Por Gerardo Lavalle
A Emilio Lozoya le faltaron, entre otros, dos nombres de presidentes que actuaron en contra de México y que nunca fueron juzgados aunque sus decisiones hicieron que el país se achicara y los extranjeros se apoderaran del transporte ferroviario.
Antonio López de Santa Anna redujo el territorio al firmar el Tratado de la Mesilla y Porfirio Díaz abrió de par en par las puertas para que las empresas extranjeras tendieran las vías férreas a lo largo y ancho del país.
Y no los menciona Lozoya.
Denunció solamente a los que son adversarios, enemigos, neoliberales, del presidente López. La profusa difusión de las declaraciones del exdirector de Pemex es digna de mejores causas. De acuerdo con el debido proceso, todas y cada una de las revelaciones que formule un imputado se mantendrán en secrecía. Podría darse el caso de que las palabras inculpadoras queden sin efecto legal.
El escándalo ahí seguirá. Será administrado por el presidente López hasta poco antes de las elecciones y dará el golpe maestro: traerá a declarar a quienes menciona el soplón, perdón, el testigo colaborador.
Sin meter las manos al fuego por nadie, es sospechoso que solamente el sector energético sea el motor de la corrupción. ¿Dónde quedan los contratos de construcción de Infonavit, IMSS, ISSSTE? Y dejar de lado la corrupción en Aduanas, el ingreso de armas y drogas, la protección de autoridades de los tres niveles a los criminales de los cárteles, el saqueo del huachicol, el financiamiento de las tres campañas del ahora presidente de México, entre otras muchas acciones cometidas, parece injusto. Sin embargo, el manejo mediático del pez cantor, tapa todo y salvaguarda a un solo personaje: el habitante de Palacio Nacional.
