Por Jesús Michel Narváez
Aunque era esperada una respuesta del presidente López por la marcha de los integrantes de Frenaaa que se juntaron en buen número para exigir su renuncia, el silencio apareció en Palacio Nacional. Por lo menos hasta las 15 horas con 36 minutos lo único que había como muestra de “solidaridad” era una marcha en la que participaban los mismos de siempre: la mujer vestida de mexicana –no lo es- y con el sombrero charro mal puestos; aquellos que coreaban la clásica arenga: “es un honor estar con…” usted ya sabe con quién. Fue una marcha de “apollo”, o sea, de producto de gallina.
Compartir o no las exigencias de Frenaaa o de los “apolladores” presidenciales no es tema para ser juzgado. Cada quién es libre de manifestarse en pro o en contra. El asunto de fondo es que en este país la polarización entre sus habitantes va creciendo y no se advierte que desde Palacio Nacional surja una estrategia para contenerla.
Al contrario, se vislumbra más división que solamente conviene al residente de Palacio Nacional más no al país.
Y se puede afirmar ello porque quienes están en su contra y lo critican se convierten en combustible para las réplicas presidenciales en contra de todos los conservadores “que están nerviosos y enojados”, ha dicho.
No se entiende, por más que uno trate de hacerlo, la razón de fondo para que en lugar de buscar la unidad se prohíje la división.
El presidente se queja amargamente del discurso de odio. Lo hizo en función de la expresión poco oportuna del escritor Martín Morena y desconoce los que él pronuncia una mañana sí y otra también que no pueden considerarse de amistosos por ningún lado.
En su mente está solamente cumplir con su transformación. Sí, propia de él y de nadie más, destruyendo a todas las instituciones forjadas a lo largo de décadas y cuya misión primigenia ha sido el fortalecimiento de las libertades y de la democracia.
Transformar no significa destruir. Cambiar no implica desaparecer lo existente. Modificar un país no quiere decir empezar de cero.
Si las personas al frente de las instituciones fallaron, no se conjunta con que sean malas. Son malos quienes las dirigen. No por ello se deben destruir. Quizá conminar a los responsables a modificar sus acciones y que se apeguen a la Constitución dejando de lado los intereses personales.
El presidente pone el ejemplo: por encima de la Ley, aunque lo niegue, toma sus decisiones. Ya destruyó la unidad nacional. Está en proceso de lograr que la economía se hunda. Tiene avances en la cancelación de libertades. Y conscientemente fragmenta a la Federación.
El presidente tiene que reflexionar. Él fue electo para conducir los destinos de una nación y de todos sus habitantes, no de un séquito. Debe gobernar para todos incluso para los conservadores fifís.
¿Hasta cuándo detendrá su discurso de odio, su mensaje divisionista, su palabra descalificadora? Ya tiene dos años formalmente en el Poder y lo que se advierte es el choque entre mexicanos.
E-mail: jesusmichel11@hotmail.com, Twitter: @jesusmichelMx, Facebook: Jesus Michel y en Misión, Periodismo sin Regaños martes y jueves de 16 a 17 horas por ABC-Radio en el 760 de AM.