Cuando la glamorosa y consumada actriz estadounidense Meghan Markle se casó con el príncipe Enrique en el 2018, fue elogiada como una bocanada de aire fresco para la anticuada familia real británica. La luna de miel no duró.
Ahora la pareja quiere independencia, pues argumenta que la presión como miembros de la realeza a tiempo completo es insostenible. Y un debate se intensifica: ¿ahuyentó el racismo a Meghan?
Cuando el príncipe Enrique, que es sexto en la línea de sucesión al trono, comenzó a salir con la actriz de “Suits” — de padre blanco y madre afroamericana — la prensa lo calificó como una señal de que Gran Bretaña había ingresado a una era “posracial” en la que el color de la piel y los antecedentes ya no importaban, ni siquiera para la familia real.
El legislador del Partido Laborista del Reino Unido Clive Lewis, que al igual que Meghan es de origen birracial, dice que el desavenimiento real muestra que Gran Bretaña sigue teniendo un problema de “racismo estructural”.
“Podemos verlo con Meghan Markle y el modo en que ha sido tratada por la prensa. Sabemos que esta es una realidad del siglo XXI, todavía”, dijo Lewis a Sky News. “Tras 400 años de racismo las cosas no pueden cambiar de la noche a la mañana”.
Frederick W. Gooding, profesor adjunto de estudios afroestadounidenses en la Universidad Cristiana de Texas en Fort Worth, dijo que sería “hipócrita” alegar que la raza no fue un factor en el trato a Meghan.“Ella siempre iba a ser una extranjera”, dijo. “Siempre iba a existir esa barrera debido a su raza».
Desde el comienzo, algunos periodistas escribieron sobre Meghan usando términos de tinte racista. Un columnista de un tabloide se refirió a su ADN “exótico”. Un titular del Daily Mail describió sus raíces de Los Ángeles como “(casi) recién salida de Compton” y alegó que provenía de un barrio “marcado por las pandillas”. Un presentador de TV describió a Meghan como “arrogante”.
Meghan fue criticada por todo, desde comer aguacate — que según el Daily Mail alimenta “los abusos de derechos humanos, la sequía y los asesinatos” — hasta usar esmalte de uñas oscuro, al parecer una violación a las normas de la etiqueta real.
Morgan Jerkins, un editor senior en Zora, un sitio de Medium.com para mujeres de minorías, dijo que debido a que Meghan era “una forastera, culturalmente, racialmente, y socioeconómicamente, ha sido el chivo expiatorio de la familia real”.
Otros señalan que Meghan no es la primera integrante de la realeza que es maltratada por los medios de comunicación. La prensa y la familia real mantienen una relación intensa y a menudo tóxica desde hace décadas. La madre de Enrique, la princesa Diana, era fotografiada por paparazzi dondequiera que iba. Cuando ella y el príncipe Carlos admitieron que su matrimonio estaba en problemas, su vida privada se volvió propiedad pública.
Diana murió en un accidente automovilístico en París en 1997 mientras era perseguida por fotógrafos. El príncipe Enrique, que entonces tenía tan sólo 12 años, dijo en octubre que temía que “la historia se repita… Perdí a mi madre y ahora veo a mi esposa caer víctima de las mismas fuerzas poderosas”.
Tras el deceso de Diana, una prensa británica escarmentada cambió su comportamiento ligeramente. Los medios dejaron en paz a Guillermo y Enrique a cambio de entrevistas cuidadosamente montadas y oportunidades de fotos mientras crecían. La práctica continuó con los tres hijos pequeños de Guillermo y su esposa, Kate.
Pero poco cambió en el fondo. Las historias de la realeza siguen vendiendo periódicos y generando clics. Eso ha significado un escrutinio intenso, e incluso ilegal. A principios de la década del 2000, reporteros hackearon los mensajes de voz del príncipe Guillermo y de personal de la familia real en busca de primicias.
Los miembros más jóvenes de la realeza son rutinariamente juzgados por su apariencia, comportamiento y hábitos. La esposa de Guillermo fue examinada implacablemente por años: desestimada como aburrida, acusada de perezosa por no tener un trabajo de tiempo completo, y apodada “waity Katy” (Katy en esperas) antes que el príncipe le pidiera matrimonio.
Aun así, el trato a Meghan a veces parece más duro. El año pasado el Daily Mail publicó fotos de Meghan embarazada con la mano sobre su barriga bajo el titular: “¿Por qué Meghan Markle no puede quitarse las manos de la panza?” Meses antes el mismo periódico había descrito a Kate embarazada sosteniendo “tiernamente” su barriga.
La ministra británica del interior Priti Patel negó que Meghan sufra de una cobertura mediática racista.“Para nada estoy en la categoría de creer que haya racismo», dijo Patel, de origen indio y cuyos padres emigraron a Gran Bretaña de Uganda, a la BBC. «Creo que vivimos en un país maravilloso, una gran sociedad, llena de oportunidades, donde puede vivir gente de cualquier origen”.
Pero otros dicen que la doble moral que enfrentó Meghan de la prensa es evidencia de que la idea de una Inglaterra “posracial” es ampliamente prematura.
“Su trato ha demostrado lo que muchos de nosotros siempre hemos sabido: no importa cuán hermosa seas, con quién te cases, qué palacio ocupes, a qué organizaciones benéficas apoyes, cuán leal seas, cuánto dinero acumules o cuántas buenas acciones realices, en esta sociedad el racismo aún te seguirá”, señaló la escritora Afua Hirsch, autora del libro “Brit(ish): On Race, Identity and Belonging”, en un artículo del New York Times.
Ese sentimiento fue compartido por Hayley Oliver, una graduada reciente de Virginia Tech que escribió un ensayo universitario sobre cómo Meghan y otras mujeres de origen birracial son tratadas en la cultura popular. Dijo que Meghan tenía años trabajando para causas benéficas, incluyendo por la salud de las mujeres y la igualdad de género, antes de formar parte de la familia real.