*Los Lugares Públicos, Restaurantes y Comercios se Atiborran Incesantes
*¿Debida Distancia?, ni que Estuviéramos en las Escuelas Públicas
Por Jaime Contreras Salcedo
Más allá de cuestiones económicas, los esfuerzos de las autoridades federales, estatales o municipales, para que el ingreso a la “nueva normalidad” fuera tranquilo, se estamparon con la realidad. En los últimos días hemos visto como en la mayoría de las colonias populares, de las metrópolis, la gente, y en especial los jóvenes, irrumpieron no siempre en orden en bares, antros, centros de reunión cotidianos, como si no pasara nada. Como si el mundo, empezara a girar nuevamente y eso de la pandemia o los contagios no les fueran a afectar en forma alguna.
La inmortalidad tocó a su puerta, sentencian con singular tonillo, el acento de la ignorancia mal agazapada en los pocos años vividos, en el ralo tiempo pasado.
Adiós, si es que en algún momento existió, eso de la sana distancia. ¡Susana se va al carajo! gritaban en las fiestas, lo mismo de clase media que en el cierre de calles de los barrios populares. En el tik tok y los videos, por nimios que parecieran, miles se ufanaban no tanto del perro educado y bello que hablaba o del gato panzón y perezoso, sino de la convivencia masiva en donde amigos, y no tanto, se regodeaban con escenas de convivencia colectiva, sino es que masiva, preguntando a medio mundo por dónde venía el lobo, que no lo atisbaban, o no querían verlo.
Este fin de semana, para no ir más lejos, pudimos constatar como en una localidad muy cercana a la capital, los muchachos llenaban lo mismo las taquerías que los locales para entrarle a las cervezas, el trago, los elotes o el pan y las garnachas, sin cortapisa alguna. Sin cubrebocas ni nada que significara seguridad, mientras el ruido de altavoces estruendosos le mostraba a su mundo que, ni hablar, urgía salir a la calle a bailar, tomar, acercarse, amar. La vida es una, y hay que vivirla. Si se agota mañana, pues que sufran los que se queden, qué carambas.
Nadie, nadie osó ni osará ponerles un aviso, un comentario, una idea siquiera sobre el peligro que se sobre ellos se cierne con singular acento. Y si lo hubiesen escuchado en su momento también les importaría un pepino. Si no habían hecho caso cuando, presuntamente, el Covid-19 se movía con la rapidez de un galgo, mucho menos ahora que, se nos vende, las cosas marchan que ni mandadas a hacer para ingresar, contentos, al futuro promisorio que nos hemos ganado por el estoicismo desarrollado en los últimos meses.
Eso dice la Cuarta Transformación y hay que creerle a pie juntillas, señalan sus apologistas.
Ese es el México aguantador por el que se lucha, repiten una y otra vez las voces que la enarbolan, porque ya duele el espinazo de no llevar qué comer a casa, o esforzarse por mendrugos mientras los de arriba, esos perversos neoliberales que no acaban de extinguirse como se pregonaba en tiempos de campaña, se siguen dando lujos que solo humillan a la clase trabajadora.
Pero, independientemente de todo lo anterior, ¿acaso no debiera haber voces llamando desde las esferas del poder a la prudencia, a la tranquilidad, a la inteligencia de los otros, para que los hoy más de 34 mil muertos no se dupliquen y seamos el primer lugar en el mundo en eso de los contagios del virus de todos tan temido? ¿No existe una persona, un líder, alguien, que llame a todos a la cordura? ¿Ya la perdimos al ver al Rey en enaguas, diciéndole que cuál locura Señor, mi Lord?
Hoy son más las voces que claman por esa #NuevaNormalidad porque ya no se puede vivir sin ingreso, y es más que comprensible, pero ¿cómo decirles a los jóvenes, a los estudiantes, a noveles obreros y empleados, que podría resultar una suerte de suicidio colectivo estar en la calle en estos precisos momentos, por lo que quiera y mande, mientras estamos en el pico de casos activos de Covid-19? ¿Nadie se tiene llamando a la cordura, al sentido común, al sentido lógico de la vida? ¿Hay sentido lógico? Indagó el de junto.
No pocos ponen en tela de juicio la política pública de apertura porque, apuntan, tiene claros fines electorales. No pensamos que sea tan mezquino el proyecto y entendemos eso de reactivar la economía porque “no somos Europa”. Pero cuál será el costo de esta determinación que los enemigos lo ven como suculento platillo para deshacer la estrategia oficial por mucho que parezca si no plausible, al menos indicadora que hay que buscar salidas antes de que el payaso nos arrastre a la barranca, como al famoso buey.
Se agotó el tiempo de estimar los costos, incluso medidos en votos, sobre lo que está ocurriendo y cómo se están abordando desde las esferas públicas. No planear lo que ahora va a suceder en tres o cuatro escenarios, medidos por días o semanas, no proyectar la jugada en el tablero de ajedrez social, va a resultar altamente dañino, incluso para el propio gobierno. ¿No lo sabe o no quiere saberlo? ¿No le importa?, preguntó el de al lado.
Mucho del problema y su eventual salida, nos apuntan los Contreras que orgullosamente nunca faltan, es que el que toma decisiones parece andar en otra dimensión, la desconocida. Tras su regreso triunfante, dice, por latitudes norteñas, ahora ya le nacieron arrestos para irse en pos de otras aventuras y periplos hispanos (no vaya a ser), mientras los de abajo, sí, los de abajo, encaran su realidad cotidiana y no se ve ninguna luz al final de ningún túnel, en especial esos que se defienden, o sea, los llamados grupos más vulnerables.
¿O usted qué opina? Se lo dejamos de tarea, pero por lo pronto le recomendamos no salir a la calle si no es con las debidas medidas sanitarias. Si ya se mandó a Susana al carajo, usted no mande su vida para allá. No lo hagas. No es necesario. Sería una cifra más de la estadística, y no pensamos que mucha gente le vaya a importar eso. ¿O usted cree que sí?
Por lo pronto, estas Lascas Económicas buscan salidas adecuadas, se reúnen con otras piedras ribereñas y trabajan con denuedo para abrir senderos de luz, inimaginables para los extraños. Y ya le esperan en este mismo espacio, pero la semana entrante. Aquí nos vemos. Jacs95@hotmail.com.