*Si el Presidente lo Dice, acá Nadie se Opone
*Aunque no Existan Razones Técnicas y Jurídicas
*Tampoco que Sean Económicas, Ecológicas, ni Sociales
*Permisibilidad de Manipular y Márgenes de Maniobra
* El Diálogo con los Diferentes Actores Públicos
Por Ezequiel Gaytán
La expresión popular “voluntad política” en México se asemeja, con todo respeto, a cierto aspecto teológico de “hágase tu voluntad”, lo cual significa que la esencia de la expresión simboliza que, si el presidente dice que se haga algo, nadie se opone y esa decisión se hace porque se hace, aunque no existan razones técnicas, jurídicas, económicas, ecológicas, ni sociales. Tiene que ver con el voluntarismo que es un llamado al irracionalismo, a las pretensiones y a menospreciar la importancia a las condiciones objetivas de la realidad.
Desde el siglo pasado y al amparo del presidencialismo la expresión tiene varias acepciones. Expongo, al menos, tres negativas y una positiva. Las negativas son: a) la que gozan los funcionarios medios y altos debido a su capacidad de decisión, pues entre sus atribuciones no escritas tienen a su favor la permisibilidad de manipular relativamente amplios márgenes de maniobrabilidad, a fin de hacer favores y cobrar facturas, con lo cual muchos se beneficiaban y, por cierto, representa a la vez un lubricante esencial en la marcha del andamiaje institucional; b) la que se expresa como sinónimo de mordida con el propósito de agilizar trámites y autorizar permisos burocráticos y, c) la que supone una parte de la sociedad y los partidos políticos de oposición al argumentar que el país no avanzaba más rápido debido a que los intereses imperantes de la clase política se anteponen al del desarrollo nacional. La positiva consiste en la búsqueda del diálogo mediante el encuentro de los diferentes actores públicos, privados y sociales de la vida nacional y el acuerdo de consenso o pacto de colaboración en favor del desarrollo nacional.
Es interesante hacer notar que la acepción positiva es la que esgrimía el candidato Vicente Fox en sus discursos de campaña al sostener que él si iba a dejar de lado los intereses de camarilla y vería por el bien de los mexicanos.
De alguna manera él estaba convencido que el escritorio presidencial tenía un cajón y dentro de ese se encontraba una “varita mágica” llamada Voluntad Política y que bastaba con coger la vara y esgrimir “más escuelas, más hospitales, más carreteras” y que así sucedería.
Mucha debe haber sido su frustración al no encontrarla, por lo debe haber llamado a su gabinete y les dijo “más escuelas, más hospitales, más carreteras”. La respuesta seguramente fue “a sus órdenes jefe, pero necesito presupuesto, programas de trabajo, autorización de la Secretaría de Hacienda, sujetarme a la Ley de Adquisiciones, lo cual significa que todo tiene su ritmo y cuidar las formas ante la Auditoría Superior de la Federación”. La frustración del guanajuatense debe haber sido mayúscula, más entendió que la Administración pública tiene sus reglas de operación, que la voluntad política no es un monopolio del Titular del Poder Ejecutivo Federal y que no son suficientes las buenas intenciones para que el país avance más rápido.
Lo mismo le sucedió a Felipe Calderón. Con Enrique Peña fue interesante el experimento de la voluntad política al haber logrado el Pacto por México, empero las ambiciones monetarias y la falta de escrúpulos de algunos miembros de ese equipo, echaron los acuerdos por la borda. Por lo que respecta al actual presidente decidió que su Voluntad Política sería como en las épocas del presidencialismo absoluto y que, por lo mismo, es posible romper las reglas de operación de la Administración pública, olvidando que cuando ellos fueron oposición las definieron y negociaron en nombre de la democracia, la transparencia y la rendición de cuentas. Ahora que ya son gobierno no quieren reconocer muchas de las reglas acordadas por consenso y, de manera impositiva cambian o tratan de cambiar leyes, de darles la vuelta, de omitir procesos de licitación pública y, en nombre de “hágase mi voluntad” se construye una refinería sin futuro, un tren maya irruptor de la ecología y un aeropuerto cuya vida útil no excederá los 15 años.
Las acepciones negativas de la voluntad política siguen prevaleciendo y dejan de lado el debate incluyente y respetuoso. La razón es excluida, la planeación, programación y presupuestación en la Administración pública es de papel y la convocatoria a la unidad nacional ya no existe. La noción de voluntad política que hoy impera es la del capricho que impone, según el humor de ese día, el servidor público. Es una expresión compleja. Desafortunadamente hemos regresado a las acepciones negativas del voluntarismo unidimensional y veo muy difícil que se construya la voluntad política del pacto social y el impulso armónico en favor del desarrollo nacional.