La Terquedad Hecha Discurso en el Zócalo

Por Nidia Marín

Cuarto informe del 2019 o cuarto pretexto para recibir los apapachos populares, al cumplir un año de su toma de posesión. Lo que fuere, porque de lo perdido… y porque esta vez, como ocurrió en septiembre, un 95% de lo que dijo durante 90 minutos fue lo mismo que se le ha conocido desde su campaña.

Insistió el presidente López Obrador en proporcionar datos de cuestiones incomprobables como son, por ejemplo, que las Universidades para el Bienestar Benito Juárez García iniciaron sus actividades en marzo de 2019 con cien planteles. También que, en conjunto, se atiende a 39 mil 600 estudiantes de zonas marginadas quienes reciben becas de dos mil 400 pesos mensuales y que en esas instituciones laboran 815 académicos y trabajadores administrativos.

Fue clara la intención de, mediante el largo discurso sobre lo mismo, reducir su caída en las preferencias de los mexicanos, ya que cada vez son más aquellos que están en desacuerdo con varias de sus políticas, como son la clientelar de regalar dinero y la de no combatir la inseguridad, específicamente la causada por los carteles.

Las novedades registradas en esta ocasión fueron mínimas. Más bien insistió en culpar a las administraciones anteriores, al mencionar a un expresidente con todo y su nombre.

En México, en lo general los mandatarios seguían la máxima de no culpar de todo a sus antecesores porque, como llegó a decir la canciller alemana Angela Merckel: “los presidentes no heredan problemas, se supone que los conocen de antemano y se hacen elegir para corregirlos; culpar a su predecesor es una salida fácil y mediocre”.

Eso no rifa por estas tierras mexicanas, porque mencionar por su nombre, en un informe, a un expresidente, para culparlo ya es costumbre en la actual administración. En este caso, dos veces a Felipe Calderón y su política de seguridad. Por cierto, dio una fecha equivocada al señalar que Calderón había anunciado su estrategia de seguridad en enero de 2007 y, lástima Margarito, pero fue el 11 de diciembre de 2006 cuando lanzó la primera “operación conjunta”.

Tras las críticas a lo que hizo el ejército y la Marina en aquellos tiempos, insistió que el culiacanazo era la nueva política de seguridad de su administración y es lo que va a rifar. No aclaró si también dejar en libertad a los presuntos delincuentes como se hizo con el hijo de “El Chapo”, pero sí mencionó: “Podrán decir nuestros adversarios que demostramos debilidad, pero nada vale más que la vida de las personas”.

Y la necedad, así como algo similar al sometimiento sobrevino cuando dijo: “…agradecemos al presidente Donald Trump por su solidaridad expresada en la crisis de violencia en Culiacán y tras los lamentables y dolorosos hechos en los que perdieron la vida tres mujeres y seis niños de las familias México-estadunidense LeBarón y Langford. Reconocemos que en ambos casos nos ofreció ayuda y respetó nuestro derecho soberano a decidir con independencia y libertad. El gobierno de México cumplirá con su responsabilidad de hacer justicia”.

Más bien resultó una novedad la defensa que hizo de Evo Morales, al precisar: “Evo no solo es nuestro hermano que representa con dignidad al pueblo mayoritariamente indígena de Bolivia. Evo fue víctima de un golpe de Estado. Y desde México para el mundo, sostenemos: democracia sí, militarismo no”.

Es decir, en 2020 habrá más de lo mismo.

Por cierto, como a los mexicanos nos encanta y somos buenos para el escenario y el teatro, aunque no sepamos que hacer con la realidad, la gran fotografía de la nota de ocho columnas de El Sol de México merece aplausos: creí que el domingo Fred Astaire y Ginger Rogers regresaban al tablado para bailar “Chic to Chic”, (“Mejilla con Mejilla”) o “Daddy Long Legs” (“Papacito Piernas Largas”).

¡Sea por Dios!

¿Shall we dance?

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