Por Jesús Michel Narváez
Tardamos poco más de una década en acostumbrarnos, mal hecho por cierto, a la violencia criminal que se desarrolla en el país y que antes nos causaba escozor saber de ejecuciones y de asesinatos masivos. Hoy los cárteles operan sin limitación alguna. La Guardia Nacional ha mostrado su ineficacia para combatirlos u ha probado para qué sirve: para retener a los migrantes y para impedir que los agricultores protesten por la entrega de agua a Estados Unidos. Cierran los accesos a las presa y disparan, si usted quiere al aire, pero hacen sonar sus fusiles.
Llevamos cinco meses bajo la amenaza del coronavirus que ya cobró cerca de 50 mil vidas y contando. Es el número oficial; sin embargo, los matemáticos de a de veras, estiman que el número podría ser de cuando menos el triple.
Tema fundamental para la gobernanza: atender las crisis y sobre todo cuando la vida del pueblo los dos: el bueno y el mal- está en riesgo. La agenda política a modo abandonó ya a los contagiados, por lo menos en el discurso para dar paso al show judicial de la aprehensión y declaraciones de Emilio Lozoya Austin, quien desde la comodidad de una suite hospitalaria responde las preguntas del ministerio público y escucha al juez de la causa.
Para quien fue elegido para dirigir los destinos de la nación es más importante conocer –como si no los supiera- los nombres de quienes cometieron actos de corrupción amparados por el poder público de las dos pasadas administraciones. Poco importa que mueran miles de personas por no encontrar la atención hospitalaria, no médica porque no hay vacuna para frenar el contagio del Covid-19; menos importa la abrupta caída en la economía nacional ni que cuando menos 1.5 millones de personas hayan perdido sus empleos.
Lo fundamental es hablar del avión presidencial; lo verdaderamente importante es el juicio mediático del exdirector de Pemex.
Tampoco importa que la recaudación haya disminuido y no por falta de ganas de pagar impuestos sino porque no se generan al estar detenida la planta productiva, las oficinas, los sitios de esparcimiento. Importa decirle al pueblo bueno que “este no gobierno no es como los de antes”. E importa más hacer leyes a modo para que desde el Poder Ejecutivo federal se manejen discrecionalmente los recursos públicos. Eso es lo realmente trascendente en el gobierno del cambio… cambio para mal de muchos y beneficio de unos cuántos.
Una agenda política a modo que comienza a cansar por la repetición de palabras, las acciones equivocadas y el desplante de la purificación absoluta. Principio, sin duda, del ejercicio absolutista de la autocracia que tiene un colofón: cancelar libertades y obligar a los gobernados a pensar como se piensa desde el Gobierno. No coincidir podría provocar la pira en leña verde a todos los herejes que no creen en el paraíso prometido. Hará falta mucha lecha verde para incinerar a los “infieles”.
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