Llegan Como Políticos de Fábula Pero se Desinflan con los Bretes

*Nuestros Gobiernos “Patito” y de “Medio Pelo”

*Accionando el Chip del Robot que Todos Llevamos Dentro

*Cuando el Crimen Organizado Aterroriza y se Suelta el Timón

*Medidas Federales Ajenas a la Realidad del Pueblo

*Arranque con Envidiable Puntaje y hoy la Raya Ominosa

Por Rafael Navarro Barrón

Los ciudadanos también tenemos gobiernos “patito”, “chinos”, “de tercera”, “improvisados”, pero para darle el concepto técnico adecuado, “ineficientes” o de “medio pelo” que fueron elegidos para tiempos de medio-bonanza. Llegaron gracias a la nueva e imperfecta democracia que permite el ingreso de políticos de escasa preparación aprovechando los momentos de hartazgo social.

En países como el nuestro, hay que decirlo con vergüenza, los políticos se construyen entre las masas, en base a principios de mercadotecnia social. Le damos a los votantes el carácter de ingenuo, estúpido, que se dejan arrastrar por las redes sociales, la televisión y los otros medios de comunicación, donde se insertan los mensajes de los expertos en marketing político que tienen como misión implantar en la voluntad popular un pequeño chip que acciona al robot que todos llevamos dentro.

Ese ser manipulable, dormido y dirigido es el que acudirá a las urnas para votar a favor de determinado candidato. El hombre robot dispensará la ideología del personaje implantado, descartará los antecedentes políticos, su lejanía a los principios morales. Nada de eso importa porque la necesidad de un ‘cambio’ es la principal motivación del ser humano.

El titiritero le está marcando los parámetros, denostando a los que gobiernan y a quienes los representan; presentando a individuos de fábula, tomando de ellos virtudes inexistentes y condiciones de vida con las que nos vamos a identificar en nuestro sufrimiento social.

Ya en el Estado de Chihuahua nos ha ocurrido en varias ocasiones. Se levantan figuras que son propicias para el tiempo y circunstancia, pero que se desinflan y se arrugan cuando llega la crisis. No estaban hechos para gobernar en tiempos de dificultad, ni para dirigir en medio de la escasez.

En el tiempo de la más cruenta lucha entre grupos delincuenciales, en el atardecer del 2008, se decía que Ciudad Juárez tenía en la silla municipal al peor alcalde de esta frontera, el priista José Reyes Ferriz. Y en la entidad, al peor administrador. Gobernaba, José Reyes Baeza. En los anales políticos se constituyó la dupla perfecta del fracaso administrativo.

Ambos eran buenos políticos, ambos enarbolaban valores familiares y tenían muy poca cola que pisarles, pero no supieron conducir sus gobiernos en el momento extremo de la crisis delincuencial. Dicho de otra forma, el crimen organizado los aterrorizó y soltaron el timón a la mitad del camino, convirtiéndolos en gobernantes fallidos, ampliamente criticados en los entornos políticos, incluido su mismo partido, el PRI, que los utilizó como modelo de anti-política para nutrir las campañas de los siguientes candidatos.

La historia nos vuelve a ubicar en una circunstancia semejante. La crisis, vestida con la careta de delincuencia, de reducción de participaciones por la crisis económica, por la corrupción y, ahora, la más visible, una inesperada pandemia que puso de rodillas al mundo, sacó a la luz el verdadero rostro de quienes nos gobiernan.

En materia federal, ni qué decir. El que pintaba como el hombre que representaría en los anales de la historia como el mejor presidente de la república, es ahora una figura en decadencia por la serie de yerros en las medidas sociales. En medio de la pandemia, Andrés Manuel López Obrador ha emprendido medidas que no se ajustan a la realidad del pueblo que tiene ‘otros datos’ de lo que ocurre en su realidad y sus bolsillos.

El envidiable puntaje de aceptación con la que arrancó su gobierno, está a punto de llegar a la raya ominosa del desprecio y el rechazo social que pudiera poner en riesgo muchas cosas en nuestro país, cuyo sistema sigue aferrado a un presidencialismo enfermizo, casi feudal y monárquico.

En Chihuahua, tenemos a uno de los gobernadores más mal evaluado de todos los tiempos. El rankin lo ubica en el sotaneo de las mediciones sociales que realizan diversas encuestadoras. Javier Corral Jurado sigue metido en su proyecto político, como autista de la vida pública. El político experimenta otra realidad, alentada en su mundo, alabado por sus subalternos, incapaz de autoevaluarse, pues el narcisismo es una patología que parece incurable en los que se dedican a la administración pública.

Y no se diga el gobierno de Ciudad Juárez, la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), presentada de manera trimestral por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, relativa al desempeño gubernamental, en el renglón de eficacia percibida por la ciudadanía, revela una realidad ineficaz que es más que obvia en el municipio de Ciudad Juárez.

De acuerdo con el INEGI (información al mes de marzo de 2020), hay 16 municipios donde más del 80% considera que sus gobiernos son ineficaces resolviendo sus principales problemas. El peor de todos es Ecatepec (Estado de México), donde el 89.6%, es decir, nueve de cada diez personas considera a su gobierno como poco o nada eficaz; le sigue Ciudad Juárez, Chihuahua, gobernada por Armando Cabada, el independiente, con 87.9% y de allí en adelante el resto de los ayuntamientos en escala menor al municipio en el que vivimos.

Los problemas que las personas identifican como peor atendidos y que, algunos, son de su competencia directa, son: baches y mal pavimento con un 76.5% de ineficacia; delincuencia, 63.9%; alumbrado público, 60.1%; las demás son fallas vinculadas con el Estado, como fallas y fugas en el suministro de agua potable, 45.3%; coladeras tapadas, 41.7%; y el servicio de transporte público, 40.4%.

Lo peor del caso, es que en la óptica de esos gobiernos no converge la razón, la mesura y el sentido de responsabilidad social. Siguen tan campantes en sus cargos, cobrando lo que no se merecen, gastando a manos llenas y, en ocasiones, robándole al pueblo. Ninguna se ruboriza, ni se sincera. Prefieren el escarnio social, los tablazos de las encuestadoras. Pero ninguno habla de dejar el puesto a quién si pueda, quiera y tenga capacidad para dirigir las instituciones mexicanas.

 

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