En la última década, un gran lago de lava burbujeó y salpicó dentro de la caldera de la cumbre del volcán Kilauea, uno de los más activos del mundo; en 2018, el lago se drenó rápidamente y parte del piso de la caldera colapsó.
Durante aproximadamente un año, el cráter Halema’uma’u, mucho más profundo y ancho, estuvo relativamente tranquilo, pero en julio de 2019, los pilotos de helicópteros comenzaron a notar que el agua se acumulaba en un estanque en la parte más baja del cráter.
Los niveles de agua han aumentado constantemente desde entonces y hoy, el lago, ahora con un brillo marrón oxidado en su superficie debido a las reacciones químicas que tienen lugar en el agua, tiene un área mayor a cinco campos de fútbol combinados y una profundidad máxima de aproximadamente 30 metros, señala la Administración Nacional para la Aeronáutica y el Espacio (NASA por sus siglas en inglés).
Al publicar una secuencia de imágenes de satélite, la NASA muestra el cráter Halema’uma’u antes del drenaje del lago de lava, después del colapso del piso de la caldera y cuando el agua se acumuló en el piso del cráter durante nueve meses.
“Tenemos un pozo de perforación a poco más de un kilómetro al sur del cráter donde medimos el nivel de la capa freática”, explicó Don Swanson, vulcanólogo del Observatorio del Volcán Hawaiano del Servicio Geológico de los Estados Unidos.
“Sabemos que el piso del cráter cayó más de 70 metros debajo de la capa freática en 2018. Cada vez que perforas un agujero por debajo del nivel de la capa freática, el agua eventualmente entrará y lo llenará”, agregó.
Pero dilucidar qué significa el nuevo estanque para el volcán hace la historia más complicada e interesante. Uno de los factores clave que controla las erupciones volcánicas explosivas es la cantidad de agua y otros gases atrapados dentro del magma.
Si el magma tiene muchos gases disueltos y vapor, se pueden generar presiones y erupciones explosivas. Si no, la lava tiende a fluir suavemente de las fisuras en el suelo, como ha sido el caso en Kilauea durante los últimos 200 años.
Las erupciones tranquilas son la excepción, no la norma. En los últimos dos mil 500 años, Kilauea ha estallado explosivamente alrededor del 60 por ciento de las veces, señaló Swanson.
“Nos ha engañado lo tranquila que ha sido. Si esto fuera 1720 en lugar de 2020, no habríamos visto un flujo de lava durante más de 200 años y podríamos haber pensado que Kilauea siempre fue un volcán explosivo”, dijo.
Hay dos escenarios que podrían conducir a una erupción explosiva. “En un caso, el magma podría ascender rápidamente por el conducto e intersectarse con el lago; en el segundo, el piso del cráter podría colapsar y dejar caer toda el agua a una zona donde se calentaría rápidamente en vapor”, señaló Swanson.
Pero “la próxima erupción podría ocurrir lentamente y el agua podría evaporarse; no queremos ser alarmistas, pero debemos señalar que existe una posibilidad cada vez mayor de erupciones explosivas en Kilauea”, alertó Swanson.
Una cosa es bastante segura: los geólogos monitorearán más de cerca a Kilauea y su nuevo lago, con todas las herramientas disponibles, incluidos sismómetros, cámaras térmicas, drones, estudios de helicópteros y satélites.
“¿El volcán está en proceso de volver a un período explosivo que puede durar siglos?”, cuestionó Swanson, “¿o es sólo un pequeño problema, y vamos a volver a los flujos de lava silenciosos como durante los siglos XIX y XX? Sólo el tiempo lo dirá.”