Por Nidia Marín
¡Es de pena ajena! Sí, el gobierno que actualmente se desarrolla al margen de la Constitución no enorgullece a nadie, ni siquiera a sus seguidores. En cambio, hace que los mexicanos se sonrojen, ante las barbaridades presidenciales, como fue el hecho de que ordenara la libertad de Ovidio Guzmán, dizque para evitar hechos de sangre en Culiacán.
Después de que confesó haber sido quien dio la orden para favorecer al delincuente, tras de mentir durante casi dos años, México perdió el respeto que siempre tuvo.
Ahora será un doble y duro trabajo de parte de la diplomacia mexicana lograr el respeto para este gobierno. Los esfuerzos de Marcelo Ebrard y Juan Ramón de la Fuente, por ejemplo, tras la confesión realizada se fueron por la alcantarilla y hoy tendrán que redoblarse.
Como si no hubiera sido suficiente, ahora el hombre de palacio admite que se llevó a cabo la simulación de una visita a un hospital donde un actor farsante se hizo pasar por un enfermo de Covid-19. La irresponsabilidad llegó a tal grado que sin cubrebocas aparecía en un lugar en el que nunca estuvo.
Esto es un insulto para los miles de mexicanos afectados por la pandemia, ya sea en lo personal o de algún miembro de su familia. Es una exhibición a nivel mundial de gobernar mediante las mentiras.
Los adjetivos abundan para definir a un señor cuyo proyecto es destruir todo lo que millones de mexicanos han construido en más de ochenta años.
Es triste decirlo, pero en México hoy tenemos un mal gobierno, que utiliza el poder para actuar al margen de la Constitución y afectar a millones al vulnerar sus derechos.
Para nuestra desgracia el ejercicio del poder no está distribuido como debiera. Se aplica como si no existieran las normas, el Estado de Derecho y los límites. En la actualidad hay absoluta subordinación de los demás poderes, así como su obediencia.
Como escribiera el doctor Diego Valadés en 2011, en su trabajo “El Sistema Presidencial Mexicano. Actualidad y Perspectivas”:
“La tradicional relación asimétrica entre el Congreso y el Gobierno forma parte de una especie de cultura de la sumisión. La Constitución confiere facultades al Congreso que los representantes no utilizaban en el periodo de la hegemonía, lo que podía explicarse por las razones de supeditación con motivo del ejercicio concentrado del poder. Sin embargo, la composición del Congreso varió a partir de 1997, cuando por primera vez el partido en el Gobierno dejó de tener mayoría en la Cámara de Diputados; este cambio se acentuó en 2000, cuando la titularidad del Gobierno cambió de partido, y además el partido del presidente no tuvo mayoría en las dos cámaras federales. Aun así, algunas facultades continuaron sin ser ejercidas”.
En estos tiempos pandémicos hay mucha indignación ante las actitudes dictatoriales que se desarrollan sin el menor pudor político, ante los acuerdos con los delincuentes y la ausencia de un gobierno imparcial, justo y de acuerdo con la Constitución.
Es muy ilustrativo lo que señala sobre el totalitarismo Eric Cicero Landívar Mociño en su ensayo “El Límite del Poder Político como Función Primordial de la Constitución”:
“El totalitarismo a diferencia del autoritarismo, no sólo busca el control del aparato gubernamental, sino que también tiene por finalidad penetrar todas las esferas del Estado, desde la estructura socioeconómica hasta los aspectos referentes a la moral”.
En otra parte de su trabajo hace una definición de lo que es un Estado Pseudo-Constitucional:
“… cuando el Estado goza de una Constitución, pero en ella no se limita y controla el Poder político ni tampoco se garantiza la libertad de los individuos, sino que más bien, mediante esta Constitución se otorga al Estado facultades propias de la autocracia en desmedro de los ciudadanos, utilizándose esa Constitución como un instrumento de Poder, en vez de ser un instrumento para limitar el Poder.
“En otras palabras, se tiene que tener en claro que la Constitución fue creada por y para los ciudadanos, puesto que es una conquista conseguida mediante las arduas e históricas luchas que sostuvieron éstos contra el abuso de Poder del Estado. Entonces, no es posible que un Gobierno, como cabeza del Estado y centro del Poder político, utilice la Constitución para dotarse de más Poder”.