La Ciudad Como Monumento a la Poesía

Gregorio Martínez.
Poemas para pintar
en las bardas
(haikus heterodoxos).
Agua Escondida
Ediciones. CdMx, 2019.

En la esquina del barrio, se grabaron nuestras siluetas

Por David Marklimo

Suele suceder que al caminar por las calles de la Ciudad de México, nos encontremos con una barda blanca, con letras negras citando un famoso poema de amor o alguna frase clamando sobre la marcha, el amor, el olvido que seremos. Es un movimiento que nació en Monterrey, allá por 1996, pero que ahora se ha hecho viral en toda América Latina. Lo mismo encuentras frases en Tegucigalpa que en Montevideo o Santiago de Chile. Después de todo, la historia de la humanidad se ha contado a través de los muros; el hombre de las cavernas pintaba en las paredes para comunicarse. El hombre de las ciudades lo hace en las paredes, no hemos cambiado mucho en ese sentido. Es, en un sentido amplio, el discreto, pero formidable poder ante el malestar cotidiano. Y el consabido cliché de que, ante tanta estafa, tanta burla, tanta inseguridad y malicia, sólo el amor le da sentido a la vida.

De esta forma, en 2013 la entonces delegación Álvaro Obregón aprobó un proyecto para que las bardas de esa parte de la Ciudad reflejasen los sentimientos poéticos. El poeta Gregorio Martínez se dedicó, entonces, a recorrer las calles, a trazar cientos de pequeños versos. Así, años después de pintar bardas, recorrer calles, mancharse de pintura, nació Poemas para pintar en las bardas (haikus heterodoxos). Parece ser que el haiku es el formato literario más adecuado para apropiarse del espacio público. Los haikus se escriben, según la tradición japonesa, en tres versos sin rima, de 5, 7 y 5 sílabas, respectivamente. Es una poesía hecha para el peatón, el que va en la bici o en el camión … para que piense, añore lo que ha dejado en casa o en su pasado. Lo que se busca con estas bardas, con estos pequeños poemas, es crear una especie de antología de poesía callejera, acercando a las personas, integrarlas en el paisaje. El sueño de Rafael Alberti, pues, al sacar a los poemas a la calle, para que dialoguen y den soluciones a los grandes problemas de la sociedad.

El ejercicio de la pinta, podría catalogarse como apropiación del espacio público. Supone, ello un acto de dominio público, un uso social colectivo y multifuncional. Los haikus de Gregorio se caracterizan físicamente por su accesibilidad, lo que lo hace un factor de centralidad y permite que cualquiera que los lea los haga suyos, los adapte y se identifique con ellos. Es la forma en la que la poesía demuestra que nunca hay nadie en completa soledad, todas las experiencias que produce la ciudad, terminan identificándose en sus habitantes. Quizá por eso, el espacio público puede ser definido y categorizado desde el aspecto ambiental, social o cultural y puede estar sujeto a distintas normas y, representar usos distintos o específicos.

La utilidad de la poesía en los espacios públicos ha sido señalada por diferentes autores en otros ámbitos: no sólo se visualiza en éstos una plataforma para la interacción social, sino que es por medio de éstos que se puede coadyuvar a desarrollar la cultura, la identidad, el interés por lo social. No hay ninguna duda: los haikus de Martínez ayudan al desarrollo de la creatividad. Así, los jóvenes, por ejemplo, demuestran sus habilidades al dibujo, y generan puntos de encuentro para algunas tribus urbanas. Son esos encuentros los que logran, más allá de los versos, poner en pie un monumento a la ciudad que recorremos día a día.

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