Por David Marklimo
El año nuevo inició con una crisis en el Golfo Pérsico, cuando los Estados Unidos asesinaron en Bagdad, capital iraquí, al general iraní Qasem Soleimani -líder de las milicias de élite en Irán- y los subcomandantes Al-Hashad Al-Shab y Abu Mahdi al-Mohandes. Este episodio es uno más de la larga lista de conflcitos entre Irán y los Estados Unidos.
Lo que parece que define el conflicto en el Medio Oriente es el enfrentamiento entre Chiitas-Sunitas, un conflicto que lleva 1.600 años entre las dos ramas principales del islamismo sigue marcando las relaciones en todo el mundo musulmán y muy particularmente en Medio Oriente. Irán, chiita, y Arabia Saudita, sunita, continuarán su histórico enfrentamiento. No sólo es religioso, como se puede apreciar en un mapa, pues entre estos países está el estrecho de Ormuz, lugar estratégico de donde salen los principales oleoductos y gaseoductos para Europa. Dicho enfrentamiento, ahora mismo tiene varios campos de batalla:
Yemen, el país que más sufrió la falta de contención internacional en 2018. La crisis humanitaria desatada por el conflicto entre el gobierno, apoyado por los sauditas, y los rebeldes huties, que tienen el soporte de los iraníes, es en este momento la más grave del mundo. Después de más de cuatro años de guerra y un asedio liderado por Arabia Saudita, casi 16 millones de yemeníes se enfrentan a una «grave inseguridad alimentaria aguda», según la ONU. Eso significa que uno de cada dos yemeníes no tiene suficientes alimentos. Los combates comenzaron a fines de 2014, después de que los rebeldes Houthi expulsaron de la capital al gobierno internacionalmente reconocido. Se intensificó cuando Arabia Saudita, junto a los Emiratos Árabes, comenzó a bombardear y bloquear Yemen.
Irak y Afganistán. La decisión de la Administración Trump de evacuar el grueso de las tropas de Afganistán, la guerra más extensa de la historia de Estados Unidos, y de desentenderse de Irak, están creando cada vez más caos con el potencial peligro de que estos territorios terminen siendo nuevamente campos de entrenamiento de terroristas. En Afganistán durante 2018 murieron más de 40.000 combatientes y civiles. Los Talibanes controlan ya la mitad del territorio afgano, cortan rutas esenciales y asedian varias ciudades. Los esfuerzos de negociación que realizaron en los últimos meses tanto funcionarios estadounidenses como paquistaníes y de la ONU por ahora no están teniendo un resultado concreto. En Irak, la zona de autonomía kurda comienza a ser volátil tras la retirada de las tropas estadounidenses que la apoyaban, tanto allí como en Siria. El ISIS aún tiene bajo su control algunas comunidades remotas y parcelas del desierto en ambos países mientras aumenta su presencia tanto en Afganistán como en Libia.
Siria. A mediados de 2018, parecía que la guerra siria estaba consiguiendo un equilibrio de fuerzas que trajera la paz, aunque en un territorio fragmentado. El régimen de Bashar al Assad, con la ayuda de Irán y Rusia, estaba ganando posiciones en forma muy rápida y controlaba la mayoría del país. El ISIS estaba derrotado. Y los actores extranjeros mantenían su presencia y control de áreas estratégicas para sus intereses: Israel, Irán y Rusia en el suroeste; Rusia y Turquía en el noroeste; Estados Unidos y Turquía en el noreste. Pero a mediados de diciembre el presidente Trump rompió ese frágil equilibrio con una llamada a su colega turco Recep Tayyip Erdogan en el que le anunció el retiro de las tropas estadounidenses. Abandonaba, sobre todo, a las Unidades de Protección del Pueblo (YPG), las milicias kurdas que fueron socias de las fuerzas estadounidenses en la lucha contra el Estado Islámico y que controla aproximadamente un tercio del territorio sirio.