Por Jesús Michel Narváez
Cierto: nunca engañó a sus seguidores. Pero no son todo el pueblo de México.
Durante su mensaje de ayer el presidente López Obrador confirmó que el cambio que trae en su mente y que no corresponde a la realidad económica del mundo, va porque va no importa que digan más allá de las fronteras y tampoco los neoliberales empresarios qué son los creadores de empleos y generan riqueza.
Concediendo sin aceptar que en el pasado los dueños del dinero hicieron de las suyas y saquearon al país, la receta propuesta por López Obrador no hará que la enfermedad sane.
Ese tufillo de pequeño dictador que trae en la masa encefálica lo traiciona. Tenía la oportunidad de unir al pueblo no a sus seguidores. Y la desaprovechó con sus nuevas acusaciones y descalificaciones. Salvo en los países estatistas la economía no crece sin la participación de los ricos que odia con todo el corazón. Ese odio que le nubla la razón si es que en su mente existe.
Y los casi, casi 60 minutos que nos distrajo a la hora de la comida, López Obrador mostró que el coronavirus le importa un comino y que de economía menos que eso.
Su proyecto de gobierno pretende imponer un modelo económico y político y social en el mundo sin contar con los recursos para hacerlo. Porque no los tiene en materia ideológica y menos aún en una política realista que responda al combate a la corrupción ni a la pobreza en la que viven 50 millones de mexicanos y que va creciendo.
López Obrador ya utilizó más del 50% del fondo de estabilización y ahora va por los fideicomisos y por si fuera poco va a reducir el salario de todos los funcionarios públicos como si el dinero que se ahorrará sirviera de algo más que para comprar votos.
Su mensaje decepciona a sus propios seguidores y a los empresarios e inversores les abra la puerta para irse.
México está yéndose al despeñadero y entrando a la etapa de una dictadura que no deseamos los otros 90 millones de mexicanos que no votamos por él.