Por Iván Ruiz Flores
Casi estamos como entonces, como hace 105 años (1915) en un México caracterizado por la presencia de enfermedades infecciosas, desnutrición, escasez de alimentos, desempleo y una economía muy afectada que impedía el pleno desempeño de los servicios médicos.
En aquel año agitado fueron presuntamente presidentes de nuestro país: Venustiano Carranza, Roque González Garza y Francisco Lagos Cházaro. Difícil pues tratar al mismo tiempo con una epidemia: el tifus.
Eso lo señalamos nosotros, porque la doctora Martha Eugenia Rodríguez, del Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina, de la Facultad de Medicina de la UNAM, en 2016 con motivo del Simposio: “México en 1915. Epidemias, Hambre y Asistencia Médica”, señaló que ante aquella situación urgente surgieron los “hospitales de sangre”, los trenes sanitarios y las denominadas cruces roja, blanca, verde y demás, mientras que los médicos militares, “que alcanzaron una alta profesionalización, jugaron un papel relevante, haciendo frente a traumatismos de todo tipo, pese a la escasez de material de curación, destinado en su mayor parte a las necesidades de la Primera Guerra Mundial”.
Pero, hoy en nuestro país, cobra mayor relevancia para el inquilino de Palacio Nacional pelear con la prensa mundial, con los medios de comunicación mexicanos e insultar a los médicos privados, que decir la verdad sobre lo que sucede con el Covid-19 y los estragos que está causando.
Previamente, señalamos por nuestra parte, que a Porfirio Díaz le había tocado lidiar con la “Peste Negra” o “Peste Bubónica”. De acuerdo al informe del gobierno de 1905, la enfermedad inició en Mazatlán y se distribuyó a todo el país, pero en la capital de México (como ahora) fue terrible. En 1901 sumaron 21,743 muertos; en 1902, fueron19,461; en 1903, llegaron a 17,035; y en 1904 a 11,118.
Lo peor fue que en plena Revolución Mexicana, en 2015, dice la investigadora, Martha Eugenia “el tifo se salió de control e hizo presencia en el Valle de México, propagándose con mayor fuerza en el segundo semestre y aún más en la primera mitad de 1916, principalmente en domicilios particulares, cuarteles militares y prisiones, sin dudar de que se debía a las malas condiciones higiénicas”.
Ella narra en su trabajo: “El tifo se tornaba epidémico en invierno debido a la desnutrición, la falta de higiene personal y ambiental, la pobreza y el hacinamiento en que vivía gran parte de la población que habitaba la capital mexicana. Tan sólo en 1915 el Hospital General atendió a 600 tifosos”.
Otro de sus planteamientos es: “En octubre de 1915, al terminar la guerra de facciones, las autoridades prestaron mayor interés a la emergencia sanitaria, de manera que para enfrentarla José María Rodríguez emprendió una campaña, que sería dirigida por el médico Alfonso Pruneda, empleando métodos actualizados, con base en los conocimientos recientes acerca de la transmisión del tifo por medio del piojo.”
Asimismo: “El 9 de diciembre de 1915 la Secretaría de Gobernación expidió un decreto promulgado por el Poder Ejecutivo Federal en el diario El Constitucionalista con las normas que debían acatarse para luchar contra el tifo en la capital y sus alrededores. El documento decía: ‘Se establece una policía sanitaria especial; queda prohibida la venta de pulque al menudeo; se prohíbe la venta al menudeo de cualesquiera bebidas alcohólicas; los centros públicos de reunión deben clausurarse a las 11 p.m.; quedan prohibidos los bailes, kermeses, veladas y reuniones; se prohíben las reuniones llamadas “velorios”; se prohíbe que en las casas haya: palomas, gallinas, perros y animales; se prohíbe el acceso a los lugares públicos a las personas de cualquier clase social que por su notorio desaseo puedan llevar en su cuerpo o vestidos animales parásitos que sean transmisibles’.
Resalta también la investigadora: “Si bien es cierto que desde años atrás México padecía miseria y múltiples endemias y epidemias, el movimiento armado las recrudeció, al grado de llegar a denominar 1915 como “el año del hambre”. El movimiento bélico afectó a toda la vida del país. La guerra propiamente dicha demandaba atención y un mayor presupuesto gubernamental, y pasaron a un segundo término el cuidado de los servicios públicos, la producción y abastecimiento de alimentos, y los servicios sanitarios, entre otros aspectos”.
Para concluir hemos de hacer notar que la peste bubónica y el tifus no fueron todas las epidemias, porque en 1918 arribó otra peor, la Influenza Española, en el gobierno, otra vez, de Venustiano Carranza.
La epidemia se presentó en México durante la segunda ola, en octubre de 1918; primero atacó las poblaciones del norte y se extendió a lo largo del país con gran velocidad. Las vías de entrada fueron el ferrocarril y los barcos.
La población total de la ciudad de México era de alrededor de 615,367 habitantes y del Distrito Federal 906,063, sobre este total murieron de influenza o de enfermedades asociadas a ella 7,375 personas.
El total de fallecidos en todo el país fue de medio millón. Sí, aquellos años las epidemias contribuyeron entusiastamente a las muertes causadas por la Primera Guerra Mundial, La Revolución Bolchevique en Rusia y la Revolución Mexicana.