Por Nidia Marín
Las drogas en el siglo XXI son letales. México tiene cuatro agravantes: elaboración, exportación, venta y consumo.
La trayectoria hacia una muerte segura en nuestro país y en el mundo ha pasado de las sustancias naturales como la marihuana, el peyote y los hongos, a los elaborados y complicados, como las metanfetaminas, estimulantes poderosos y sumamente adictivos que afectan el sistema nervioso central.
Pareciera que los seres humanos vamos tras la euforia y el suicidio. Hoy en México y en el mundo hay 640 nuevas sustancias psicoactivas (NSP) que se han registrado en los últimos siete años. La guadaña de la muerte se refuerza.
Desde la UNAM nos advierten: “Las NSP son drogas emergentes que se comercializan en un centenar de países. Entre éstas se encuentran plantas y sus derivados, medicamentos de uso humano o veterinario, fármacos retirados del uso clínico por sus efectos adversos, y sustancias artificiales como los cannabinoides sintéticos (ingrediente psicoactivo de la marihuana sintética) y las catinonas sintéticas (ingrediente psicoactivo de las sales de baño). Ambas son las que más preocupan a la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), organismo que lanza la advertencia: de las 75 nuevas drogas reportadas en 2015, 20 fueron catinonas sintéticas y 21 cannabinoides sintéticos.
Estas cifras reflejan una tendencia global, que se ha repetido en años recientes, en la que el tráfico de nuevas sustancias psicoactivas (NSP) está dominado por esas dos variedades de compuestos sintetizados en el laboratorio.
“Hoy su consumo se considera una epidemia que amenaza la salud pública de algunos países…” nos alerta Oscar Miyamoto Gómez, en la revista de divulgación de la ciencia “¿Cómoves?” de la UNAM.
Y cuando hay un adicto no hay familia que se salve. Aunque las drogas afectan directamente al individuo, su consumo viene acompañado de una serie de trastornos que también perturban a la familia y a la sociedad.
Hay diversos tipos de drogas, por ejemplo las estimulantes: cocaína, anfetaminas y nicotina. Estas, excitan al sistema nervioso central, producen actividad febril, agresividad, euforia, trastornos de sensibilidad, alucinaciones, insomnio y depresión.
Pero esas eran las tradicionales, también dañinas porque, por ejemplo, la cocaína afecta al sistema cardiovascular y puede producir taquicardia y ataques cardíacos. Causa gran dependencia.
Las drogas depresoras eran: Alcohol, benzodiazepinas (tranquilizantes), y opiáceos (morfina, heroína), que al ser consumidas disminuían el funcionamiento del sistema nervioso, produciendo falta de coordinación motriz y confusión mental y embotamiento.
Los inhalantes, son vapores provenientes de sustancias de uso común, como ciertos pegamentos, nafta, acetona y aerosoles. Al ser aspirados producen euforia, falta de coordinación y orientación, daños a la percepción y pérdida del apetito.
Las drogas que producen alteraciones en la percepción son: marihuana, altera el sentido del tiempo, la realidad, la coordinación y los reflejos. Aumenta el apetito, provoca risa. Afecta la memoria inmediata y produce desgano. Se fuma. Junto con el alcohol, se considera, en ocasiones, vía de ingreso hacia las otras drogas.
El LSD, los hongos alucinógenos, el éxtasis. Estas causan alteraciones de la percepción, distorsión de la realidad, sobreexcitación de imaginación y depresión. Hoy son cientos las nuevas drogas.
En los jóvenes adictos, éstas funcionan como modo de llenar un vacío existencial muy fuerte. Soledad, baja autestima, incapacidad de comunicarse con los otros, las cuales son sensaciones que se buscan paliar con la adicción.
Ante tal situación se requiere fomentar el juego, la creatividad, el deporte, donde el joven tenga posibilidades de crecimiento personal y de autoafirmación. Los especialistas recomiendan marcar firmemente los límites y sembrar desde la niñez, en el seno de la familia, los valores de responsabilidad, disciplina y solidaridad. Ser excesivamente permisivos con los hijos es una manifestación de abandono que se debe evitar.
Asimismo, dicen, se requiere establecer vínculos de amor y evitar los castigos injustos, la represión, el exceso de autoridad, la ausencia de los padres y la falta de apoyo efectivo. Compartir actividades en común. No limitarse simplemente a brindar alimentos, objetos y dinero.