Por Joel Armendáriz
Crisis más crisis.
Crisis sanitaria y crisis económica. Todo está sobre la mesa. Sin embargo, para el presidente Andrés Manuel López Obrador primero es el desarrollo humano y después el crecimiento económico. Demuestra, una vez más, que le importa el populismo, no el país, no la gente.
Canceló, con sus consultas populares, una inversión de 1,000 billones de dólares y, desde Mexicali, anunció la apertura de la posibilidad de que la Defensa y la Marina administren hospitales para atender el problema sanitario.
El presidente no entiende.
Ignora las medidas del gabinete de salubridad. “Me importa un comino”. Con esas palabras señaló que lo que les pase a los mexicanos, a los habitantes de este país, simplemente es su creencia, es su forma de pensar, es su forma de actuar. Supone que tiene la palabra de Dios y por lo tanto debe ser respetada y acatada. López Obrador insistió en dos puntos: no se guarden en su casa si no están enfermos.
Respecto de la cancelación de la cervecera que se estaba instalando en Mexicali, la consulta en la que participaron 35 mil personas canceló la posibilidad.
Justificó el hecho, simplemente: No se trata de crecer sin desarrollo humano, dijo.
¡Vaya! En una crisis económica que está tocando la puerta, lo dijo y aunque se cierre y se selle será derribada por los hechos o es quizá otra, otra más de las decisiones equivocadas del presidente al que no le importa generar incertidumbre, a quien no le interesa el Estado de Derecho y que solamente le llama desde dentro de su corazón la razón que él expone. Las demás razones no existen, aunque se sustenten
El presidente, como de costumbre, viola la ley y no le importa porque para eso es el presidente
No le importa, porque según él su actuar es el correcto no el de los conservadores, el de los neoliberales sobre lo cual, por cierto, al rendir homenaje a Benito Juárez destacó una frase que coloca perfectamente bien a su gobierno los puntos clave: Los liberales, en los tiempos de Juárez, eran federalistas, los conservadores centralistas.
Su gobierno, por supuesto, es centralista luego entonces es conservador, no es de avanzada
Lo que viene es lo peor, porque cuando no se respeta el acuerdo derivado de la autonomía y soberanía de un estado para impulsar el desarrollo económico, tampoco se respeta la confianza que se podría depositar en un gobierno.
La reacción del sector privado fue enérgica. Y aunque anunció que no se quedará con los brazos cruzados por la cancelación de la inversión en Mexicali de una empresa estadounidense, todo indica que las cosas no cambiarán porque ya dijo el presidente: me reuniré, si es necesario, con los dueños de la empresa para que busquen donde instalarse y que no agoten los recursos naturales del país.
Con la lentitud y la mentira que caracterizan al presidente dijo el 16 de marzo que su gobierno tenía tres meses trabajando en previsión de la llegada del coronavirus. Omitió, por supuesto, que el brote de coronavirus surgido en China se dio a conocer apenas a finales de diciembre. Entonces el presidente además de ser el poseedor de la razón única, es también clarividente.
Si llevaba tres meses el trabajo en previsión, significa que ya sabía que venía la pandemia, algo que nadie en el mundo pudo adelantar.
Hay que vender su sapiencia.
Hay que vender su clarividencia.
Hay que entender que él tiene siempre la razón y que nadie, nadie en todo el globo terráqueo puede competir con su verdad.
El presidente tiene frente a sí el reto de que este país no se vaya al drenaje profundo.
Tiene el reto de salvar millones de vidas, pero pareciera que no le importa porque sigue insistiendo que hay que seguir trabajando, saliendo a la calle, porque millones de mexicanos no tienen ingresos punto.
Y si bien no es culpa suya, el ambulantaje, el empleo temporal, el empleo, las calles, tampoco ha hecho nada para evitarlo.
Andrés Manuel López Obrador pasará a la historia, ciertamente, no como el mejor presidente de México, quizá todo lo contrario.
Gracias Andrés Manuel López Obrador: terco, ambiguo, absurdo y soberbio.
Tiempos de una cuarta transformación.