*De Pío, Mejor no Hablar… por Ahora
*Que dé la Cara, le Pide, Según Dijo
*Donaciones son Ilegales, Aseguran
*¿Existió el Pacto Entre Peña y López?
*Los Relámpagos de Agosto… Duelen
Por Joel Armendáriz
Una lucha política como jamás habíamos visto. En el gobierno de José López Portillo hubo escarceos de choque frontal que se resolvió con un desplegado en el que había una pregunta: ¿También tu Luis? y con el destierro diplomático que llevó al antecesor a las Islas Fiji en cuya capital, Suva, asentó su residencia.
En el pasado lejano solamente había una pregunta que se le hacía al antecesor: ¿destierro o entierro? Todos optaban por la primera opción.
En los tiempos del civilismo gubernamental iniciado en 1946 con la presidencia de Miguel Alemán Valdés, el pleito entre “hermanos de la Revolución” cedió terreno no sin que personajes como Lázaro Cárdenas y Maximino Ávila Camacho –de quien siempre se dijo era el verdadero presidente y su hermano Manuel era un adorno- influyeran en la conducción política del país. Todavía quedaban rescoldos del poder militar que disfrutó las mieles del triunfo del alzamiento de 1910.
Si bien el tiempo no cura las heridas políticas y éstas prevalecen por toda la vida de quien las resintió, finalmente se llegaba a los acuerdos que daban pie a la impunidad y los que se iban pasaban a la “reserva” sin mayor protagonismo.
Fueron los casos, por ejemplo, de Adolfo Ruiz Cortines que al término de su mandato dijo adiós a la política; de Adolfo López Mateos, cuyo estado de salud le impidió gobernar a plenitud en los últimos dos años de su mandato; de Gustavo Díaz Ordaz, quien la historia lo juzgó por la masacre de Tlatelolco y que se retiró de la actividad pública y solamente regresó para convertirse en el primer embajador de México en España después de cuatro décadas de relaciones rotas; Luis Echeverría terminó en el exilio y su retorno no significó mayor problemas para los gobernantes; José López Portillo acabó su vida ladrando como un perro por su pobreza declarada y el tiempo de vida que le restó lo uso para escribir sus memorias; a Miguel de la Madrid Hurtado se le reconoce haber sido un presidente que no aspiró a nada más; Carlos Salinas de Gortari inició la era del neoliberalismo fortalecido y nunca dejó de actuar en política. Fue en su gobierno en donde los enfrentamientos con los aspirantes a sucederlo y el surgimiento del EZLN fueron el principio de una confrontación entre priístas que culminó con la muerte de Luis Donaldo Colosio. Los únicos no impedidos para la sucesión: Manuel Camacho Solís y Ernesto Zedillo Ponche de León, terminaron por distanciarse y el que fuera amigo personal de Salinas acabó abandonando el partido que le dio todo y fundando su partido por el cual buscó la Presidencia sin ninguna suerte.
Vendría la transición. Un personaje que había ganado el gobierno de Guanajuato y al que no le permitieron sentarse en la silla del poder estatal finalmente madrugó e inició su campaña rumbo a Los Pinos y nadie lo pudo detener. Contó con la decisión de Zedillo que jugó con dos ases: si Francisco Labastida Ochoa ganaba sería un reconocimiento a su gobierno; si Vicente Fox Quesada o si Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano coronaba su acariciado sueño de ser émulo de su padre, entonces pasaría a la historia como el mayor demócrata de México.
Podría decirse que después del asesinato de Colosio no habría forma de mayor descomposición política. Equivocación de la que se encargaron Felipe Calderón Hinojosa y Andrés Manuel López Obrador para hacerla pública. Una victoria cuestionada y cuestionable. Una derrota inadmitida y el surgimiento de acusaciones del “gran fraude” electoral. El retorno del PRI pareció tender una alfombra para que las pisadas de los odios no se escucharan más. Enrique Peña Nieto llegó como el “salvador” del tricolor y terminó virtualmente enterrándolo. Sin embargo, fue en su mandato que sus correligionarios gobernadores pisaron y siguen en la cárcel. Algunas decenas de funcionarios menores también fueron procesados y todo indicaba que las aguas volverían al cauce cuando el sucesor asumiera la Presidencia de la República.
AMLO Y EL PODER POLÍTICO TOTAL
Durante la campaña y ya instalado en el poder presidencial, decenas de voces se alzaron para exigir castigo para los corruptos y corruptores que durante seis años saquearon las arcas nacionales. El gobierno de Andrés Manuel López recibió un país en crecimiento mediocre, pero creciendo y con reservas internacionales por casi 200 mil millones de dólares, con finanzas “sanas” y con empleo al alza. La violencia estaba desde tiempo atrás y sigue en aumento.
Desde el inicio de su mandato pareció darse un pacto entre Peña y López. El presidente, en sus acostumbradas mañaneras, arremetía contra la corrupción y mencionaba nombres, cargos, dependencias, pero al expresidente jamás lo tocó ni con el pétalo de una rosa. Hasta que las hojas de la flor se marchitaron.
Sus constantes denuncias públicas no causaron efecto alguno. Acaso dividieron más a la nación y se fortalecieron los grupos: adversarios y seguidores; pueblo malo, minoría rapaz, pueblo bueno y sabio. Una carta habría de abrir el juego: Emilio Lozoya Austin.
