*De las Frases Cínicas, Pero Funcionales
*Condenamos la Mentira por ser Hipócrita
*Vestir y Proteger a la Verdad Desnuda
*Sólo Ruiz Cortines Acudió a la Verdad
Por Ezequiel Gaytán
En política existen frases significativas por su contenido, experiencia acumulada y, en ocasiones, pareciera que carecen de lógica o son cínicas, pero son funcionales. Así tenemos algunos ejemplos: “mentir con la verdad”, “se cayó para arriba”, “al jefe no se le rebasa ni en carretera”, “en política callar no es mentir”. De alguna manera son máximas de cualquier sistema político, pero pareciera que en nuestro país las escribimos con letras de oro.
Mentir con la verdad es, tal vez, una de las expresiones más complejas que se utilizan porque los políticos son mentirosos y ellos lo saben, porque la política es la lucha por conquistar el poder, mantenerse en el poder y expandir su poder. De ahí que cuando un político llega a decir la verdad, lo que está haciendo es un despliegue de su estrategia a fin de lograr sus objetivos, ya sean personales, partidistas o gubernamentales.
Resulta que mentir es una acción con objetivos y estrategias. Se miente a fin de evitar obstáculos, para manipular y ganar adeptos, con la intención de disimular debilidades y mostrar fortalezas, de atajar y detractar al contrario, como táctica de negociación ante la necesidad de defender intereses. En fin, se miente porque los seres humanos, al priorizar intereses, caemos en dualidades oscilantes, en ocasiones lo importante es la institución y en otras somos nosotros.
Mentir es un dilema porque, por un lado, la sociedad la condena no obstante que todos sabemos que mentimos y, por el otro, debido a que sabemos, aunque no hayamos leído a Heidegger, que “la verdad es el descubrimiento progresivo de cómo se nos presenta la realidad y no como una constitución”. De ahí que a la verdad le atribuimos valores tales como la coherencia, la integridad y la confianza. Mientras que a la mentira la condenamos por ser hipócrita, engañosa y corrupta. Sin embargo, a la verdad desnuda la protegemos y vestimos porque puede llegar a ser hiriente y lastimar sentimientos.
El lenguaje y la entonación son, por ende, un juego de inteligencia en la política que se utiliza y concibe de acuerdo con las circunstancias y el contexto. El político conocedor y tiene la facultad de ser histriónico, sabrá aprovechar el doble significado o las acepciones de las palabras, sobre todo porque dicho político debe saber leer, entender e interpretar a sus interlocutores; lo que los votantes o gobernados quieren escuchar. Un lenguaje velado puede ser verdadero o falso, saber utilizarlo a fin de tender una cortina de humo o confrontar una situación o a un rival es, aunque suene cínico, lo que describe la capacidad de malicia de los políticos y su capacidad de convencimiento.
Rápidamente, desde niños descubrimos que nuestros padres caían en contradicciones. Nos enseñaron a no mentir, nos narraron el cuento de Pinocho y nos hicieron creer en la verdad como un valor. Simultáneamente, nos dimos cuenta que nos mentían piadosamente con la ilusión de los Santos Reyes. Fue en la adolescencia, entonces, que entendimos la importancia de los vínculos afectivos o repulsivos como acción de lograr discernir o matizar las mentiras y las verdades.
Los políticos son quizás el gremio que mejor entiende el arte de decir y no decir. Aun más, ellos saben cuándo, qué y cómo decir y también cuándo y qué no decir. Entonces es cuando recurren, en su caso, a engañar con la verdad. En otras palabras, cuando un gobernante dice la verdad, no le creemos debido a que en lo esencial desconfiamos de ellos.
De los gobernantes esperamos que sepan conducir a la nación en paz, con crecimiento económico y con calidad de vida, pero no les creemos. Esos personajes saben que la sociedad está compuesta de clases sociales con intereses diversos y opuestos, por lo tanto, tendrán que recurrir a estrategias que les permitan, en lo posible, lograr dicha conducción con el menor desaseo posible. Sus estrategias serán variadas, pues al conciliar van a mentirle a alguna de las partes o a ambas. Después lo que tratarán de subsanar a medias porque, para ellos, el fin justifica los medios.
Tal vez por eso casi ningún presidente de México es recordado por haber recurrido a la verdad, con excepción de Adolfo Ruiz Cortines. La historia patria del siglo XXI no se ha escrito, pero hasta el momento no parece que la verdad sea una herramienta de la clase política.