El congresista John Lewis, emblemático defensor del pacifismo y de los derechos civiles en Estados Unidos, además de compañero de lucha del activista Martin Luther King, murió de cáncer el viernes a los 80 años.
La Casa Blanca le recordó este sábado: «El congresista John Lewis fue un ícono del movimiento de derechos civiles, y deja un legado perdurable que nunca será olvidado», señaló en Twitter la secretaria de prensa Kayleigh McEnany.
«Mantenemos a su familia en nuestras oraciones, ya que recordamos las increíbles contribuciones del legislador John Lewis a nuestro país», escribió.
Más tarde, el propio presidente Donald Trump, con quien tuvo fricciones, emitió una tibia reacción.
En un comunicado anunciando la orden de que la bandera fuera izada a media asta en la Casa Blanca y edificios públicos por un día, Trump explicó que lo hacía «en señal de respeto por la memoria y el servicio público de larga data del legislador John Lewis, de Georgia».
Lewis había sido diagnosticado con cáncer de páncreas en nivel 4 a fines de 2019.
La presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, había sido mucho más efusiva en un comunicado: «Estados Unidos llora la pérdida de uno de los más grandes héroes de su historia», aseguró.
Lewis fue «un titán del movimiento de los derechos civiles cuya bondad, fe y valentía transformaron nuestra nación», agregó.
Durante toda su vida, este afroestadounidense libró una férrea batalla contra la discriminación e injusticia por motivos raciales.
Fue detenido por la policía en varias protestas contra los genocidios o contra leyes relativas a la inmigración y, con los años, se convirtió en una de las voces más respetadas del país por la justicia y la igualdad.
También boicoteó la investidura de Trump y subrayó la injerencia rusa en las elecciones de 2016 para poner en entredicho su legitimidad.
Lewis nació en Troy, Alabama, en 1940. Creció en una familia campesina de diez hermanos, en una comunidad totalmente negra y rápidamente sintió la segregación por su color de piel.
Tenía apenas 21 años cuando se convirtió en uno de los fundadores de los «Jinetes de la libertad» (Freedom Riders), que pelearon contra la segregación en el transporte público a comienzos de la década de 1960.
Fue también el líder más joven de la multitudinaria manifestación de 1963 en Washington en la que el difunto activista Luther King pronunció su histórico discurso «I have a dream» («Tengo un sueño»).
Dos años después casi muere en una protesta antirracista pacífica en Selma, Alabama, cuando sufrió una fractura del cráneo por golpes de policías.
Ese día pasó a ser conocido como el «Domingo sangriento» y, exactamente medio siglo después, caminó de la mano con Barack Obama, el primer presidente negro de Estados Unidos, por el lugar donde ocurrió esta emblemática manifestación.