Por Iván Ruiz Flores
Nadie sabe si a Morena y a su presidente de la República le servirá de experiencia lo sucedido en las elecciones de Hidalgo y Coahuila, donde el PRI arrasó y los dejó pasmados.
El hecho de que en una elección local Andrés Manuel López Obrador resultara un obstáculo para su partido, más que un plus, fue notorio. Sí, vía sus famosas mañaneras la población está conociendo la verdad sobre este personaje que desde que llegó al poder miente sistemáticamente, además de agredir no sólo a los periodistas porque cumplen con su trabajo, sino a todos aquellos que no se someten a sus designios,
Pero el señor no es Dios, ni siquiera un apóstol, sino apenas un simpatizante, con más defectos que virtudes, por lo cual los pobladores no se someten a sus designios y así lo demostraron.
Además, lo que se exhibió con la falta de votos por Morena es el peso que han tenido entre sus simpatizantes (que no militantes) los escándalos desarrollados desde la cúpula en la rebatinga por obtener la dirigencia de un partido que no ha demostrado ser partido, sino apenas una congregación de adeptos.
Otro asunto de mucho peso entre los votantes fue la organización que demostró el Revolucionario Institucional.
Aseguran los expertos que la mera puesta en marcha de un partido no es suficiente, ya que supone la constitución de una serie de entramados, de las cuales, se ha observado, carecen los morenos, incluida también la disciplina.
Quedó claro que la descentralización política que comenzó en diversos países, incluido México, en los años 80s y floreció en la siguiente década no es conocida en Morena para poder desarrollar competencia política. Quizás creyeron que con ganar la Presidencia de la República lo demás llegaría sin el mayor esfuerzo. Se equivocaron.
Así como en otras naciones, el federalismo requería atender un frente electoral muy importante como era el de los estados o provincias para lo cual los partidos tenían que tener sus activos especialmente preparados.
En este caso no fue así y seguramente en otros también porque Morena carece de estructura partidista y únicamente tiene como motor la ambición y el futurismo sexenal. Por lo menos es lo que han estado demostrando y se acaba de observar en las dos entidades.
En esa institución no entendieron que tal como ocurrió hace décadas en algunos países de América del Sur, la vitalidad de la vida política local plantea la particular participación por vías diferentes a los partidos más o menos tradicionales. Porque tales instituciones sí habían entendido y las viejas estructuras centralizadas, poco flexibles y listas para actuar, fueron combinadas con las nuevas.
En Hidalgo y Coahuila, el tricolor introdujo las novedades y utilizó al mismo tiempo lo novedoso en el proceso, incluida la pandemia que está en marcha. Hubieron de actuar de una manera muy particular que seguramente no darán a la publicidad.
Y algo que seguramente influyó fue la forma de trabajo de los priistas en una combinación de la experiencia desarrollada combinada con las novedades de la juventud,
Por lo pronto el tricolor se adaptó a la ausencia de un fuerte liderazgo lo que se tradujo en modificaciones internas menos convencionales y más efectivas.
Como fuere pues, uno de los partidos políticos más antiguos de México, logró el triunfo en la primera elección que se desarrolla en México en un sexenio donde el gobierno federal está en manos de una institución diferente al PRI y al PAN.