Diccionario y Glosario

Por Ezequiel Gaytán

Un diccionario es un repositorio presentado en forma de libro o electrónico en el que se presentan las palabras en orden alfabético y en las cuales se enuncian sus acepciones o significados y sus definiciones. Por su parte un glosario es un catálogo de palabras de una misma disciplina o especialidad que también se presentan en orden alfabético, pero no contiene acepciones. En otras palabras, cuando se consulta un diccionario encontraremos hasta más de cinco acepciones de una misma palabra. En cambio, el glosario se acota a una y solo a una definición y no da lugar a otros significados.

Al referirme a las acepciones de las palabras en los diccionarios me refiero a los significados que una palabra o expresión tiene en función del contexto en el que se menciona. Lo cual no es una singularidad de los glosarios. Más aún, hoy en el ámbito de la lingüística informática encontramos el concepto de desambiguación que identifica el sentido de la palabra en los términos de una oración, debido a la pluralidad de significados o acepciones.

Todo lo anterior lo menciono debido a que el gobierno utiliza un gran número de palabras como si fuese glosario. Pareciera que no acepta, ni reconoce, ni se abre al entendimiento de las acepciones de las palabras y sus contextos. Escojamos un ejemplo: crítica política. Se refiere al análisis respecto a un trabajo, una situación, una ideología o una decisión de gobierno en la triada metodológica espacio, tiempo y circunstancias.  Es exponer otro punto de vista y hacer patentes las similitudes y diferencias después de examinar el objeto de estudio, lo cual, en muchas ocasiones, puede permitir la superación o mejora del objeto criticado. Lo que es claro, es que el antónimo de la palabra criticar no es atacar. Pero si toda crítica política es percibida o recibida como ataque personal, lo que acontecerá a la larga es el frontoneo y el fin del debate constructivo que es una característica de la democracia deliberativa.

En lo personal, me preocupa la utilización de conceptos tales como conservador y liberal como si se tratase de un glosario y no de un diccionario. Es cierto que existen diccionarios ideológicos, pero incluso esas obras tienen acepciones debido a que los conceptos y las categorías de análisis cambian y representan diversos contextos históricos.

Jugar con las palabras es algo que encontramos en la historia y por eso se enriquecen los idiomas. Pero tergiversarlas o darles un sentido univoco y unidimensional desde el poder, a fin de que la población las utilice de una sola manera es empobrecer a la política y sumir a la población en el oscurantismo. Veamos, es cierto que en México existió durante gran parte del siglo XIX el Partido Conservador y fue el que trajo a un emperador europeo. También es correcto afirmar que con el fusilamiento de Maximiliano, Mejía y Miramón fue el fin político de ese partido.

Posteriormente en el siglo XX, al amparo del Nacionalismo Revolucionario, casi todo era revolucionario (Partido Revolucionario Institucional y Partido de la Revolución Democrática). Incluso, los partidos políticos de corte conservador omitieron el nombre de conservador, pues la ideología del siglo pasado fomentó la imagen de que ser conservador significa ser traidor a la patria.

Lo anterior me lleva a la conclusión de que el conservadurismo en México, con esa palabra, estará por mucho tiempo proscrita en la política nacional.  Los partidos políticos conservadores que aspiren al desarrollo nacional y sean sinceramente amantes del país lo harán con otros nombres. Sobre todo ahora que regresamos ideológicamente al siglo XX y desde el gobierno la etiqueta de conservador es sinónimo de traidor a la patria. Las palabras tienen acepciones y los idiomas crecen en la medida en que el vocabulario se expande. Es muy peligroso que desde el gobierno se reduzca el léxico político como aconteció, por ejemplo, con la Revolución Cultural de Mao Zedong.

Los diccionarios, estoy convencido, son divertidos. Las etimologías de las palabras, sus sinónimos y antónimos son fuente de cultura. Es más, cada uno de nosotros le asigna una biografía a las mismas y tenemos nuestras favoritas y las que nos desagradan. Pero no es lo mismo ser escritor o editorialista que primer mandatario.

Ambos tenemos responsabilidades y debemos ser cuidadosos con el uso y sentido que les damos. De ahí que las palabras son sinónimo de libertad en una acepción abierta, pero no podemos reducirlas a un glosario personal y decir que criticar es sinónimo de atacar.

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