Por Jesús Michel Narváez
Durante la campaña anunció que vendería el avión TP-1. Insistió en que ni “Obama” tiene uno como el que posee la Presidencia de la República.
En diciembre del año pasado, apenas iniciada la administración, el “avión, que es muy grande”, fue llevado a California, en donde se despintaron las banderas, los logotipos, la señalización.
El costo de tenerlo en “exhibición” y cuyo avalúo realizó la ONU –es la versión oficial- alcanzó los 30 millones de pesos. “Una bicoca”.
A lo largo del año pasado, hubieron varios compromisos: con lo que se obtenga de la venta se dotará de agua equis comunidad… se pavimentarán calles de aquel municipio… se invertirá en drenaje y agua potable en otros más.
Promesas, compromisos, que no se cumplirán porque el avión no se vendió… aunque se nos dijo reiteradamente que había compradores.
Al final de la jornada, nadie le entró para comprarlo.
Y hay razones válidas para no adquirirlo. Se trata de una aeronave que fue acondicionada para el uso del Jefe del Estado Mexicano. No para rentarlo o para prestarlo a los cuates.
La explicación que ofreció el presidente de la República fue simple: es un avión que no se puede usar en vuelos cortos. Debe volar cuando menos cinco horas. Y de aquí a Tijuana son menos de dos horas. Es un avión muy grande.
Pues sí.
El antecesor, que no lo compró sino el que le ganó las elecciones en 2006, acudía a los eventos importantes que se generan en el mundo globalizado. La nave viajó sin hacer escala de Pekín a México. Con el otro avión se tenían que hacer escalas para que llegara a su destino final.
Su último vuelo oficial: México-Buenos Aires. Allí se firmó el nuevo acuerdo comercial entre México, Estados Unidos y Canadá. Fue el 30 de noviembre. Y si el presidente que terminaba su mandato hubiera decidido viajar en alguna línea comercial habrían ocurrido dos cosas: no firmaría el importante acuerdo y no legaría a tiempo para hacer entrega de la Presidencia de la República.
Seguramente los “asesores presidenciales” supusieron que el avión se lo arrebatarían al ponerlo en venta.
Pero ni Trump lo quiso comprar. ¿Y sabe usted por qué?
¡Porque usa los dos Air Force One!
Que superan y en mucho al hasta hace 13 meses llamado José María Morelos y Pavón.
Para el presidente de la República, el aparato resulta muy caro de operar. Imagínense, los dijo a los periodistas en su conferencia de ayer, además del costo de combustible hay que sumarle el gel, los rastrillos y la champaña.
Había que raspar al que se fue y justificar la devolución.
Claro, los responsables de que no se concretara ninguna oferta fueron “los conservadores” que presionaron para que nadie lo adquiriera.
Vender un avión así, que no “Obama viene”, no es cosa de novatos.
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