Por Jesús Michel Narváez
¿Plan con MAÑA?
No lo sé. Pero lo cierto es que el presidente López Obrador anunció en su mañanera de ayer, por supuesto, que compró un “cachito” de la Lotería Nacional para la rifa-no-rica del avión presidencial.
O fue sorprendido por el director de Lotenal, Ernesto Priego Ortega o el Presidente nunca ha comprado un cachito.
El número 0000000 no existe en ninguna lotería del mundo. Se usa para mostrar la imagen del sorteo de que se trata.
Sin saber que orilló al Presidente a mostrar el cachito que compró, simplemente lo anunció y lo mostró ante cámaras de televisión y de fotografía además de los celulares y las tablets que registraron el hecho.
Si López Obrador sabía de la inexistencia del número. Mal por presumirlo; si no lo sabía, mal por el empleado que nombre en la Lotería Nacional como el artífice del sorteo.
El Presidente engañó o fue engañado.
En cualquiera de las hipótesis, mintió al “pueblo, todo”, no solo al bueno y sabio que le silva, le brinda una rechifla, le grita fuera y hasta mentiroso.
Ah, pero el Presidente no calló y exigió “a la autoridad se le respeta”.
Uno más de los engaños.
Quizá por cansancio, por senilidad prematura o alzheimer no tratado, López Obrador puso el ejemplo de que a las autoridades e instituciones se les debe mandar al diablo.
Lo hizo cuando perdió la elección presidencial en 2006 y durante los siguientes 12 años repitió la dosis.
No se ha cansado de denigrar a las instituciones y a sus integrantes. Los tacha de flojos, poco productivos y que cobran mucho. Los acusa de privilegios y los exhibe como parte de la herencia neoliberal corrupta.
Cómo entender, entonces, que exija respeto a la autoridad cuando nunca hizo lo propio.
De incongruencia y más. Porque López Obrador abusa del poder y de los medios que le cubren sus mañaneras, porque desde ahí, desde el púlpito instalado en el Salón Tesorería otrora orgullo de clase y calidad, y ahí defenestra a quien quiere y cuando lo responden usa su “derecho de réplica”, tema al cual me referirá en otra ocasión.
Y respecto del cachito de Lotería que compró -¿de verdad lo pagó o Prieto Ortega se lo regaló?- hay que imaginar si el falso billete resulta con el premio mayor.
Dos preguntas de inmediato: ¿qué hará con los 20 millones de pesos de premio?… ¿y qué tal que cambie, nada inesperado, las reglas y se lleve el avión presidencial?
A la primera, la respuesta sería que podría retirarse de la política perteneciendo a la clase fifí y a la segunda no hay contestación. Porque en el garaje de su casa no cabe. Y si como dijo y es verdad, el avión llegara en maño o junio y se estacionará en el Hangar Presidencial, viene otra pregunta: ¿no que lo habían derruido?
Vaya: día de engaños y olvidos intencionados.
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