El que hoy surjan frentes u organizaciones que luchen institucionalmente contra el régimen político actual es natural, y debe ser aceptado como resultado de las diferencias que existen en una sociedad en ebullición.
Es la democracia a la que todos tenemos derecho, porque nos lo hemos ganado, y ahora, después de la elección del 2018, se ha potenciado y aparece como uno de los ideales a los que aspiramos.
Por ello, a estas organizaciones les damos la bienvenida a la lucha pacífica y electoral, para que, a través del voto en las urnas, se rectifique o se reafirme la voluntad popular. La existencia de la oposición es deseable y necesaria en las sociedades democráticas.
Este movimiento social que en México se ha desarrollado en los últimos años camina con mayor consciencia, con mayor determinación, con mayor interacción. La participación será clave en los procesos electorales de renovación de poderes y de instituciones.
Es conveniente también, por la salud de la República, alejarnos de la promoción de asonadas o golpismos antidemocráticos que sólo advierten odio, sólo inyectan rencor.
El actual presidente de la República ganó por mayoría de votos y gobierna con legitimidad. Lo conozco bien, lo he acompañado por casi 22 años, y me consta: si en los peores momentos de persecución política, de intimidación del poder, de cerco mediático casi absoluto, de estigmatización clasista no se doblegó, hoy que está al frente de las instituciones del gobierno, desde el Ejecutivo, tampoco lo hará, créanme.
Entonces queda la vía electoral, la organización política, pacífica e institucional. Tienen tiempo y recursos para hacerlo. El próximo año habrá elecciones en 15 entidades federativas y se renovará la totalidad de la Cámara de Diputados; estarán en disputa más de 4,000 puestos de elección popular.
Ése será el momento para organizarse y expresar en las urnas su inconformidad por el desempeño del presidente, de las y los gobernadores, presidentes municipales o legisladores y regidores.
Qué bueno que vivimos en democracia; qué mejor que ya no habrá trampas electorales; qué trascendente es que tendremos una elección limpia en la que el voto no se compre y se respete la voluntad ciudadana.