*Notable Incremento en el Consumo de Antidepresivos
*Ansiedad, Pánico, Trastornos de Sueño y Alimentación
*Y México no Tiene Suficientes Tanatólogos
*Estamos Especializados en “Emergencias Emocionales”
Por Rafael Navarro Barrón
Cuando escucho la frase que “lo peor de la pandemia aun no llega”, creo que tienen toda la razón. No pienso en la crisis de salud por el impacto directo del virus; no tengo en mente los apocalípticos pronósticos económicos. Mucho menos la caída y subida de las preferencias de los partidos políticos y sus líderes mesiánicos.
¡No, claro que no! Estoy pensando en la infinidad de personas que están enfermas o enfermarán gravemente de sus emociones.
Pienso en ese grupo, invisible, en las estadísticas del doctor Hugo López-Gatell y cuyo padecimiento es ignorado en todos los hospitales y consultorios de México.
Me refiero a los efectos mentales, emocionales y espirituales de la crisis pandémica. Habrá una cantidad incuantificable de nuevos enfermos que contraerán, o ya lo hicieron, padecimientos propios de todas las crisis, como ansiedad, pánico, fobias, trastorno de alimentación, trastorno de sueño, modificación evidente de los estados de ánimo, además de depresión mayor y episodios depresivos.
Se pasará de enfermedades creadas en las mentes de los sobrevivientes de la pandemia (sicológicas) a las somáticas (en el cuerpo). Crecerá el número de sicosomáticos e hipocondría.
El Colegio de Siquiatras en la ciudad de México alertó sobre un notable incremento en el consumo de medicamentos antidepresivos y para controlar la ansiedad, los llamados ansiolíticos durante el tiempo que lleva la pandemia.
El gobierno tiene más de cuarenta días de tocar diariamente el tema de Covid-19, dar estadística de infectados y de recuperados y apenas refiere, sin ninguna preocupación, un dato que, podemos asegurar, es una falacia oficial: el apoyo emocional y sicológico a las víctimas del Covid-19 y sus familiares.
Estamos seguros que la política gubernamental para atender a los enfermos emocionales es una de las tantas mentiras que oímos diariamente, porque México tiene muy pocos tanatólogos y los sicólogos, al menos que sean tanatólogos, no están preparados para afrontar profesionalmente a las víctimas de la pandemia, incluyendo a los familiares.
Desde la óptica oficial, se cree que un siquiatra o un sicólogo, son los especialistas que deberían estar al frente de la atención emocional, espiritual y sicológica. Nada más lejano de la realidad.
Tenemos años dedicados a la tanatología, estamos especializados en “emergencias emocionales” y en la atención de enfermos terminales, además impartimos nuestros conocimientos en escuelas, con la especialidad en tanatología escolar, dada la gran cantidad de jóvenes que llegan devastados a los centros escolares y no hay quién los atienda.
En los hospitales, donde abundan enfermos terminales, nos convertimos en los maleteros de los seres humanos que cruzan de un umbral a otro después de perder la lucha en los nosocomios, donde muchos de ellos son abandonados por sus familiares o despreciados por los médicos y enfermeras al aplicar, sin ninguna reserva, la eutanasia.
Los hospitales tienen entre sus políticas internas aplicar, sin ninguna compasión, la pena de muerte. Asesinan a pacientes que tienen esperanza de vida, pero no tienen dinero para sostenerse en la lucha.
La especialización tanatológica, que incluye el adiestramiento en bioética, ética y derechos humanos, nos permite atender decenas de personas que ‘explotan’ emocionalmente después de problemas agudos como desastres naturales o accidentes de alto impacto. No se diga la violencia que se vive en estados como Chihuahua.
Cumplimos los requisitos y protocolos emitidos por la OMS y por la Organización de las Naciones Unidas, pero además aplicamos nuestros programas con un amplio sentido espiritual, basados en la misericordia, pues también tenemos bases cristianas.
Y lo quiero decir con todo conocimiento de causa: los mexicanos de la era del Covid-19 están enfermos, muy enfermos de sus emociones. La pandemia no solo está tocando la estructura corporal, sino que se coló hasta la parte emocional. Desarticuló, como nunca, al ser humano que se creía fuerte y firme para afrontar cualquier riesgo.
Ahora entendimos lo que son las secuelas de una guerra, que tiene las mismas características emocionales que genera una pandemia; ahora supimos lo que es sobrevivir a un tsunami o a terremoto, ambos fenómenos naturales a gran escala.
Los mexicanos estamos resintiendo el llamado Síndrome de la Cuarentena. Y a ese efecto se han agregado otros problemas incidentales, como es la incertidumbre por tantas noticias negativas que refieren un futuro incierto. El alma está ‘arrugada’ al no encontrar una salida a la problemática social, laboral, económica y de salud que se avecinan.
Y en México no hay capital humano especializado en enfermedades emocionales; mientras que los profesionales de la salud mental no tienen la capacitación ni la preparación para atender una problemática tan aguda y tan basta, como es toda la cantidad de personas que se enfermaron por la crisis del Covid-19.
¿Quiere hacer contacto con nosotros? mcimexico.usa@gmail.com y al teléfono (656) 2873400.