Las Oposiciones van por el Camino Equivocado

Por Joel Armendáriz

Pedir que se vaya. Expresar en cartulinas “no te queremos”. Salir a las calles y clamar por el retiro Anunciar alianzas electorales para quitarle la mayoría en la Cámara de Diputados, no es el camino que deben seguir las oposiciones. Con sus acciones le dan armas, oxígeno al presidente López y por ello arremete en contra de todos aquellos que no comparten su visión de país que quiere construir.

Las oposiciones, llámense partidos políticos, sociedad civil o grupo de poder fáctico están propiciando lo que está en la agenda presidencial: que en México hay dos pueblos: el bueno que entiende y apoya al presidente y el malo, que solamente quiere se le regresen sus privilegio que, con cierta dosis de verdad, fomentaron la corrupción.

A quien llegó al poder para “transformar sin el uso de las armas” –como lo ha señalado en sus conferencias y discursos el presidente López- le hace falta que quienes no comparten sus teorías sobre la gobernanza salgan a las calles, protesten, se manifiesten y exijan cambio de rumo en el viaje emprendido –oficialmente- el primero de diciembre de 2018.

Porque tiene a la manos los elementos que le permiten marcar la agenda pública. Tiene respuesta para todo aunque en su mayoría sean verdades a medias o mentiras completas. Cuenta con los medios de comunicación a nivel nacional para difundir sus ideas, constantemente sin sustento, pero que encuentran eco en aquellas personas que suponen que, en efecto, el país está en la vía del cambio profundo.

Y las oposiciones, partidos, sociedad y ejecutantes de los poderes fácticos, no entienden que el presidente tiene una línea trazada y no se moverá de ella ni un milímetro. Sabe que con su actuar saldrán de sus madrigueras quienes se oponen a su gobierno y entonces los conocerá y apretará las tuercas de dos herramientas que hacen temblar hasta a los poderosos: exhibición de aquellos que no pagaron impuestos y amenaza de encarcelamiento porque ya es delito equiparado al crimen organizado.

Desde su última campaña oficial para conquistar el derecho de sentarse en la Silla del Águila, Andrés Manuel López dejó claro su desprecio por las clases altas y medias. No le gusta que haya ricos. Tampoco que evadan al fisco. Esto, totalmente válido y qué bueno que recupere los recursos que legalmente le corresponden a la Hacienda pública. Sin embargo, generalizar la presión y abandonar a las micro, pequeñas y medianas empresas a su suerte cuando han permanecido cerradas por cuatro meses, no es una actitud de gobierno sino de revancha.

Es en donde las oposiciones no han sabido conducirse y en lugar de propuestas que convenzan no al presidente de la República sino a los ciudadanos que acudirán a las urnas el primer domingo de julio de 2021, dedican sus esfuerzos a responder de la misma manera que lo hace el Jefe del Ejecutivo: con descalificaciones.

Si, por ejemplo, el PAN anuncia la búsqueda de alianzas para los comicios futuros en lugar de analizar y con datos duros señalar que el Gobierno equivocó el rumbo, otorga más poder a quien está acostumbrado a “mandar al Diablo las Instituciones”.

No entender que al primer mandatario le encanta la reyerta y espera a sus opositores sentado, para no cansarse y sí agotar a los otros, es no mirar hacia el futuro con los pies en la tierra.

Las fugaces críticas que emergen de los partidos políticos antes poderosos y hoy desplazados por Morena, como son el PRI, el MC, el PRD –virtualmente en extinción- y el PAN, quizá la única posibilidad opositora real, no han hecho mella en la armadura con la que se ha vestido el presidente López.

Hay una razón de peso: las hace desde el hígado y corazón y dejan de lado el cerebro.

El exceso de errores cometidos en la conducción de México durante 20 meses es la veta de una mina en donde la riqueza está a la vista pero quienes tienen la oportunidad de excavarla no saben hacerlo.

Repetir el mismo discurso ante diferentes públicos que tratan de no ser arrollados -¿más?- por el poder omnímodo que ejerce el presidente de México, no cala, no proyecta. Simplemente se juntan las palabras ya escuchadas desde la victoria de AMLO y la carencia de fuerza en las críticas pasan a ser descalificaciones sin sustento.

La ausencia de líderes en los partidos y en las organizaciones de la sociedad civil y del que durante décadas fuera considerado el “poderoso sector privado”, con lleva a la marginación.

Hay dirigentes políticos, empresariales y de las organizaciones civiles. No hay, sin embargo, líderes que aglutinen y actúen  en consecuencia.

Revisar la presencia de los gobernadores de oposición o de los congresistas evidencia la total debilidad. Sin acuerdos para salvaguardarse, sus palabras y acciones se las lleva el viento.

En el Senado y la Cámara de Diputados los coordinadores de los grupos parlamentarios del PRD y PRI brillan por su ominoso silencio. Apenas si balbucean buscando formar frentes para detener a la aplanadora guinda. En San Lázaro son arrollados. En el Senado se hacen sentir… a medias.

Miguel Ángel Mancera con 4 senadores y Miguel Ángel Osorio Chong con 14 y sumados a los de Clemente Castañeda de MC tienen la oportunidad de oponerse con razonamientos, pero prefieren lanzar acusaciones sin sustento o extremadamente débiles que produce el efecto contrario de lo que buscan: no mellan al presidente y sí reciben las respuestas que los dejan callados.

¿Qué les saben a los opositores políticos que pierden hasta la dignidad?

No, las oposiciones, llámense partidos, sociedad civil, gobernadores, congresistas y expoderosos empresarios, están tomando el camino equivocado. El bueno, el acertado es de las propuestas y el lenguaje llano y no afectado que entienda el ciudadano y sepa que no se trata de venganzas sino de enderezar el buque que ya se hundió hasta la mitad del casco.

 

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