en Brasil, y hasta Rafael Trujillo, “El Benefactor” de los dominicanos; y la lista no se agota. El siglo XXI cuenta con Hugo Chávez, quien ha puesto al día el caudillismo latinoamericano, y de quien hoy, pese a muchos, solamente se puede hacer un balance provisional. Cada uno de los caudillos tiene su propio estilo, y no todos deben ser medidos con el mismo rasero. Algunos han sido dictadores a secas, como Santa Anna y Díaz; otros, razonablemente democráticos, como Hipólito Irigoyen –la figura sobresaliente en la Unión Cívica Radical durante el primer tercio del siglo XX, y derrocada por el general José F. Iraburu.”
Efectivamente, los autócratas son como una copia al carbón de los caudillos, con la agravante de su claro desprecio por las leyes y los derechos fundamentales.
Actualmente, en el orbe, decíamos, hay una veintena de autócratas. He aquí algunos: Venezuela, Nicolás Maduro; Turquía, Recep Tayyip Erdogan; México, Andrés Manuel López Obrador; Hungría, Víktor Orban, Estados Unidos, Donald Trum (todavía no se va, pero falta menos); India, Narendra Mori; Brasil, Jair Bolsonaro; Filipinas, Rodrigo Duterte; Egipto, Abdel Fattah al-Sisi; Polonia, Jaroslaw Kaczynski; Camboya, Hun Sen; Rusia, Vladimir Putin; China, Xi Jinping y Malasia, Mahathir Bin Mohamad.
Hasta ahora hay un buen número de pueblos que ya han rechazado a este tipo de gobiernos, como ha sido con los votantes de Malasia, Maldivas, Armenia, República Checa y Etiopía, entre otros.
Por cierto, varios de los rechazados fueron recibidos posteriormente por Trump en Estados Unidos. Nada que sorprenda, pues.
Hay otros que continúan tan campantes como los de: Corea del Norte, Congo, Burundi, Siria, Birmania, Yemen, Sudán, Sudán del Sur. Todos ellos tienen un sello que los identifica (también los otros como el de México) el rechazo a los derechos humanos.
Y son varios los países que tendrán elecciones. El temor es que surjan otros personajes tan nefastos. Sí, porque, por ejemplo, en lo que falta del mes de noviembre habrá comicios presidenciales en Burkina Fasso y Kuwait. En diciembre los habrá en Ghana, Liberia, Niger y República Centroafricana.
En el 2021 también se realizarán procesos electorales. En América Latina, en Honduras y Chile, mientras que en Europa, por ejemplo, las presidenciales en Portugal, mientras que en Alemania elegirán canciller para el periodo 2021-2025.
MAS SOBRE EL CAUDILLISMO
Y volviendo a Pedro Castro (quien en Redalyc pinta perfectamente a los caudillos que nosotros consideramos padres o abuelos de los autócratas) dice:
“Los caudillos no han sido necesariamente gente con arreos ideológicos o grandes proyectos de cambio social; su temeridad guerrera, sus habilidades organizativas, sus limitados escrúpulos, su capacidad para tomar decisiones drásticas, los convierten en los hombres del momento. Lograron organizar y ponerse a la cabeza de cuerpos militares triunfantes, y en su momento gozaron de una apreciable legitimidad, antes de que su sino político se eclipsara. Un instinto de autodefensa social les hizo aceptables por cientos o miles de seguidores. Y finalmente, el acceso al poder los convirtió en dictadores, marcando la parte final del ciclo. En el caso de México, la Revolución ofreció a Álvaro Obregón la posibilidad de convertirse en militar en ascenso y en político de altos vuelos. No fue, como los caudillos de otras épocas, uno que se sustentaba en una estructura política primitiva, calcada de la lealtad personal del peón o campesino hacia el patrón. Su dominio se sustentaba parcialmente en una liga de caudillos menores y caciques subordinados, aunque de volátil lealtad. Obregón estableció su poder en la jerarquía revolucionaria –primero local, luego regional y después nacional– gracias a su habilidad para cosechar victorias militares y políticas. Su poder nacional aumentó por dos factores: el apoyo popular y su habilidad para hacer alianzas. El primero era resultado de sus logros bélicos y de su propia personalidad, enérgica y dada al humor al mismo tiempo, y la segunda de su capacidad para ofrecer un “proyecto compartido” a sus interlocutores y a pagos políticos”.
Y como estos fenómenos hoy abarcan buena parte del mundo, Eduardo Posada Carbó, en su trabajo “De caudillismos y populismos, viejos y nuevos”, publicado en la Revista de Occidente, puntualizó, por ejemplo:
“Tampoco el populismo ha sido una manifestación única de Latinoamérica. Ni hoy puede decirse que se trate de un fenómeno generalizado. Sin embargo, es innegable que persisten movimientos políticos que comparten muchas de sus características. «Venezuela sí que vive una ola populista», observó recientemente el expresidente uruguayo Julio María Sanguinetti, quien identificó en el presidente Chávez “todos los moldes del populismo histórico”. El ensayo de Carlos Malamud, al examinar el legado peronista, nos permite entender mejor sus manifestaciones contemporáneas, mientras Ibsen Martínez advierte sobre cómo las riquezas del Estado petrolero han «sembrado» el populismo en Venezuela. Los cuatro ensayos que siguen examinan diversos aspectos de conceptos a veces confusos, y de expresiones políticas no suficientemente comprendidas. En conjunto, son de especial relevancia para entender algunas de las barreras que ha tenido, y sigue teniendo, la consolidación de la democracia liberal en la América Latina”.
Sea autocracia, caudillismo o populismo o los tres juntos, la realidad es que… uno menos.