Por Miguel Tirado Rasso
mitirasso@yahoo.com.mx
Nuestra máxima casa de estudios se ve, una vez más, amenazada por fuerzas obscuras, siempre oportunistas a montarse en causas legítimas de movilizaciones estudiantiles, para esconder sus verdaderos objetivos, que, desde luego, nada tienen que ver con los intereses de la institución ni menos con los del estudiantado. En alguna ocasión, el tema fue la regulación del pase automático, en otra, el aumento a las cuotas; el reclamo a la democratización de las decisiones en la UNAM, fue otro tema. Ahora, el que nos ocupa, tiene que ver con el reclamo, muy justificado, por la violencia de género y mejoras a la seguridad en las instalaciones universitarias.
En casos anteriores, nuestra universidad pudo salir adelante, sin mayores consecuencias, o casi. El prudente y hábil desempeño de sus autoridades permitieron que, salvo la interrupción de clases durante un tiempo, la vida universitaria volviera a la normalidad. Habría que precisar, sin embargo, que cualquier conflicto en esta institución debe verse y ser tratado con la mayor atención y cuidado, pues, como señalamos, existe siempre el riesgo que intereses extrauniversitarios se entrometan para complicar el escenario.
Nadie podría cuestionar la validez de las demandas que grupos estudiantiles han planteado a las autoridades universitarias contra la violencia sexual, la inseguridad y por mejoras en los servicios de salud. Se entiende la desesperación que hay para que se tomen medidas efectivas que prevengan nuevos casos y para que se persiga y sancione a quienes cometan estos delitos. Pero, nada justifica la violencia con la que grupos encapuchados agreden a profesores, alumnos y a quien se les pare enfrente, causen destrozos a los inmuebles, destruyan documentos y mobiliario y violenten los derechos de los estudiantes, impidiéndoles su ingreso a las instalaciones universitarias al decretar, arbitrariamente, paros en los planteles.
Hasta hace unos días, sumaban ya 16 los planteles de bachillerato y licenciatura en paro de actividades. Paros impuestos por estos grupos, auto denominados anarquistas, en los que los estudiantes son sorprendidos y agredidos, en caso de no estar de acuerdo con estas medidas. La violencia desplegada en las agresiones al campus universitario y su cerrazón al diálogo, resulta el claro mensaje de una intencionalidad que va más allá de las demandas estudiantiles y que tiene un propósito desestabilizador.
De acuerdo a un informe de la Fiscalía General de Justicia de la CDMX y de la Fiscalía General de la República, se han detectado a 8 grupos de choque que actúan al interior de la UNAM. Estos grupos son los que han participado como generadores de violencia en las principales marchas, protestas y daños en la casa de estudios. Según este informe, algunas de estas organizaciones han recibido adoctrinamiento de corte anarquista en universidades de Sudamérica, y tienen nexos con otros grupos como Antorcha Campesina, el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), el Frente de los Pueblos en Defensa de la Tierra, entre otros.
De la injerencia de organizaciones externas, han dado cuenta alumnas de la Preparatoria 4 y de la Facultad de Estudios Superiores de Cuautitlán, al reconocer que grupos ajenos a la UNAM buscan sacar provecho de sus demandas contra la violencia de género. En su denuncia, las estudiantes señalan a grupos ligados al priismo y a la derecha como los responsables de pretender dividir, confundir y manipular a la comunidad universitaria.
Sobre esto último, habría que decir que en las condiciones de extremaunción en que se encuentra el otrora partidazo y sus militantes distinguidos, se ve difícil que sea de parte de ellos la mano que meza la cuna en este conflicto. A menos que estuvieran haciendo un trabajo sucio por encargo, el tricolor no está en condiciones, ni cuenta con el ánimo de combate ni recursos para semejante aventura. Tampoco creemos que sea la derecha, la mano negra. Habría que ver hacia otro lado, redirigir la mirada hacia quienes pudieran estar interesados en hacerle la vida imposible al rector, Enrique Graue, porque algunos no quedaron muy conformes con su reelección.
Sin precisar porqué y para qué se está tratando de desestabilizar a la UNAM, queda claro para todos que se trata de una situación muy riesgosa que merece la atención de las más altas autoridades del gobierno federal. No se puede dejar sola a la universidad, so pretexto de su autonomía, cuando es evidente la intromisión de agentes externos en el conflicto, como lo ha reconocido el propio Jefe del Ejecutivo. De no actuar pronto, el conflicto puede escalar y el país no está para enfrentar un problema más de pronóstico reservado.