Por Alberto F. Mena Mallén
La pandemia por el Coronavirus (Covid-19) que azota a México y al mundo causó entre otras afectaciones el que la mayoría de las familias se encierren en sus casas, en una especie de arraigo domiciliario, parecido al que aplican a supuestos delincuentes que cometieron un probable delito y que sólo se puede realizar según la ley, por 40 días máximo, tiempo en el que se tiene que dictar alguna sentencia, ya sea, la prisión o su libertad.
Y este arraigo domiciliario que sufrimos como mexicanos, todos lo sabemos, es debido a este mal que crece sin medida en muchos países del mundo y que como una “novedad familiar”, nos trae experiencias muy gratas, algunas difíciles y otras no tanto, porque se generan enojos, polémicas y debates interminables, particularmente de lo que está pasando en nuestro país y por la pérdida de la “normalidad” de la vida diaria.
La convivencia por tanto tiempo disponible para los integrantes de la familia y que se da en estas condiciones está provocando conflictos familiares y personales que no se presentan en la vida normal de la misma, particularmente con los jóvenes que no desean estar tanto tiempo encerrados, y no por ellos, sino para evitar que cuando salgan se contagien y hagan lo mismo, a su regreso, con los viejitos que habitan la casa.
Las actividades diarias que ahora tienen sus limitantes como el de no poder salir ni a la puerta de la casa, para evitar un posible contagio, sobre todo a personas de más de 60 años, que tienen mayor vulnerabilidad que los jóvenes y niños y que a partir de la declaración de emergencia sanitaria que se dictaminó desde el lunes 30 de marzo, sumarán más de 40 días que se tendrá uno que guardar en casa o por el contrario correr el riesgo de contagiarse. El futuro es incierto.
Y más cuando hay la idea de que el gobierno de la 4T no ha actuado en forma adecuada, particularmente en el área de la salud, donde todos vivimos los problemas que se tienen en clínicas y hospitales y que sabemos el riesgo que se tiene de contagiarse y por ello acudir a un centro de salud o ir a una mejoría o de plano acabar en el panteón.
Incluso hay noticias, análisis, comentarios que no dejan bien al gobierno de Andrés Manuel López Obrador por su comportamiento ante esta crisis de salud. Por ejemplo, Sergio Bitar, Vicepresidente del Consejo Asesor y Daniel Zovatto, Director Regional, IDEA Internacional, respectivamente, al hablar de “El impacto del coronavirus en América Latina”, entre otros aspectos señalan en su análisis:
“Si bien el virus es el mismo, los Estados latinoamericanos no son iguales. Y tampoco es idéntica la manera en que los gobiernos de la región vienen reaccionando frente a la pandemia. Algunos han actuado desde el inicio acertada y oportunamente. Otros, en cambio, lo han hecho de manera errática y con preocupante retraso. Un último grupo reúne a tres presidentes que minimizaron irresponsablemente el peligro del coronavirus.
En México, AMLO dijo: “…hay que abrazarse, que no pasa nada con el coronavirus”, si bien en los últimos días ha venido aceptando la necesidad de poner en marcha medidas restrictivas, entre ellas, el cierre del gobierno, la suspensión de todas las actividades no esenciales y la recomendación de no salir de casa.
En Brasil, Bolsonaro continúa banalizando la crisis. Recientemente dijo: “Hay que acabar con esta crisis de histeria. Brasil no va a parar (…) Algunos van a morir. Lo lamento. Esa es la vida”. Y en Nicaragua, Daniel Ortega organizó una marcha bajo el lema “Amor en tiempos del COVID 19” y, de momento, sigue subestimándolo -pese a que ya a fin de marzo se había producido la primera muerte asociada al coronavirus-, y haciendo un manejo poco transparente de la información, con censura y secretismo.
Ahora que se decretó la declaración de emergencia, muchos estábamos en espera de mayor contundencia en sus decisiones, lo que no sucedió así ya que solo presentaron más medidas, aparte de las ya conocidas de prevención que reconocemos, vienen a proteger de alguna manera el aspecto económico, que de por sí ya es precario, sabremos más adelante que tanto nos afectará en este campo.
Mientras en otras naciones hay más acciones contundentes, aquí seguimos como pidiéndole permiso, casi suplicándole a la ciudadanía para acatar las medidas anunciadas, lo que genera entre la población debates intensos e incredulidad que provoca este tipo de comportamiento.
Volvemos a señalar que el gobierno federal carece de un adecuado programa de comunicación hacia los ciudadanos, ya que, al no haber contundencia, sino “solicitarles de favor que acaten las medidas implementadas”, muchas personas no creen que puedan contagiarse y por ello, andan en la calle como si nada les pudiera pasar. Excluimos a quienes tienen que trabajar, ya que si no lo hacen corren el riesgo de no comer.
Era importante haber preparado un plan o programa de información hacia la ciudadanía de todas las medidas implementadas para inundar las redes y medios de información de lo que se tendrá que hacer para evitar graves daños, tanto a las propias familias como a empresas y el mismo gobierno, sobre todo cuando hay mensajes –que hay que contrarrestar-, como el que emitió un duranguense que vive en Rusia, donde señala que en Moscú la vida se desarrolla en forma normal, incluso, destaca que en dicha localidad se vende una medicina –no avalada por la OMS-, que cura el Coronavirus desde hace algún tiempo, medicina que por cierto se vende en eBay.
No basta que se diga a la ciudadanía que no mande Fake News o que consulte la información que se reenvía en redes sociales a sus conocidos, -que por cierto es muchísima todos los días-, para que la gente se concientice de la necesidad de hacerle caso a las autoridades sanitarias para que realmente se combata a este virus que, si es cierto, no tiene la letalidad de otros, por lo pronto genera problemas de salud graves y serios a las personas, sino que hasta la muerte.
Y mayor es el riesgo de que no exista una adecuada atención en nuestros hospitales, que aún siguen padeciendo de suministros de medicamentos y equipos ante las protestas que continúan hasta este día.