Prófugo de la justicia por meses, finalmente fue capturado por la Interpol en Málaga, España. Al principio negó todas las acusaciones. En las dos prisiones en donde estuvo en aquel país se negó a hablar. No aceptaba la extradición. Pero algo pasó y de pronto accedió a ser trasladado a México. La expectativa: sumamente elevada: nombres, fechas, cantidades, sobornos y desvío de recursos públicos.
En solamente un mes, Lozoya entregó la cabeza de sus superiores y “compañeros de gabinete” además de arrastrar a otros dos gobiernos y sus presidentes: Carlos Salinas de Gortari y Felipe Calderón Hinojosa.
Difusión abierta. En cada momento, en cada estación de radio, en cada televisora, en cada medio impreso, en cada red social. Estaba en todas partes. Surgieron nombres: Luis Videgaray Caso, José Antonio González Anaya, José Antonio Meade Kuribreña, Ricardo Anaya Cortés, Javier Lozano Alarcón, Ernesto Cordero Arroyo, Salvador Vega Casillas, Jorge Luis Lavalle Maury, Roberto Gil Zuarth y…” Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón… “son más de 70 nombres” ha dicho el presidente López.
PÍO Y LEÓN, LA OTRA CARA DE LA MONEDA
Cuando el presidente López se frotaba las manos de alegría porque el caso Lozoya le daba oxígeno para “disminuir” y casi “omitir” la tragedia que representa la pandemia del Covid-19, “alguien desde Palacio Nacional” –según versiones periodísticas- filtró dos videos en los que aparecen el hermano del presidente (Pío) y el excoordinador nacional de Protección Civil, David López realizando la entrega-recepción de “miles de pesos en efectivo”.
Una cascada de gélida agua sobre la cabeza del mandatario. Las videograbaciones borraron literalmente el caso Lozoya y el presidente admitió que se trataba de “donaciones” para apoyar al Movimiento –Morena- y de ellas cobraba su salario. Donaciones en efectivo que son ilegales.
Además, en 2015, Morena, su partido, ya recibía prerrogativas del INE por la cantidad de $78.190.916.06. El organismo está obligado a realizar una “investigación de oficio”. El PAN ya presentó denuncia penal en la Fiscalía General de la República. Ricardo Anaya ya demandó por daño moral a Lozoya.
Horas después se irritó. Al tratar de justificar el hecho, defendió a quienes lo apoyaron y “depositaban en una cuenta que tenía en Banorte –el banco no ha desmentido la especie- e inició el control de daños con las comparaciones. Contó con el “respaldo” de su esposa quien “reveló” que Leona Vicario apoyó a la causa –la Independencia- y nadie la grabó.
Al inicio de la semana pasada, el presidente mostró el músculo y atendiendo la máxima de que el ataque es la mejor defensa, puso en alerta a los expresidentes Peña, Calderón y Salinas.
Mediante una consulta en la que los ciudadanos pidan juicio y de no juntarse las firmas entre el primero y el 15 de septiembre para realizarla el 6 de junio del próximo año, sería cualquiera de las cámaras al Congreso de la Unión la que haga la solicitud con las dos terceras partes de sus integrantes y, en última instancia, sería él personalmente quien la solicitaría.
Una guerra sin cuartel. Muchos generales y poca tropa. Y, sí, exceso de parque en ambos lados.
Y de Pío… ya ni pio…
Para el presidente López, México vive “un momento estelar en la historia de México y debemos verlo positivo. Tenemos la gran oportunidad de desterrar la corrupción, si no de manera significativa, sí alejarla por mucho tiempo de la vida pública”. Se refería a las declaraciones de Emilio Lozoya y Genaro García Luna –que nadie sabe de dónde las obtuvo- y pidió a quienes han surgido a la palestra tomar las cosas con calma. “No debemos molestarlos. No verlo como algo negativo, polarizante, de confrontación. Al contrario, si todos ayudamos a que no haya actos de corrupción, México va dar un salto hacia adelante de grandes dimensiones. Es el Renacimiento de México. Por eso hablo de la peste. Cuál es la explicación de que México no avance: la corrupción “.
Toda la semana fue monotemático. Enfocado a sus estrellas estelares del momento. Cuando la pandemia avanza y las muertes se elevan, cuestiona a los medios por ocuparse del número de fallecidos y no por el esfuerzo realizado para reactivar el sistema de salud y evitar que se colapsara. E insistió una y otra vez en que está dispuesto a declarar por los sobornos, dádivas o donaciones recibidas por su hermano de manos de su operador.
El presidente no está imputado. Por lo tanto, no tiene que declarar nada y si lo decide por voluntad propia acaso lo puede hacer por escrito, como ha sugerido que lo hagan Peña y Calderón.
El presidente solamente mira una cara de la moneda: la que le sonríe. Porque de Pío… nada más allá de ordenarle dar la cara. ¿Ante quién? Si la Fiscalía General de la República atiende la denuncia del PAN, probablemente el ruido suba de decibeles.
Es la guerra en la política y en la que se usan, en lugar de balas de cañón, misiles teledirigidos, drones autónomos y destructores, pequeñas cintas con sonido conocidas como “videos”.