Por Jesús Michel Narváez
El sabio puede cambiar de opinión. El necio, nunca.
Frase que llena los espacios en la política del siglo XXI aunque fue pronunciada por Immanuel Kant en el XVIII
¿Cuál es el fondo del pensador, el primero y hasta ahora el más importante representante del criticismo y precursor del idealismo alemán?
Su sólido argumento de que la experiencia, los valores y el significado mismo de la vida serían completamente subjetivos si no hubiesen sido subsumidos por la razón pura, y que usar la razón sin aplicarla a la experiencia, nos llevaría inevitablemente a ilusiones teóricas. (Wikipedia), no deja espacio para negar su aportación filosófica a la realidad real.
Si entendemos la frase: el sabio puede cambiar de opinión. El necio, nunca, comprenderemos que los necios no tienen capacidad de autocrítica y, como se diría en México, se “montan en su macho” y nadie logra bajarlos.
Al actual gobierno le ha fallado la llamada “estrategia con sentido social” para combatir la criminalidad y el negocio de los narcóticos.
Probablemente la idea de reparar el tejido social y rescatar a los adolescentes y jóvenes olvidados por los regímenes anteriores, tenga sentido. Suponer que habrá resultados en el corto plazo es una terrible equivocación que no acepta el Presidente López y muestra que la necedad puede más que la sabiduría. Restaurar la rotura del tejido social llevará décadas. De entrada, quienes son cooptados por los criminales reciben ingresos superiores a los que ahora entrega el gobierno a los becarios y a los emprendedores o sembradores de vida. Por supuesto que no está mal remendar los hoyos, pero se debe entender que un joven recibe 5 mil pesos semanales solamente por recolectar la marihuana. En los programas sociales se les regalan 3 mil 800 pesos al mes. Diferencia abismal para dejar de ser incipiente criminal.
Sostenerse en su “estrategia” de no enfrentar la violencia con la violencia permite el crecimiento de la misma. Los criminales, cuyos derechos humanos no deberían estar contemplados por la Carta de las ONU –porque no los tienen- no entienden de abrazos, de acusaciones con sus mamás, con sus abuelas. Son sicarios a sueldo que cobran en ocasiones grandes sumas por ejecutar no solo a los adversarios en el negocio sino a quienes buscan hacer cumplir la ley y en muchos de los casos a inocentes que nada tienen que ver en la intrincada mentalidad del que se siente poderoso al portar un arma.
Los criminales no saben de amabilidades. Su fuerte es la violencia, el asesinato a mansalva -nunca de frente-, la emboscada. Si el Presidente y su gabinete de (in)seguridad apuestan que respetándole los derechos humanos a los sicarios se reducirá la impetuosidad de quienes conforman los cárteles o son satélites de éstos, México estará condenado a no encontrar la paz prometida.
E-mail: jesusmichel11@hotmail.com, Twitter: @jesusmichelMx, Facebook: Jesus Michel y en Misión, Periodismo sin Regaños martes y jueves de 16 a 17 horas por ABC-Radio en el 760 de AM.