Por Joel Armendáriz
Este martes 21 se cumplen 214 años del nacimiento de Benito Juárez y seguramente el presidente López Obrador pronunciara el discurso que le acomode porque, como se sabe, el hombre que gobernó México entre 1858 y 1872, es tomado como ejemplo para la llamada cuarta transformación.
Quizás salga a relucir qué el congreso le concedió al presidente Juárez poderes extraordinarios para enfrentar la guerra con los franceses y qué orilló al nacido en Guelatao a instaurar el gobierno itinerante.
Con estos poderes Benito Juárez tomaba todas las decisiones políticas, sociales, económicas; con las Leyes de Reforma separó a la iglesia del Estado e inició el proceso que llevaría a México a declararse, formal y oficialmente, hace apenas un lustro, un país laico.
Las condiciones sanitarias en las que se encuentra la nación difícilmente permitirán que el presidente López Obrador organice actos masivos para recordar al hombre de leyes.
Desde tiempo atrás Juárez pareciera ser la lámpara que ilumina el camino que recorre el hombre que durante 18 años busco ser presidente de México y finalmente logró su propósito. Por supuesto con diferencias diametrales, porque el México de hoy no es el de 1857 y ahora es una nación incorporada a la globalización que impide el aislamiento de las naciones y le impone condiciones tanto económicas como ideológicas.
Pretender vivir y gobernar cómo hace 160 años es retroceder y no fijar el rumbo hacia dónde se quiere llegar sin sacrificar a quienes habitamos en México.
La manipulación de las ideas juaristas a cargo de López Obrador no ha logrado la reconciliación nacional sino, por el contrario, ahondar las diferencias por lo que la división entre los mexicanos es cada día mayor.
De todas formas, hoy habrá ceremonia seguramente en privado para recordar el natalicio de Benito Juárez.
